La metamorfosi - Franz Kafka
Kafka, Franz. La metamorfosis
Madrid: Alianza Editorial, 1987
Die Verwandlung
El libro de bolsillo, 4
Madrid: Alianza Editorial, 1987
Die Verwandlung
El libro de bolsillo, 4
>> Què en diu la contraportada...
En la obra de Franz Kafka (1883-1924) han quedado reflejadas tanto las huellas de su existencia personal (las difíciles relaciones con su padre, una profesión sin alicientes, la frustración de la realización amorosa) como las características del medio cultural y social en el que creció y maduró (una encrucijada de civilizaciones dentro de la Babel lingüística del Imperio de los Habsburgo). Sin embargo, como observa Hans Mayer en "La literatura alemana desde Thomas Mann" (LB 257), este universo literario es independiente de las interpretaciones psicológicas a las que tan fácilmente se prestan "las relaciones con la familia, las mujeres, la profesión, el judaísmo y la literatura" de su genial autor. La Metamorfosis desarrolla un tema extraño y alucinante, pleno de resonancia alegóricas y de inquietantes augurios (...).
>> Com comença...
Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto. Hallábase echado sobre el duro caparazón de su espalda, y, al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha, que estaba visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia.
- ¿Qué me ha sucedido? (...)
>> Moments...
(Pàg. 42)
Hasta por la mañana no entraría ya seguramente nadie a ver a Gregorio; éste tenia tiempo sobrado para pensar, sin temor a ser importunado, acerca de cómo le convendría ordenar en adelante su vida. Pero aquella habitación fría y alta de techo, en donde había de permanecer echado de bruces, le dio miedo, sin que lograse explicarse el porqué, pues era la suya, la habitación en que vivía desde hacía cinco años...
(Pàg. 57)
La madre, cierto es, quiso visitar a Gregorio en seguida, y entonces el padre y la hermana la detuvieron con razones que Gregorio escuchó con la mayor atención, y aprobó por entero. Pero más adelante fue menester impedírselo por la fuerza, y cuando exclamaba: "¡Dejadme entrar a ver a Gregorio! ¡Pobre hijo mío! ¿No comprendéis que necesito entrar a verle?", Gregorio pensaba que tal vez conviniera que su madre entrase, claro que no todos los días, pero, por ejemplo, una vez a la semana: ella era mucho más comprensiva que la hermana, quien, a pesar de todo su valor, no dejaba de ser, al fin y al cabo, solo una niña, que quizá solo por ligereza infantil se había echado sobre los hombros tan penosa carga.
(Pàg. 61)
¿Es que él deseaba de verdad se cambiase aquella su muelle habitación, confortable y dispuesta con muebles de familia, en un desierto en el cual hubiera podido, es verdad, trepar en todas las direcciones sin el menor impedimento, pero en el cual se hubiera, al mismo tiempo, olvidado rápida y completamente de su pasada condición humana?
(Pàg. 71)
Arrojó sobre el sofá la gorra, que ostentaba un monograma dorado -probablemente el de algún Banco-, y, trazando una curva, cruzó toda la habitación, dirigiéndose con cara torva hacia Gregorio, con las manos en los bolsillos del pantalón, y los faldones de su larga levita de uniforme recogidos hacia atrás. Él mismo no sabía lo que iba a hacer; más levantó los pies a una altura desusada, y Gregorio quedó asombrado de las gigantescas proporciones de sus suelas. Empero, esta actitud no le enojó, pues ya sabía, desde el primer día de su nueva vida, que al padre la mayor severidad le parecía poca con respecto al hijo.
(Pàg. 97)
-Es preciso que se vaya -dijo la hermana-.Este es el único medio, padre. Basta que procures desechar la idea de que se trata de Gregorio. El haberlo creído durante tanto tiempo es, en realidad, el origen de nuestra desgracia. ¿Cómo puede ser esto Gregorio? Si tal fuese, ya hace tiempo que hubiera comprendido que no es posible que unos seres humanos vivan en comunidad con semejante bicho. Y a él mismo se le habría ocurrido marcharse. Habríamos perdido al hermano, pero podríamos seguir viviendo, y su memoria perduraría eternamente entre nosotros.
(Pàg. 109)
Cómodamente recostados en sus asientos, fueron cambiando impresiones acerca del porvenir, y vieron que, bien pensadas las cosas, éste no se presentaba con tonos oscuros, pues sus tres colocaciones -sobre las cuales no se habían todavía interrogado claramente unos a otros- eran muy buenas, y, sobretodo, permitían abrigar para más adelante grandes esperanzas.
