Muerte de un silencio - Clémence Boulouque

 



 "(...) Lo que no era más que un día corriente se convirtió en una herida incurable."

 



Boulouque, Clémence. Muerte de un silencio.
Cáceres: Editorial Periférica, 2016.


Mort d’un silence. Traducció de Laura Salas.
Col·lecció Largo Recorrido, 102.





::: Què en diu la contraportada...
El 11 de septiembre de 2001 dos aviones se estrellan contra las Torres Gemelas, en Nueva York, y Clémence Boulouque se encuentra no muy lejos de allí.

Ese atentado terrorista le hace recordar las bombas que estallaron en París cuando era niña: en la oficina de correos del Ayuntamiento, en el supermercado Casino de la zona de Défense y en el pub Renault, en la prefectura de la policía y delante de los almacenes Tati, en la rue de Rennes...

Ese atentado terrorista le hace recordar aquellos otros muertos. «Un joven juez parisino se hizo cargo de aquellos casos. Yo llevo su apellido y su duelo», escribe Boulouque. Su padre, uno de los jueces más mediáticos de la historia de Francia, se ocupó de aquellos expedientes del terrorismo islamista durante algunos intensísimos y difíciles años y, poco después, se suicidó una noche cuando ya no pudo soportar más la insidia o las acusaciones de algunos miembros del sistema judicial francés, la controversia política, la presión de los medios de comunicación. «Un héroe cansado», dijo alguien sobre él años después.

Se disparó con el arma que la propia Clémence había tenido un día en sus manos. Se disparó una noche, a pocos metros de las habitaciones de su hijo y de su hija, cerca de su esposa. Estremecedora, emocionante y, a la vez, llena de consuelo, he aquí una primera novela fundamental, que cosechó críticas entusiastas en su país.

::: Com comença...
Nueva York, septiembre de 2001.
Había decidido irme a vivir lejos de mis recuerdos de infancia. 

::: Moments...
(Pàg. 16)
Mi historia. El terrorismo. La violencia que agrió mi infancia. La misma violencia en suelo estadounidense. Una violencia inaudita que me escolta poco después de mi llegada. 

El terrorismo, mi padre, mi pérdida. 

Estoy sola en Nueva York. Sufriendo. Si no me derrumbo, si no me derrumbo, si no me derrumbo, entonces... 
¿Dominaré mi pasado? No lo sé. Dominarlo no. Estoy cansada. Me faltan fuerzas. 
To come to a term, en cambio; llegar, apaciguada, al fin de algo. Quizás llegue al fin de mi infancia. Llegar a los fines. Conseguir escribirla. Por fin. 

(Pàg. 24)
¿Una niñita traviesa, despreocupada, más bien mona? Una chiquilla feliz y luego una adolescente abofeteada por el duelo -¿una metamorfosis de tal calibre en cuatro años?-. 

(Pàg. 35) 
Un recuerdo inútil viene a murmurarme que los ferroviarios estaban en huelga. Sin duda, ese detalle remplaza otros recuerdos que habría preferido conservar en mí y que la memoria lucha por hacer resurgir. Ahora busco momentos insignificantes cuya sucesión forma una vida (...). 

(Pàg. 48)
Cuando evoco aquel ambiente, me da la sensación de estar tocando papel de lija. 

(Pàg. 57)
No deseo abrir un debate sobre lo que la historia no juzgará. 
Podría meter la cabeza en los casos, intentar rehabilitar el honor del juez. Podría hacerlo, sin duda. Aún me resuena su voz en la cabeza. “Y encima me van a machacar”. 

(Pàg. 58)
Soy la hija de un hombre que era magistrado, que no pudo con el sistema, que tal vez se equivocó, que tal vez pecó de ser demasiado recto y demasiado frágil, que se hundió por ese motivo, que... 

(Pàg. 60)
(...) los recortes de prensa que hemos atesorado y que guardamos sin poder mirarlos. Son los negativos de una época de cabelleras decoloradas y con permanente, de Madonna y Like a Virgin, del conflicto entre Irán e Irak, de los grupos Gold, Partenaire Particulier y de Boy George, de Murray Head, de la sintonía del programa de entretenimiento Champs Elysées, de los golden boys y del crac bursátil, del himno de Alemania del Este en las piscinas y los estadios olímpicos, de Gorbachov, del terrorismo internacional. Y de la luz mediática. Cruda. 

(Pàg. 62)
En la primavera de 1989 tengo once años. Mi padre se ríe, tan feliz que no hay ni antes ni después.
En el verano de 1998, a los veintiún años, no pude soportar su risa y el porvenir que le conocía. Estaba sola delante de la prueba: habíamos sido felices, incluso durante aquellos años. Apagué la televisión, trastabillé hasta mi cuarto y lloré sobre el piano cerrado. 

