El fantasma accidental - William S. Burroughs



"Se paga por los milagros. Se paga con vida, belleza, juventud, inocencia, alegría y esperanza..."






Burroughs, William S. El fantasma accidental
Barcelona: Muchnik Ediciones, 1995


Ghost of Chance. Traducció de Bengt Oldenburg
Col·lecció Les ales esteses, 266





::: Què en diu la contraportada...
En el estilo escueto y casi telegráfico que lo caracteriza, Burroughs abre fuego contando la historia del capitán Mission, un pirata del siglo XVIII, fundador de una colonia de renegados libertarios en la costa oeste de la isla de Madagascar. Entre las pocas prohibiciones que las leyes de “Libertatia” imponen a sus ciudadanos, la más importante es la que impide la matanza de los lémures. Estos remotos ancestros del género humano que una vez optaron por la inocencia al negarse al lenguaje.
Pero las calamidades acecha y no sólo los lémures recibirán un trato despiadado sino que un misterioso templo de piedad, puerta de entra al Jardín Biológico de las Oportunidades Perdidas, será destruido. Mission sabe que la destrucción del templo truncará el desarrollo de los lémures en criaturas aún más sensibles y maravillosas y comprende que “una oportunidad que se presenta una vez cada ciento sesenta millones de años”, se ha perdido irremediablemente.
“La belleza siempre está condenada”, concluyen Mission y Burroughs. El Homo bobiens parece ser el gran responsable: por su avidez, sus armas y su atroz ignorancia. El capitán Mission es, en la pluma de Burroughs, un soberano que discurre sobre la agonía y el desencanto de la esperanza, con la fuerza descriptiva de un retablo del Bosco y el alto vuelo lírico que ha hecho de este autor uno de los grandes “venerables” para varias generaciones de escritores y lectores.

::: Com comença...
El capitán Mission sujetó su fusil de chispa de dos cañones, que mantenía cargado de perdigones, y envainó un alfanje en su cinturón. Luego recogió su bastón y atravesó el caserío, deteniéndose a veces para charlar con los colonos.

::: Moments...
(Pàg. 12)
El capitán Mission no temía al Pánico, ese saber repentino e intolerable que nos dice que todo está vivo. Él mismo era un emisario del Pánico, del conocimiento que los humanos temen más que cualquier otro: la verdad de su origen. Está tan cerca.

(Pàg. 29)
Mientras la luz se dejaba absorber por la esponja de la noche, Mission podía ver a muchos kilómetros a la redonda: la selva tropical de la costa, las montañas y los arbustos del interior, las zonas áridas del sur donde los lémures brincaban en el cactus alto y espinoso del género Didiera. Juguetean, saltan y se marchan de prisa hacia el pasado remoto, ante de la llegada del hombre a esta isla, antes de la aparición del hombre sobre la tierra, antes del comienzo del tiempo.

(Pàg. 32)
Mientras seguía unida a África, Madagascar era una masa de tierra terminal, que asomaba como un tumor irregular cortado por una grieta de contornos futuros, esta larga grieta como una huella enorme, como la ranura que divide en dos el cuerpo humano. Esa grieta medía un kilómetro y medio de ancho en algunos lugares y, en otros, se estrechaba hasta un escaso centenar de metros. Era una zona de cambios explosivos y de contrastes barrida por violentas tormentas eléctricas, increíblemente fértil en algunos lugares, completamente baldía en otros.
El Pueblo de la Ranura, formado por el caos y por el tiempo acelerado, relampaguea a través e ciento sesenta millones de años hasta llegar a la División. ¿De qué lado estás? Demasiado tarde para cambiar ahora. Separados por una cortina de fuego. Como una enorme nave, festiva, botada con fuegos artificiales, la gran isla roja se adentraba, majestuosa, en el mar y dejaba una herida abierta en el flanco de la tierra que sangraba lava y lanzaba chorros de gases nocivos. Ha yacido, amarrada, en una tranquilidad encantada durante ciento sesenta millones de años.

(Pàg. 33)
El tiempo es una aflicción humana; no un invento humano, pero una prisión.

(Pàg. 33)
El hombre nació en el tiempo. Vive y muere en el tiempo. Dondequiera que vaya, lleva el tiempo consigo y lo impone.

