Esta historia - Alessandro Baricco





"(...) esto no es huir, es estar flotando en la nada; esto es sobrevivir, no es desertar."



Baricco, Alessandro. Esta historia.
Barcelona: Anagrama, 2007

Questa storia. Traducció de Xavier González
Col·lecció Panorama de narrativas, 660  i


è  Què en diu la contraportada...
Ultimo Parri tiene cinco años la primera vez que ve un automóvil, diecinueve cuando combate en la batalla de Caporetto (uno de los episodios más sangrientos de la Primera Guerra Mundial), y veinticinco cuando conoce al gran amor de su vida (Elizaveta, una joven aristócrata rusa venida a menos tras la revolución bolchevique y con la que malvivirá vendiendo pianos). No será hasta años más tarde, sin embargo, que Ultimo logrará llevar a cabo su sueño. Esta historia es la historia de su vida.

è  Com comença...
Tibia era la noche de mayo en París, en mil novecientos tres. Saliendo de sus casas, cien mil parisinos se dejaron la noche a medias, y fluyeron en masa hacia las estaciones de Saint-Lazare y Montparnasse, estaciones de tren. Algunos ni siquiera fueron a dormir, otros pusieron el despertador a una hora absurda, para saltar de la cama, lavarse sin hacer ruido y darse de bruces con las cosas, buscando la chaqueta. En algunos casos, eran familias enteras las que se marcharon, pero por regla general fueron individuos solos los que emprendieron el viaje, en gran parte en contra de toda lógica o sentido común.

è  Moments...
(Pàg. 31)
(...) en un sinfín de ocasiones, ya de mayor, volvería a ver esa imagen, precisamente ésa: la silueta maciza de su padre, caminando a grandes pasos por delante de él, contra el vuelo de la niebla matinal, sin darse la vuelta nunca, ni para esperarlo ni para verificar que todavía estaba allí. En esa severidad, y en esa ausencia total de dudas, residía todo lo que su padre le había enseñado del hecho de ser padres: que se trata de caminar, sin darse la vuelta nunca. Caminar con el paso largo de los adultos, sin piedad, pero un paso límpido y regular, para que tu hijo pueda comprenderlo y permanecer pegado al mismo, a pesar de su paso de niño. Y hacerlo sin darse la vuelta nunca, si es que uno tiene fuerzas para hacerlo: para que él sepa que no se perderá, y que caminar juntos es un destino del que no es necesario dudar en ningún momento, ya que está escrito en la tierra.

(Pàg. 47) 
(...) si amas a alguien que te ama, nunca desenmascares sus sueños.

(Pàg. 61) 
Sólo en aquel taller habría unos doscientos obreros. Gardini los conocía a todos en persona y los saludaba por su nombre. De vez en cuando presentaba a Libero Parri: él ponía una sonrisa enorme e intentaba esconder su pena. Porque para quien ha nacido campesino, el obrero siempre es un perro encadenado.


(Pàg. 65)
Le explicó que nadie tiene que pensar que está solo, porque en cada uno de nosotros vive la sangre de quienes lo engendraron , y es algo que se remonta hacia atrás, hasta la noche de los tiempos. De manera que sólo somos la curva de un río que viene desde lejos y que no se detendrá después de nosotros"

(Pàg. 65) 
A veces, no hacemos más que concluir trabajos que habían quedado a medias. Y empezar trabajos que otros terminarán por nosotros.

(Pàg. 68) 
(...) el conde no estaba loco. Tenía treinta y seis años y ningún motivo para estar en el mundo, pero no estaba loco. Procedía de un mundo sin ilusiones, en el que el privilegio de una libertad absoluta se pagaba, habitualmente, con el presentimiento de un castigo que lo cogería por sorpresa, un día u otro. El único oficio para el que le habían preparado, hasta unas habilidades casi místicas, era el de anticipar el inevitable apocalipsis en una liturgia infinita de refinados gestos vacíos, y desolados. La llamaban lujo.