(Pàg. 86) 
Siempre tengo la sensación de que aquella noche marcó el fin de una época. La muerte de mi padre puso fin al miedo permanente. Sustituir el miedo por el dolor. ¿No había otra opción?

(Pàg. 93) 
Lo que no era más que un día corriente se convirtió en una herida incurable.

(Pàg. 93)
“(...) Y pensar que no sabía que era la última vez.” ¿Cuántas veces ha resonado esa frase en mi interior? ¿Cómo y por qué habría tenido que saberlo? Si hubiese intuido lo que iba a hacer, ¿habría podido impedirlo? La culpabilidad de no haberlo salvado de sí mismo. El fin de mi infancia.

(Pàg. 109)
Algunos días no existen por sí mismos, están ahí solamente para dar el antes o el después, para rodear instantes terribles. 

(Pàg. 120)
Sin él lo había perdido todo. A él. Los guardaespaldas. Los ojos risueños de mi madre. Hasta había perdido palabras. “Padres.” “Papá.” Ya no las pronunciaría más. 

(Pàg. 127)
Sólo soy una huérfana con su historia. Recuerdos que no sirven para nada, pequeños detalles que son la sustancia de estos años: el neón de la cocina color crema, la cazadora de cuero de mi padre y su sudadera azul con remates verdes.
Al escribir he ido encontrando una memoria que había condenado. Mis textos, antes, quedaban inacabados y mis recuerdos en suspenso. Me protegía de ellos y de mí. 

::: Què en penso...
Muerte de un silencio es una novel·la que no es deixa definir. Entre la literatura d’intenció terapèutica, la literatura de creixement i la literatura biogràfica, també ofereix una crònica –passada pel sedàs personal- d’un fet polític d’abast nacional.

En tot cas Clémence Boulouque ens ofereix el testimoni en primera persona de com la cosa pública influeix i molt en l’esfera privada dels individus. La francesa ens explica el procés que va portar al seu pare a cometre suïcidi, pressionat pels poders fàctics de l’estat.

Muerte de un silencio no es limita al panegíric; també ofereix una vessant política important. Política atenent a la reflexió que ofereix sobre drets i deures, sobre pressions i interessos, sobre lleialtats i rèdit polític, sobre silencis i deutes partidistes.

Però més enllà del contingut, la Boulouque també juga fort amb la forma i en l’enfocament narratiu. Muerte de un silencio és una novel·la que viatge en bucle en el temps. Del present (les conseqüències)  al passat (les causes), per retornar al present (maduració).

Així reconstrueix –de forma anàrquica i dispersa, segurament- una part de la seva vida familiar a l’hora que un moment de la historia recent de l’estat francès.

Ho fa amb una mena de diàleg entre la Clémence infant que va patir els fets i la Clémence adulta que ha pogut reflexionar i dimensionar (i superar) la tragèdia. Amb una narrativa que reivindica la importància del record.

És una prosa que s’emmiralla en l’escriptura automàtica sobretot pel seu caràcter fragmentari i farcit de silencis (els silencis de la Boulouque són molt tangibles). Usa frases breus, en ocasions sense verb ni predicat. L’ús del substantiu sol, aïllat, també impacta. És la tangibilització de l'emoció, tal vegada, de la ràbia.

Les frases sense acabar, esperant que ho faci el lector tot obligant-lo a meditar sobre els fets o la interpel·lació amb preguntes retòriques que només ella pot respondre ajuden també a fer que la novel·la traspui una certa poètica tant per la forma com pel fons.

Malgrat tot, la lectura esdevé fluida i d’interès creixent. Hi ha escenes concretes on el cos, el missatge, la idea, sembla parida més des de la viscera que no pas des de la raó, fet que entronca amb la necessitat reparadora de l’escriptora i no tant en la pulsió artística.

L’estil es senzill però sobri, dinàmic i gens enfarfegat i en quant al to la francesa intenta no enfangar-se amb sentimentalismes -malgrat que el relat està amarat d’emoció, de ràbia i de tristesa- ni tampoc amb sensacionalismes –malgrat els successos tràgics que s’hi evoquen -.

De què més ens parla la Clémence Bouluque en la seva breu novel·la? Del procés d’escriure, de com l’escriptura ajuda a recuperar els records i de com, d’aquesta manera, es pot equilibrar el present. I sobretot de la mort - present des de la primera pàgina -.

En definitiva, la Bouluque ens ofereix un exercici sobre el dolor de la pèrdua tant familiar, com també dels records personals, que s’escapen sense aturador. Un relat íntim, emocionant i crític sobre un fet devastador en la història recent de França.

::: Altres n'han dit...
Leer y tejer, Leer es vivir dos veces, Letras libres (L. Pascual)El Cultural (J. Cremades), Ahora (A. Rodríguez).

::: Enllaços:
Clémence Boulouque, què en diu la mateixa autoraestil versemblantelipsis, paralèpsis, o aposiopesis entre d'altres recursos, el pare Gilles, el jutge Boulouque





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