Maniobras diversivas - Andrés González Castro




 "(...)Así es que yo te quiero,              como tú a mí, también en guardia:      con los ojos abiertos,                        para vernos venir la puñalada."





González Castro, Andrés. Maniobras Diversivas.
Orihuela: Fundación Cultural Miguel Hernández, 2008




 Com comença...
Aunque a veces te olvide,
¿me vas a abrir la puerta?

Aunque a veces te injurie
Y me aparte de ti dando un portazo
Brutal como una cuchillada,
¿me vas a abrir la puerta?

Aunque te haga sugrir por los rincones
Como a un gato de yeso,
Aunque te deje a solas con tus lágrimas
Ásperas de paloma disecada,
¿me dejarás entrar
Otra vez en tu cas?

¿Dejarás, poesía,
Que te vuelva a escribir?

Vuelta a casa

 Moments...
(Pàg. 19)
No lo puedes decir
aunque lo pienses
no lo puedes pensar
aunque lo pienses

La cultura
es una cuestión seria
no admite disensiones
es un dogma de fe

así que nunca vuelvas a pensar
que ese libro es estúpido
que flojea
que no te interesa

así que no me vuelvas a decir
que no has leído a tal
que es muy flojo
que no te interesa

guárdate tu sinceridad

determinados vicios
tan solo se practican en privado

Vicios privados

(Pàg. 33)
(...)
Nuestros nombres, que ahora
trepan la piel de un árbol
y se arraciman en el corazón
en el que los grabamos,
se apearán quizás en una silla
o en la modestia del aglomerado.
Para no hacer mudanza en la costumbre
y a lo humilde llegar desde lo alto.

Humildad

(Pàg. 35)
Iré a comulgar
tu pezón redondo,
mi amor, al altar.

Profesión de fe

(Pàg. 40)
Te anudas a tus piernas
con gesto pensativo
sobre un lecho revuelto
de donde huye el calor.

Todavía desnuda
y ya un pájaro en círculos
amenaza rutinaria
de nuevo entre tú y yo.

El buitre

(Pàg. 41) 
(...)
Así es que yo te quiero,
como tú a mí, también en guardia:
con los ojos abiertos,
para vernos venir la puñalada.

La puñalada

(Pàg. 45)
(...)
No creas que sería un mal principio
que algún día, olvidando las coartadas,
supieras confesarte cuánto inútil-
mente has perdido el tiempo
hablando sin oír ni ver ni hablar.

Sobre el vacío de tu necedad
la red circense de pedantería.

Es hora de enfrentarte
a tu propia miseria reflejada
en el fondo vidrioso de sus ojos.

Con fruición masoquista
pisaste los critales
de vuestra obra de amor hecha pedazos.
¿De qué te habrá valido ese destrozo,
hacer sangrar así tu corazón?
Supuraba la herida
palabras sordas, ciegas, mudas...

¡Qué mal que perseguiste el propio bien!

Pero no es mal principio que, al final,
con el clásico, acabes confesándote
el errado proceso de tus años.
Quizás aún podrías enmendarte
para todos tus días por venir
y, ahíto de dolor,
amoldarte sin más, pero sin menos,
a la verdad desnuda
de tu único amor.

Único amor

(Pàg. 50)
Sin verdadera experiencia del dolor
            impostándolo como una prótesis
            magnificándolo por un altodolor
sin verdadero sentido de la realidad
            habiéndola sustituido por un reino tranquilo
            de instrucción pública y notoria
sin un firme concepto del amor
            con la moral nuestra de cada día
            y la herencia de niebla religiosa
entre taras de fábrica y otras adquiridas
no esperéis claridad son lo que veis
sombras chinescas en una pared

Así las cosas

(Pàg. 53)
(...)
Poco sé, con la edad
pero me basta te suministraremos la paciencia
para saber en dosis controladas
que por fuerza ponedle la camisa
todo el tiempo, locura.

Jubilación anticipada

(Pàg. 61)
Cuento con la fortuna
díscola que revuelve
su rueda presurosa.

Cuento con la mujer,
cercana como un pájaro,
que me anuda a la tierra.

Cuento con los amigos
escasos que atraviesan
el cedazo del tiempo.

Cuento aún con la salud.
Cuento aún con los dedos.
Cuento aún muchos cuentos.

Y aunque también te sepa
al par cercano y díscolo,
lector, cuento contigo.

Recursos propios

(Pàg. 63)
(...)
Pero yo me pregunto,
¿para qué sirven hoy los generales,
generalmente victoriosos,
con pecheras cargadas de medallas,
cuando en la primavera
florece la amapola
y la lluvia refresca a goterones
el estertor de mayo?

Para que se guarezcan las palomas
bajo el ruido de sables.
(...)
Utilidad de una estatua.

(Pàg. 67)
Xavi, tú que has trepado
jugando por mis piernas
hasta el rincón sonoro de mi beso,
pequeño ser alado
al que habitan manadas
de sueños todavía no corruptos,
màgica criatura
que cree en los Reyes Magos,
gatos con botas, lobos sanguinarios:
acuérdate de mí
cuando yo solo sea
cenizas de una llama que te amó.


Xavi


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