En la obra de Franz Kafka (1883-1924) han quedado reflejadas tanto las huellas de su existencia personal (las difíciles relaciones con su padre, una profesión sin alicientes, la frustración de la realización amorosa) como las características del medio cultural y social en el que creció y maduró (una encrucijada de civilizaciones dentro de la Babel lingüística del Imperio de los Habsburgo). Sin embargo, como observa Hans Mayer en "La literatura alemana desde Thomas Mann" (LB 257), este universo literario es independiente de las interpretaciones psicológicas a las que tan fácilmente se prestan "las relaciones con la familia, las mujeres, la profesión, el judaísmo y la literatura" de su genial autor. La Metamorfosis desarrolla un tema extraño y alucinante, pleno de resonancia alegóricas y de inquietantes augurios (...).
>> Com comença...
Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto. Hallábase echado sobre el duro caparazón de su espalda, y, al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha, que estaba visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia.
- ¿Qué me ha sucedido? (...)
>> Moments...
(Pàg. 42)
Hasta por la mañana no entraría ya seguramente nadie a ver a Gregorio; éste tenia tiempo sobrado para pensar, sin temor a ser importunado, acerca de cómo le convendría ordenar en adelante su vida. Pero aquella habitación fría y alta de techo, en donde había de permanecer echado de bruces, le dio miedo, sin que lograse explicarse el porqué, pues era la suya, la habitación en que vivía desde hacía cinco años...
(Pàg. 57)
La madre, cierto es, quiso visitar a Gregorio en seguida, y entonces el padre y la hermana la detuvieron con razones que Gregorio escuchó con la mayor atención, y aprobó por entero. Pero más adelante fue menester impedírselo por la fuerza, y cuando exclamaba: "¡Dejadme entrar a ver a Gregorio! ¡Pobre hijo mío! ¿No comprendéis que necesito entrar a verle?", Gregorio pensaba que tal vez conviniera que su madre entrase, claro que no todos los días, pero, por ejemplo, una vez a la semana: ella era mucho más comprensiva que la hermana, quien, a pesar de todo su valor, no dejaba de ser, al fin y al cabo, solo una niña, que quizá solo por ligereza infantil se había echado sobre los hombros tan penosa carga.
(Pàg. 61)
¿Es que él deseaba de verdad se cambiase aquella su muelle habitación, confortable y dispuesta con muebles de familia, en un desierto en el cual hubiera podido, es verdad, trepar en todas las direcciones sin el menor impedimento, pero en el cual se hubiera, al mismo tiempo, olvidado rápida y completamente de su pasada condición humana?
(Pàg. 71)
Arrojó sobre el sofá la gorra, que ostentaba un monograma dorado -probablemente el de algún Banco-, y, trazando una curva, cruzó toda la habitación, dirigiéndose con cara torva hacia Gregorio, con las manos en los bolsillos del pantalón, y los faldones de su larga levita de uniforme recogidos hacia atrás. Él mismo no sabía lo que iba a hacer; más levantó los pies a una altura desusada, y Gregorio quedó asombrado de las gigantescas proporciones de sus suelas. Empero, esta actitud no le enojó, pues ya sabía, desde el primer día de su nueva vida, que al padre la mayor severidad le parecía poca con respecto al hijo.
(Pàg. 97)
-Es preciso que se vaya -dijo la hermana-.Este es el único medio, padre. Basta que procures desechar la idea de que se trata de Gregorio. El haberlo creído durante tanto tiempo es, en realidad, el origen de nuestra desgracia. ¿Cómo puede ser esto Gregorio? Si tal fuese, ya hace tiempo que hubiera comprendido que no es posible que unos seres humanos vivan en comunidad con semejante bicho. Y a él mismo se le habría ocurrido marcharse. Habríamos perdido al hermano, pero podríamos seguir viviendo, y su memoria perduraría eternamente entre nosotros.
(Pàg. 109)
Cómodamente recostados en sus asientos, fueron cambiando impresiones acerca del porvenir, y vieron que, bien pensadas las cosas, éste no se presentaba con tonos oscuros, pues sus tres colocaciones -sobre las cuales no se habían todavía interrogado claramente unos a otros- eran muy buenas, y, sobretodo, permitían abrigar para más adelante grandes esperanzas.
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Franz Kafka, egoisme, obligacions familiars, oblit, condició humana, menyspreu, solitud, gregori samsa-1, gregori samsa-2, absurd, existencialisme, inspiració
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