(Pàg. 36)
(...) Las rasadoras están destruyendo las selvas, los lémures agazapados y los zorros voladores, los gibon de Kloss que producen la música más bella y más variada de todos los animales terrestres y los lémures colugo que saben planear y están indefensos en la tierra. Todo esto se va, para dejar espacio a una raza humana cada vez más devaluada, cada vez con menos chispa salvaje, ese ingrediente inapreciable: la energía que se torna materia. Un inmenso alud de barro, de lodo desalmado.

(Pàg. 43)
(...) Y uno vino con un niño enfermo.
 Este niño es vidente. Puede ver lo que hay en las mentes de los otros. Puede hablar con el viento, y con la lluvia, y con los árboles y con los ríos. Cúralo.
-  No puedo curarlo porque no Me conoce y no conoce Aquél que Me envió.
- 
Entonces no me importa nada de Ti, ni de Aquél que te envió. Porque Te envió para hacer los hombres menos de lo que son, no más. Él Te envió para crear esclavos, no hombres libres. Él Te envió para cegar nuestros ojos y tapar nuestros oídos. 

(Pàg. 46)

Se paga por los milagros. Se paga con vida, belleza, juventud, inocencia, alegría y esperanza... Se paga con momentos efímeros. Momentos mágicos... (...) ¿Es que Cristo alguna vez escogió a un ser que mereciera ser curado porque tenía un don especial, un talento de uno en un millón? Hum, a Cristo le importaba la cantidad, no la calidad. Desde su posición, no importa a quien curas. Se trata de establecer un monopolio para que jamás puedan ocurrir más milagros.
De modo que Cristo se empeñó en destruir la materia prima de los milagros... almas, espíritu, djoun, prana, la fuerza que anima a cualquier ser espontáneo, imprevisible, vivo. Y, ¿qué es el Pánico? La comprensión de que todo está vivo.

(Pàg. 47)
La misión de Cristo fue demostrar que estas cosas sólo pueden hacerse una vez, por un solo hombre, o por su representante acreditado. Su misión fue una mentira. Cristo estableció un monopolio de los milagros, y un monopolio en cuanto a los intermediarios de la maravilla.

(Pàg. 54)
No hay límite para lo que los medios de comunicación pueden tragar y escupir en sus páginas editoriales.

(Pàg. 63)
“No desfallezcáis. Haced que vuestro a mor entre en él y penetradlo con el Lubricante Divino que, en comparación, hace de la lanolina mero papel de lija. Es el lubricante mas mucilaginoso, el más baboso y el más rezumante que jamás hubo o habrá, amén.”
Se lo conoce por el Espíritu Grasiento, que os amará de arriba abajo, por dentro y por fuera.

(Pàg. 83)
El hombre vendió su alma a cambio del tiempo, del lenguaje, de las herramientas, de las armas y de la dominación.

(Pàg. 85)
Nada es más costoso que cambiar los cuños, los moldes, y ése es el motivo por el cual las Juntas Directivas y los Sindicatos y sus acólitos; políticos, mafias, agentes contra la droga, policías, iglesias y medios de comunicación no quieren saber nada acerca de un producto humano mejor, como General Motors no quiere saber nada de un motor de turbina. Significaría desechar todos los cuños existentes desde ahora hasta la eternidad.
Y es por esto que la disidencia es una preocupación tan grande para la Junta (...).

::: Altres n'han dit...

::: Enllaços:

Comentaris

  1. Acostumbrado al Burroughs más experimental de los cut-ups me sorprende leer los extractos que has seleccionado por su coherencia en el discurso. No conocía esta obra suya, así que la pongo en busca y captura a la voz de ya. Gracias por la pista.

    ResponElimina
    Respostes
    1. Bienvenido Cities:Moving. La sensación que me queda de la propuesta de Burroughs en esta ocasión es que, aunque hilvane su escritura -tal como dices- coherentemente, el resultado final - la novela- si presenta cierta desestructuración y parece más una obra de diversas voces (quizás lisérgicas?).
      Saludos y gracias por tu comentario.

      Elimina

Publica un comentari a l'entrada

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Entrades populars d'aquest blog

Les cròniques marcianes - Ray Bradbury

La veïna - Isabel-Clara Simó

Nosaltres - Ievgueni Zamiatin

-Uf, va dir ell - Quim Monzó

El gobelet dels daus - Max Jacob

Amore - Giorgio Manganelli