El juego al revés - Antonio Tabucchi




"(...) para matar a alguien no siempre es necesario darle muerte, a veces basta con un gesto (...)."





Tabucchi, Antonio. El juego al revés. 
Barcelona: Anagrama, 2001

Il gioco del rovescio. Traducció de Carmen Artal
Col.lecció Compactos, 258





>> Què en diu la contraportada...
”Una colección de relatos de elegante imprevisibilidad bajo el signo de una cultura literaria suntuosamente refinada”; así calificó el crítico italiano Giovanni Raboni a El juego al revés, otra muestra de la extraordinaria sabiduría narrativa de Antonio Tabucchi, un autor capaz de cautivar tanto a los lectores “normales” como a aquellos más exigentemente “literarios” y apasionados por músicas verbales y figuras narrativas. El primer relato que da título al volumen proporciona también, en cierto sentido, la clave de la lectura. Un hilo común recorre el libro entero, el de la bipolaridad, el desdoblamiento, el contraste, en un juego infinito, como es infinito el océano de la lengua.

>> Com comença...
Cuando Maria do Carmo Meneses de Sequeira murió, yo estaba contemplando Las Meninas de Velásquez en el museo del Prado. Era un mediodía de julio y yo no sabía que ella se estaba muriendo. Me quedé mirando el cuadro hasta las doce y cuarto, luego salí lentamente procurando imprimir en la memoria la expresión de la figura del fondo, recuerdo que pense en las palabras de Maria do Carmo: la clave del cuadro está en la figura del fondo, es un juego al revés (...)

>> Moments...
(Pàg. 17)
(...) ¿ha visto alguna vez una corrida portuguesa?, no matan al toro, sabe, el torero revolotea en torno a él durante media hora y luego al final hace un gesto simbólico estirando el brazo como una espada, entre un rebaño de vacas haciendo tolón tolón, el toro se va derecho hacia el rebaño y todos a casa, olé, si esto le parece torear. A lo mejor es más elegante, dije yo, para matar a alguien no siempre es necesario darle muerte, a veces basta con un gesto (...).
EL JUEGO DEL REVES

(Pàg. 49)
En 1934 Mozambique era una colonia poblada de gente extraña y de grandes soledades, con inquietantes sombras serviciales, presencias raras y fantasmales, figuras aventureras, improbables y fugaces. Tenía algo de los relatos de Conrad, quizá la inquietud, la abyección y la secreta melancolía.
TEATRO

(Pàg. 51)
África, con su inmanencia y su lasitud, agigantaba las distancias y mitigaba las memorias.
TEATRO

(Pàg. 52)
África era sólo un espacio del espíritu, algo imprevisible, un azar. En África se tenía la sensación de estar lejos, incluso de uno mismo.
TEATRO

(Pàg. 61)
A fin de cuentas me encontraba bastante convincente, cuando mentía, tal vez más que cuando decía la verdad. Pero enfrentada a una pregunta directa, sin puntos de apoyo, sin ni siquiera la menor sospecha de quién o qué podía ser ikebana, toda mi buena disposición a la mentira se desmoronó inexorablemente y no tuve más remedio que admitir mi ignorancia.
PARAÍSO CELESTE

(Pàg. 125)
Los atardeceres eran lentos, morosos, ensangrentados por crepúsculos magníficos. Seguían noches cálidas y lánguidas, moteadas por el destello verde del faro, en la otra punta del golfo. ¿Te gustaría que mi cuento empezase así, verdad? Siempre has tenido una cierta predilección por lo oleográfico. Bajo tu refinamiento discreto y contenido –tu charme- siempre has ocultado un velo de mal gusto que tal vez te pertenecía en lo más íntimo. ¡ Y sin embargo cómo odiabas “el mal gusto”!. Te horrorizaba. Y lo banal, lo cotidiano: eran cosas monstruosas. Pues bien, puedo empezar así mi cuento. Por supuesto que me gustaba la villa. Los atardeceres eran lentos, morosos, ensangrentados por crepúsculos magníficos.
EL PEQUEÑO GATSBY

(Pàg. 127)
(...) la edad que sentí no pertenecía al registro civil, era una sofocación, como un velo en torno al rostro.
EL PEQUEÑO GATSBY

(Pàg. 129)
(...) no tenías nada de flapper, ni la melena ni las medias de rayón, y ya no hablemos de tu ánimo: tú pertenecías a otra categoría, podrías estar en una novela de Drieu, a lo mejor, o de Pérez Galdós, tenías un sentido trágico de la vida, tal vez fuese tu egoísmo insuperable, como una condena.
EL PEQUEÑO GATSBY

(Pàg. 136)
(...) Decía que no iba mal, no, realmente no iba mal, estaba bastante adelantada, sí, la historia ya la tenía toda, dramática, por supuesto, pero con un toque de frivolidad, al drama le favorece la frivolidad: dos destinos que no se encuentran, una vida equivocada, dos vidas equivocadas....¿Desesperación?, desde luego, pero con mesura. Quizás una muerte. Todavía no sabía si de él o de ella; o tal vez, qué se yo, una gran traición. Pero sobre todo inadaptación a la vida, como si nada bastase, y una sensación de despilfarro, y a la vez algo así como un sin sentido: y luego un egoísmo perverso. La señora McKisco suspiraba con comprensión, como si dijese: ¿pero a quien puede bastarle la vida?.
EL PEQUEÑO GATSBY

(Pàg. 147)
Y luego me preguntó si conocía el ruido del tiempo. No, dije yo, no lo conozco. Bueno, dijo él, basta sentarse en la cama, durante la noche, cuando uno no logra dormirse, y permanecer con los ojos abiertos en la oscuridad, y al cabo de un rato se oye, es como un mugido en lontananza, como el aliento de un animal que devora a la gente.
VOCES

>> Altres n'han dit...
Barco Borracho 1871,

>> Enllaços:
Antonio Tabucchi, l'ofici d'escriurel'autor en context, girar l'angle i veure més enllàSaudade



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