Escupiré sobre vuestra tumba - Boris Vian


Vian, Boris. Escupiré sobre vuestra tumba
Barcelona: Circulo de Lectores, 1989



J'irai cracher sur vos tombes
Traducció: Jordi Martí Garcés



>> Què en diu la contraportada...
Violenta y casi revulsivamente pornográfica, Escupiré sobre vuestra tumba busca herir la sensibilidad del lector y lo consigue en la mayoría de los casos...
Exabrupto antirracista, logró a la vez irritar a los críticos y ser condenada por ultraje a la moral y a las buenas costumbres.

Lee Anderson, un estadounidense de raza negra pero apariencia de blanco, decide vengar la muerte de uno de sus hermanos y la paliza recibida por el otro, ambas ejecutadas por racistas blancos.
El sobrecogedor plan de violencia física y sexual que trama y lleva a cabo con la minuciosidad del obseso ha sentado siempre como una fulminante patada en el estómago a quienes aceptan como "natural" que todo el mundo tiene algo de racista. Quizá ése sea el mayor mérito literario de Escupiré sobre vuestra tumba, el de haber agitado sin contemplaciones -y sólo con palabras- una gran cantidad de conciencias. Frente a ello, el haber importado definitivamente la novela negra de EE.UU. a Europa y haberse burlado a más y mejor de los críticos es una cuestión menor para el público en general, que no para los especialistas.
Significativamente, la historia de esta novela es casi otra novela. Publicada (1946) bajo pseudónimo, logró hacer creer en la autoría de un negro estadounidense, pese a que en su prólogo se deslizaban reveladoras pistas contra tal supuesto. Al cabo de un año, Escupiré sobre vuestra tumba se convirtió en un best-seller y al siguiente fue adoptada al teatro. En 1948, la "buena sociedad" francesa reaccionó como si en efecto hubiera recibido un escupitajo en lo más sagrado de sus cimientos: calificó esta novela de ultraje a la moral y a las buenas costumbres, junto con otra que Boris Vian también había publicado bajo el pseudónimo de Vernon Sullivan. Cuando en 1959 Escupiré sobre vuestra tumba estaba siendo adaptada al cine, el autor tuvo sus más y sus menos con los realizadores; el desagrado que llegó a causarle habría de resultarle totalmente funesto.


>> Com comença...
Hacia julio de 1946, Jean d'Halluin conoció a Sullivan, en una especie de reunión franco-americana. Dos días más tarde, Sullivan le entregaba su manuscrito.
En el entretanto, le contó que se consideraba más negro que blanco, pese a haber cruzado la frontera; como se sabe, varios millares de "negros" (considerados como tales por la ley) desaparecen todos los años de las listas de empadronamiento y se pasan al otro bando; su preferencia por los negros le inspiraba a Sullivan una especie de desprecio por los "buenos negros", por aquellos a los que los blancos, en las novelas, daban palmaditas cariñosas en la espalda. Opinaba que era posible imaginar, e incluso encontrar en la vida real, a negros tan "duros" como los blancos.

>> Moments...
(Pàg. 7)Y es que ¡ay!, América, la tierra de Jauja, es también la tierra de la elección de los puritanos, de los alcohólicos y del métetelo-bien-en-la-cabeza: y mientras en Francia nos esforzamos por lograr una mayor originalidad, al otro lado del Atlántico nadie siente el menor remordimiento por explotar sin escrúpulos una fórmula que ha dado ya probados resultados. A fe mía, es una manera como otra de dar el pego...

(Pàg. 19)
Los libros tenían buena salida; y en cuanto a la publicidad, me lo daban todo hecho. Cada semana la central me mandaba junto con el paquete de libros en depósito, unos cuantos folletos y desplegables, para que los colocara en las estanterías bajo el libro correspondiente o en un lugar bien visible. En la mayoría de los casos, con leer la reseña del libro y abrirlo por cuatro o cinco páginas distintas ya me hacía una idea más que suficiente de su contenido; más que suficiente, en cualquier caso, para poder dar una respuesta satisfactoria al desgraciado que se dejara convencer por los reclamos al uso: la cubierta ilustrada, el folleto y la foto del autor con la breve noticia biográfica. Los libros son muy caros, y todos esos artificios tienen una finalidad muy concreta; demuestran, además, que la gente no siente ningún interés por comprar buena literatura; el libro que quieren leer es el que recomienda su club, el libro del que se habla, y su contenido les importa un bledo.

(Pàg. 34)
Tom me pidió que no olvidara mis deberes religiosos. En realidad, había conseguido librarme de todas mis creencias, pero me las arreglaba para que se notara tan poco como lo demás. Tom creía en Dios. Yo iba al oficio dominical, como hiciera Hansen, pero estoy convencido de que no se puede conservar la lucidez y creer en Dios al mismo tiempo, y yo tenía que estar lúcido.

(Pàg. 69)
Era demasiado honesto, Tom, y eso acabaría por perderle. Creía que haciendo el bien se cosechaba el bien, y en cambio esto sólo ocurre por casualidad. Lo único que importaba era vengarse, y vengarse de la manera más implacable posible.

(Pàg. 94)
-No -dijo ella-. Nunca he oído a ningún cantante o guitarrista que cante como tú. He oído voces que me recuerdan la tuya, sí..., allí... en Haití. Los negros.
-Me halagas -dije yo-, son los mejores músicos del mundo.
-¡No digas tonterías!
-Toda la música americana ha salido de ellos -afirmé.
-No lo creo. Todas las grandes orquestas son de blancos.
-Claro, los blancos están en mejor posición para explotar los descubrimientos de los negros.
-No creo que tengas razón. Todos los grandes compositores son blancos.
-Duke Ellington, por ejemplo.
-No, Gershwin, Kern y todos ésos.
-Todos europeos emigrados -le aseguré-. Son los peores explotadores. No creo que en todo Gershwin se pueda encontrar un solo pasaje original, que no haya sido copiado, plagiado o reproducido. Te desafío a que encuentres uno solo en toda la Rhapsody in Blue...

(Pàg. 132)
-¿Por qué dices estas maldades? ¿Te gusta hacerme daño? Lo único que quería decir es que tengo miedo...
-¿Miedo de qué?
-Miedo de que me abandones antes de que nos casemos.
Me encogí de hombros.
-¿Y te parece que el matrimonio me retendría, si quisiera abandonarte?


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