(Pàg. 90)  
En la guerra todo era más verdadero, y completo, ya que en el obligado gesto de luchar esa identidad pura de animales machos hallaba su consumación y, por decirlo de algún modo se cerraba sobre sí misma, dibujando la inabordable figura de una esfera perfecta. Eran machos, liberados de cualquier responsabilidad procreativa, y desligados del Tiempo. Luchar -eso no parecía ser más que una consecuencia.

(Pàg. 117)
Ahora es fácil ver en su huida el inequívoco perfil de una figura que llamamos habitualmente deserción: pero creedme, quien había desertado, en primer lugar, había sido el mundo: mi hijo no iba dibujando nada, eran trazos perdidos; era un muchacho y a su alrededor ya no había ninguna figura, nada, que estuviera completo, sólo fragmentos; corría posando los pies sobre los fragmentos que iba encontrando: esto no es huir, es estar flotando en la nada; esto es sobrevivir, no es desertar.

(Pàg. 161)
El sexo es una venganza. Por ahora es así. No siempre será así. Pero ahora lo es.

(Pàg. 166)
Me gusta escribir de esta forma, como si estuviera escribiendo un libro. Es algo parecido a bailar. Un orden. El esfuerzo de la elegancia. Redondear el movimiento. Abrir y cerrar. Hacer cosas que terminas. Frases.

(Pàg. 176)
Yo me niego a creer en la Historia. La Historia es una ilusión óptica. Son sólo asuntos de unos pocos, vendidos como si fueran la vida de todos. Pero no es verdad. Es cosa de ellos.

(Pàg. 201)
¿Era malicioso cuando me acompañaba a casa? Quién sabe. Todavía recuerdo su perfume, aquella vez que se echó sobre mí, antes de que bajara del coche, y me besó en la mejilla. Ahora que tengo su edad, leo en ese beso muchas cosas. También malicia, es cierto. Ahora que he conocido esa punzada hiriente, la de cuando sientes deseos mucho más jóvenes que tú, ahora me parece reconocerla en la sonrisa con que me dejó bajar del coche.

(Pàg. 202)
(...) escribir es una forma sofisticada de silencio.

(Pàg. 304) 
- Hola Ultimo -pensó.
He tardado un poco, pero aquí me tienes. He estudiado. El circuito me lo sé de memoria y todas las notas que escribiste, para cada una de las curvas, podría repetírtelas. Todo saldrá bien, y yo me perderé en tu vida, como tú querías. Luce el sol. Y no hay ninguna posibilidad de equivocarse.

(Pàg. 307)
(...) Notó cómo cada una de las curvas de disolvía gradualmente en el orden ilógico de un único gesto, y percibió en su propia mente aquel círculo que no existía más que par ella. En el corazón de la velocidad, encontró la perfección de un simple anillo. Pensó entonces en el caos de todas las vidas, y en el arte refinado de las cosas que saben articularlo en una única figura, completa. Y comprendió qué es lo que nos conmueve en los libros, en la mirada de los niños y en los árboles solitarios, en medio del campo. Cuando se dio cuenta de que había arribado al secreto de aquel dibujo, cerró los ojos, vio los ojos de Ultimo, sonrió. Luego apoyó una mano sobre el brazo del muchacho que conducía. El automóvil fue bajando de velocidad (...).

è  Altres n'han dit...
Espacios en blanco..., Tierra de nadieDe donde las hadas..., Invisible, Confieso que he leído, O mejor, ¡denme el librillo entero!, Los libros de mi vida, Paradigmas, Librinprestito

è  Enllaços:
Alessandro Baricco, novel·lista o poeta?, estructura i temàtiques, deixeu-vos acaronar per les paraules, altibaixos, l'ombra d'or, Caporetto: retirada o desfeta?, somnis d'infantesa, el mite, la vida és com una carretera.



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