Aquí no, ahora no - Erri De Luca
"(...) Aquello que te importa, aquello que te vaya a pasar, no llegará con una espera (...)"
De Luca, Erri. Aquí no, ahora no.
Madrid: Akal Ediciones, 2000
► Què en diu la contraportada...
A través de unas fotografías el protagonista va recuperando la historia de su infancia vivida en el Nápoles de la posguerra. La omnipresente figura de la madre, la ciudad, la dureza de las condiciones de vida..., se dan cita en esta novela apasionante.
A través de unas fotografías el protagonista va recuperando la historia de su infancia vivida en el Nápoles de la posguerra. La omnipresente figura de la madre, la ciudad, la dureza de las condiciones de vida..., se dan cita en esta novela apasionante.
► Com
comença...
Mientras le quedó luz en los ojos, mi padre hizo fotografías.
Había toda una estantería repleta de imágenes nuestras tomadas en las ocasiones
especiales y en las corrientes. Duró diez años, más no, la recolección: los
años del primer bienestar y de la pérdida de su vista. Queda así documentada hasta
el detalle una sola época, quizá la única que he podido olvidar. Los álbumes,
los archivos, no me sostienen la memoria, sino que la sustituyen.
► Moments...
(Pàg. 13)
No eran años para muchachos los que nos habían tocado. Entonces
no lo sabía y la adolescencia era una de las estaciones de la paciencia a la
espera de consistir en plenitudes futuras. Eran años estrechos y el mundo inmenso.
(Pàg. 15)
Se dice que las madres no tienen edad. De niño te las veía
todas, la vida duraba un día, moría con el sueño y resurgía con el despertar.
En el curso del día todas las edades te brotaban en la cara, ni una sola se
detenía una hora. Tú eras el siempre, nacías por la mañana, morías por la
noche, apareciendo y desapareciendo por la misma puerta, dirigiendo la luz de
la mañana y llevándotela otra vez contigo por la noche, dejando una rendija de
luz bajo la puerta que cerrabas mal.
Todas las edades en un día: tiene que ser difícil que nos
mire un hijo con tanto desacierto y no saberlo nunca.
(Pàg. 24)
Hablar es recorrer un hilo. Escribir, en cambio, es poseerlo, devanarlo.
Hablar es recorrer un hilo. Escribir, en cambio, es poseerlo, devanarlo.
(Pàg. 26)
Vivimos con personas queridas sin saberlo, maltratadas sin
darnos cuenta: un día cualquiera desaparecen y ya no hablamos más de ellas. Nos
han dejado un olor a lejía en la mano que nos estrecharon, una caricia ruda y
torpe, no han lavado los suelos cantando por una alegría que no sentimos nunca.
Fue su vida irreductible la que desconocimos mientras estuvo con nosotros y la
que ahora conocemos sólo porque la perdimos.
(Pàg. 40)
Nunca creí que estuviese muerto. De niño la palabra
"muerto" significaba mantenerse aparte, no dejarse ver, una
insistencia voluntaria en la ausencia. Podía ser lo mismo que decir: el abuelo
se ha ofendido y no quiere venir a vernos (...).
(Pàg. 43)
Si uno siempre se mueve, impone inclinación, dirección al
tiempo. Pero si uno se detiene, si se resiste como un burro en medio del
sendero, dejándose llevar por una distracción, entonces también el tiempo se
detiene y ya no es esa carga que perfila la espalda. Si no lo transportas, se
vuelca, se extiende alrededor como la mancha de tinta que mi plumilla hacía
sola, recta, en equilibrio sobre el papel secante, para caer luego, vacía.
Quienes se detienen se encuentran, incluso una madre joven y
un hijo viejo. El tiempo actúa como las nubes y los posos del café: cambia las
figuras, mezcla las formas.
(Pàg. 49)
Se crece callando, cerrando los ojos de vez en cuando, sintiendo
de pronto mucha distancia de todas las personas.
(Pàg. 53)
- (...) ¿Por qué existe la espera?
- ¿Qué espera?
Hice una pausa. Continuó con tono más amable: ¿La espera de
qué?
- Si mamá no viene, tu la esperas.
- Claro.
- Si se va la luz, ¿esperamos que vuelva?
- No te entiendo bien, pero da igual. Sí, esperamos que
vuelva.
- Por todo lo que se retrasa y hay que esperar, ¿quedamos
siempre a la espera?
En ese momento, mi dicción se hizo más embarullada.
- Papá, si yo quiero quedarme a la espera y quiero quedarme
sin espera, ¿puedo?
Entonces dejó de afeitarse, abrió de par en par la puerta y,
como si hubiese entendido algo, no sé qué, no dijo nada más que lo siguiente:
"Si llegas a lograr quedarte sin espera, verás cosas que los otros no
ven". Y añadió a renglón seguido: "Aquello que te importa, aquello
que te vaya a pasar, no llegará con una espera".
(Pàg. 58)
Mucho del destino de cada cual depende de una pregunta, un
pedido que un día alguien, una persona querida o un desconocido, formula: de
pronto uno reconoce que espera desde hace tiempo esa interrogación, tal vez
hasta trivial, pero que en él resuena como un anuncio, y sabe que tratará de
darle respuesta con toda su vida.
(Pàg. 83)
Qué extraño es el tiempo de las enfermedades, tiempo no
hecho de días ni de noches, domingos y estaciones frente a la ventana. Fue un transcurso de horas, algunas de
descanso, y otras en las que en cambio el dolor trasegaba en el cuerpo sin
tregua. Noches y mañanas se mezclaron nuestro dormitorio, hasta no distinguirse.
(Pàg. 84)
(...) Ya no tenía sueño, sino pequeños desvanecimientos de
los que se despertaba peor, porque el mal se movía más veloz detrás de sus ojos
cerrados. Donde estaba su sonrisa quedaban los hilos.
Los ojos veloces, que tenía siempre asomados y curiosos,
empezaron a esconderse, retirándose en el pozo seco de las órbitas, Estaban
lejos, miraban desde detrás de las cortinas. No los dejaba en paz, los buscaba,
me pegaba más para que saliesen, todavía.
Adelgazaba, perdía peso, perdía palabras amargas, voces que
no pedían nada, sólo ser oídas. Desaparecidos los ojos, vinieron las manos.
Eran incansables, nerviosas, se agarraban a las mías durante horas. Había un
nudo raro que enlazaba con sus dedos entre los míos, un nudo que mantenía
cerrado y apretado incluso en el brusco desvanecimiento del sueño. "No te
duermas -me decía-, espera", tales sus palabras en la oscuridad del mal,
al final repetía solamente: "Espérame".
Cuando murió no me di cuenta.
(Pàg. 85)
No podemos lamentarnos de la brevedad, no es justo, pero sí
de la longitud. He tenido empacho de seguir viviendo. No siento dolor cuando
veo el cielo alguna vez igual al de un agosto que pasamos juntos de vacaciones,
pero me sonroja poder mirar, haber permanecido. Para mí se trata de esto, de
ser el resto de algunas personas, de sus sustracciones.
► Altres n'han dit...
► Enllaços:
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