Dibujos animados - Félix Romeo






"Los padres desaparecen. El único hombre allí era yo. Y el Pato Donald."


Romeo, Félix. Dibujos animados.
Barcelona: Anagrama, 2001



Col·lecció Narrativas hispánicas, 304  i



è  Què en diu la contraportada...
Dibujos animados es la historia de un adolescente que no diferencia la realidad de un episodio de Coyote y Correcaminos. Relato de aprendizaje con el telón de fondo de una Zaragoza desaparecida, memoria familiar, crónica lateral de la generación que creció en la España de la transición, esta primera novela de Félix Romeo es un singular viaje a nuestra historia más reciente, un tiempo que parece haberse vivido sin dejar huella.
Dibujos animados, escrita con una asombrosa economía de recursos, revela a un narrador de estilo despojado y muy personal, cuya intensidad expresiva atrapa al lector en una simbiosis indisoluble entre realidad y ficción.


è  Com comença...
El día de la mudanza, mi hermana se metió en una caja de cartón. Mi padre buscaba a mi hermana y mi madre buscaba a mi hermana. Y también mi hermano. A mí me dejaron con la gata. Mi hermana llegó a la nueva casa dentro de una caja de Vanguard blanco y negro. En una mano llevaba una batidora y en la otra un enorme pepón.

è  Moments...
(Pàg. 21)
El deseo es así, uno se pega toda la vida esperando algo y cuando ese algo llega la vida se te queda como rota. Lo sé. He deseado como un cabrón. He dejado tanto tiempo en mis deseos que pienso que en cualquier momento puedo encontrarme con la lámpara de Aladino. Y que el genio me conceda tres deseos. Y lo pienso de verdad. Deseaba que Coyote le diera un tajo en la garganta a Correcaminos.

(Pàg. 23) 
El pasado es un tiempo en el que yo era culpable.

(Pàg. 41) 
Una pistola pesa de una manera distinta al resto de las cosas. Una pistola pesa su peso y el peso de la conciencia.

(Pàg. 60) 
Si me encontrara con la lámpara de Aladino le pediría un montón de pasta, pero ante le pediría que me hiciera olvidar el pasado. Y si sólo pudiera pedir un deseo le pediría que me borrara el pasado. Que me quitara de la cabeza un montón de cosas. El pasado es una pesadilla. Cada vez el pasado es más grande. Y eso parece que no lo piensa nadie. Que nadie se da cuenta. El pasado devora. El pasado es como una piedra en el centro de la cabeza. Le pediría que mandara al infierno mis recuerdos. Todos.

(Pàg. 86) 
Nunca supe si mi abuelo mató a alguien en la Batalla del Ebro. Pensaba en mi abuelo cuando pensaba en la muerte. Lo imaginaba disparando contra el enemigo. Descargando el cargador con saña. Matando. La idea de matar era la imagen de mi abuelo. Sentado, liando picadura y acariciando al perro. Así era la muerte.

(Pàg. 91)  
Cuando volvía a casa y estaba a oscuras gritaba "Mamaaaaaá, mamaaaaaaá" y avanzaba pegado a la pared. Allí estaba mi madre, con la luz apagada, oyendo Lucecita o Simplemente María o la Señora Francis. Me miraba y no decía nada. A veces decía "Shhh" y esperaba a que hubiera un descanso para hablarme. Allí había otra vida. Una vida que no llegaba a entender. Una vida de dolor inconsolable, de llanto. Aunque no hubiera muerte.

(Pàg.96)
No dibujé a mi padre. Dibujé a toda mi familia y a mis tíos y a mis abuelos y a primos lejanos. Y allí no estaba mi padre. Don Otilio miró el dibujo y me preguntó: “¿No tienes papá?” Yo le miré y le dije que sí tenía papá. Y luego llamaron a mis padres. Y el psicólogo estuvo hablando con ellos. A mi padre se le hundieron los ojos en la tierra. Durante unos meses. Estaba como huido. Como si quisiera imitar la familia del dibujo. Mi madre no decía nada.

(Pàg. 108)
No había papá por ningún lado. Y eso que los padres aparecían por todas partes. La cojita parecía haber nacido directamente del vientre de su madre. Como una virgen. Esas cosas pasan a veces. Y yo buscaba fotografías por la casa. Miraba encima de las mesas donde se ponen fotografías y allí no había rastro de su padre. Si había un padre hacía todo lo posible para no ser descubierto. Los padres desaparecen. El único hombre allí era yo. Y el Pato Donald.

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