Matemos al tío - Rohan O'Grady




"Nunca pensé que llegaría el día en el que tendría que ser poco ético para mantener mis principios morales."




O'Grady, Rohan. Matemos al tío.
Madrid: Impedimenta, 2014

Let's Kill Uncle. Traducció de Raquel Vicedo
 

 Què en diu la contraportada...
Barnaby Gaunt tiene diez años y acaba de quedarse huérfano. Solo y desamparado en la vida, ha de vivir con su tío, por lo que viaja a una preciosa isla remota de la costa de Canadá, llena de amables ancianitos y donde hay hasta un policía montado. A primera vista, todo indica que le espera un verano perfecto. Salvo por un pequeño problema: su tío está tratando de matarlo. Heredero de una fortuna de diez millones de dólares, Barnaby se cansa de decirle a todo el mundo que su tío, un hombre misterioso y aterrador, anda detrás de su herencia, pero nadie le cree. Nadie salvo Christie, una niña rara y de poco comer, que llega a la conclusión de que Barnaby solo puede detener a su demoniaco tío de una manera: matándolo primero a él. Y así, con la ayuda de Una Oreja, un puma salvaje a quien los isleños atormentan desde hace años, Christie y Barnaby traman un plan infalible.

Una lectura deliciosamente perversa. Oscura y mortalmente ingeniosa, Matemos al tío es un clásico de culto que nunca hasta ahora se había publicado en español.


 Com comença...
-¡Mentiroso! ¡Mentiroso! ¡Mentiroso! - Ni siquiera los violentos embates de los motores podían ahogar el ruido.
El primer oficial, apoyándose contra la barandilla de cubierta del SS Haida Prince, hizo una mueca de dolor. Aquella aguda vocecilla llevaba tres horas martilleándole los tímpanos.
- Ánimo, que ya se bajan aquí.
El sobrecargo se le unió y ambos se quedaron de pie, mirando cómo una gaviota caminaba tambaleándose por la barandilla de cubierta.

 Moments...
(Pàg. 110)
Barnaby levantó la mirada hacia el rostro de su tío, pero se detuvo a la altura de laboca, que parecía una cuchilla. No se atrevía a mirar los ojos que había tras las gafas oscuras.
Tío tenia ojos de demente.
Tío, por supuesto, lo sabía, y por eso siempre llevaba gafas oscuras.

(Pàg. 120)
A los niños les encantaba la pequeña iglesia; era un lugar agradable y apacible, perfecto para planear un crimen.

(Pàg. 185)
Mientras Christie arreglaba las sábanas, un pensamiento desagradable le asaltó. Se dio la vuelta y se quedó mirando a Barnaby durante unos segundos; después, miró al Pobre Desmond, que dormitaba con la cabeza sobre los brazos.
- ¿Sabes qué?-dijo-. Si culpamos al Pobre Desmond del asesinato, puede que el sargento Coulter lo cuelgue en lugar de ahorcarnos a nosotros.
Barnaby se quedó pensando en ello unos segundos.
- Bueno, es él o nosotros -dijo con un suspiro.
Christie estuvo de acuerdo.

(Pàg. 200)
(...) había sido real, lo había visto con sus propios ojos, y sí, aquello le hacía a uno creer que vivía rodeado de monstruos. Tal vez no fueran de esta época. Quizá siempre habían existido, como esos espíritus elementales que eran la base del folclore y de las supersticiones medievales. Pero ¿cómo podía uno conciliarlos con una civilización de televisión y de electrónica?.
Sin embargo, hasta seis millones habían acabado en colchones, lámparas y crematorios, prueba suficiente de que los demonios podían vagar por la tierra, y Albert no tenía intención de olvidarlos.

(Pàg. 217)
(...) aquella noche en la playa con Gwynneth Rice-Hope, todavía se sonrojaba cuando pensaba en ello, pero cada nuevo encuentro le hacía darse cuenta de que nunca tendría una coraza con la que protegerse, por lo que siempre sería vulnerable; la próxima vez le dolería tanto como la última.

(Pàg. 227)
Ella tenía el cuerpo de una matrona romana, perfecto y de busto generoso, y lo sabía. Por lo general, lo escondía bajo prendas feas de tweed y jerséis de punto, pero aquella noche, mágica y misteriosa, se había desprendido de su capa protectora y llevaba un bañador de lana pasado de moda, del que aquel cuerpo divino luchaba por escapar. Se le veía turbada y salvaje, infeliz y derrotada. Lucía magnífica.  

(Pàg. 266)
(...) se retiraron aún más. Habían visto el crimen, y el bosque estaba lleno de manzanas y serpientes. Era el fin de su inocencia, puesto que ahora sabían que a Una Oreja nunca jamás le gustarían los bollitos de canela.

(Pàg. 283)
- Duerme, duerme, duerme... ¿De verdad creíste que tenías alguna oportunidad, pequeño niño idiota?

(Pàg. 301)

Que Dios me perdone si no estoy tomando la decisión correcta. Esto podría parecerte algo simple, pero nunca pensé que llegaría el día en el que tendía que proteger a unos niños de la ley. Nunca pensé que llegaría el día en el que tendría que ser poco ético para mantener mis principios morales. 

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