El regreso - Joseph Conrad

.
Conrad, Joseph. El regreso.
Madrid: Funambulista, 2007










Traducció de J.M. Lacruz Bassols
Colecció Grandes Clásicos


>> Què en diu la contraportada...
Un hombre vuelve del trabajo al hogar y se encuentra una carta de su mujer anunciándole que lo abandona. Pero al poco ella regresa a casa. Ésta es la trama, desnuda y descarnada de este libro. «El regreso», incluido en el libro Cuentos de inquietud (1898), insólita obra de Joseph Conrad por su intimismo y el decorado «a puerta cerrada» en que se desarrolla, presenta un doble interés, psicológico y social. La tensión mental extrema de una pareja al borde de la ruptura, su crispación y su reserva, son el eje sobre que el que gravita este drama de la vida burguesa.
En todo momento el malestar alcanza al lector de este «anticulebrón» (convertido en una bellísima película dirigida por Patrice Chéreau, con Isabelle Huppert, que obtuvo el premio de interpretación en Venecia) acerca del cual Ford Madox Ford escribió: «Es un historia de incomprensión conyugal casi obscena que sólo nos atrevemos a mirar como a hurtadillas, en secreto…».

Un libro inquietante, una certera radiografía de la desazón que anida en algo tan cotidiano como puede ser la infidelidad, y que al mismo tiempo abre las puertas del propio infierno; ese infierno que quizá somos nosotros mismos…

>> Com comença...
El tren de cercanías procedente de la City surgió impetuoso del negro túnel, y con un fuerte chirriar de las ruedas se detuvo en la oscura y humeante estación de West End. Se abrieron una tras otra las compuertas de los vagones, dando paso a una multitud de viajeros; bajo los sombreros de copa aparecían unos rostros más bien pálidos de personas sanas, que llevaban abrigos de tonos oscuros, y botas lustrosas.

>> Moments...
(Pâg. 8)
Los viajeros subían con paso ligero una triste escalera de desnudas paredes; de espaldas parecían todos iguales, como si llevaran el mismo uniforme; aunque sus rostros anónimos eran distintos, curiosamente tenían todos un aire familiar, como si fuesen una pandilla de hermanos que, ya sea por prudencia, dignidad, desdén o mero cálculo, se ignoran totatlmente entre sí; (...)

(Pàg. 9)
Avanzaba con paso decidido. Una llovizna se iba depositando como n polvillo palteado en las ropas y los bigotes, mojando los rostros, abrillantando las aceras, oscureciendo los muros y haciendo que goteasen los paraguas.

(Pàg. 11)
Era un mundo de gente encantadora, un mundo auténtico dechado de virtudes, donde nada se realiza y donde toda alegría y tragedia se ven rebajadas, prudentemente, a mera satisfacción y molestia. En esta región, en que se cultivan bastante los nobles sentimientos para disimular el despiadado materialismo de las ideas y de las aspiraciones, fue donde Alvan Hervey y su esposa vivieron cinco años de comedida felicidad, jamás perturbada por duda alguna sobre el justo valor moral de su existencia.

(Pàg. 27)
Cabe perdonar un crimen; se puede sacar partido de un sacrificio desinteresado, de una confianza ciega, de la fe incendiaria, y de cualquier otra locura: el sufrimiento, la muerte misma, se peuden explicar, esbozando una sonrisa o arrugando el entrecejo; pero la pasión es la imperdonable y secreta infamia de nuestro corazón, algo que hay que aborrecer, combatir y aniquilar, algo vergonzoso y execrable que profana las sonrientes promesas, que hace caer las plácidas máscaras, que desnuda hasta la mismísima vida. ¡ Y le ocurría a él!

(Pàg. 32)
En la vida hay sucesos, contactos, vislumbres que parecen poner fin brutalmente al pasado entero. Se produce un choque sonora, como una puerta cerrándose a nuestras espaldas por la pérfida mano del destino. ¡Necios o sabios, id en busca de otro Edén! Tras un instante de consternación muda, ha de reiniciarse el peregrinaje, el doloroso esclarecimiento de los enigmas, la febril búsqueda de las ilusiones, la recogida de una nueva cosecha de mentiras con el sudor de la frente, todo ello para hacer posible la vida, para hacerla soportable, amable, con el fin de legar intacta a una nueva generación de ciegos errantes la valiosa leyenda de un país insensible, de una tierra prometida, en donde florecen las flores y las bendiciones...

(Pàg. 41)
Ella era la encarnación de todos los breves instantes que cada hombre se reserva en la vida para soñar, para soñar sueños sublimes que plasman los más queridos y provechosos anhelos.

(Pàg. 54)
Llevado por sus emociones, se agarró la cabeza con ambas manos y repitió frenéticamente:
- ¿Qué he hecho? ¡Pero dímelo...!
- Nada –contestó ella.
- Ah, lo ves... no puedes...-siguió diciendo él, triunfante, mientras se alejaba: luego, de repente, como si un obstáculo lo devolviera a ella, se volvió con viveza y gritó con exasperación:
- ¿Qué demonios esperabas de mí?

(Pàg. 81)
A menudo en la vida, en la concepción más elevada de la vida, en determinadas circunstancias, decirlo todo sería completamente criminal. La tentación de hacerlo no justifica a nadie, sabes... Ni siquiera existe, si uno piensa de verdad en la propia felicidad... que reposa en el deber.

(Pàg. 85)
No habría podido decir, al verla, por qué pensó de pronto en el día siguiente, ni por qué esta idea despertaba en él un hondo sentimiento de cansancio y desaliento inefables... un temor a tener que arrostrar los días venideros. ¡Mañana! Eso estaba tan lejos como ayer.

(Pàg. 91)
¿Qué significaba esa palidez, ese rostro plácido, esa frente cándida, esos ojos puros? ¿Qué había pensado ella durante todos esos años? ¿Qué pensaba ayer, hoy? ¿Qué pensaría mañana? Tenía que descubrirlo... ¿Pero cómo lograrlo? Lo había engañado a él, pero no sólo a él, sino al otro y a ella misma; estaba presta a engañar... por deferencia hacia él. Siempre engañar. Llevaba la mentira en ella, respiraba la mentira, vivía en la mentira, mentiría siempre, ¡hasta el final de sus días!, y él no sabría nunca lo que pasaba por su cabeza... ¡nunca! ¡Nunca! Nadie podría saberlo. Era imposible saberlo.

(Pàg. 94)
Los pasos aterciopelados de Alvan y el tic-tac sordo del péndulo en la alta chimenea dialogaban de modo regular, como si el tiempo y el propio Alvan, inmersos en un combate controlado, caminaran conjuntamente hacia una finalidad misteriosa en esa penumbra de delicados vislumbres infernales.

(Pàg. 100)
La vida es imposible sin fe ni amor, sin fe en el corazón humano, ¡sin amor por un ser humano!

(Pàg. 103)
Un nuevo día empezaba. Mañana había llegado; ese mañana misterioso y engañoso que lleva a los hombres –desdeñosos del amor y de la fe- siempre más lejos, más lejos entre las punzantes futilidades de la vida hasta la justa retribución de la tumba.

(Pàg. 109)
Entendió súbitamente que la moral no lleva a la dicha. La revelación fue tremenda. Se percató, de pronto, de que nada de lo que sabía tenía la menor importancia. Las acciones de los hombres y de las mujeres, el éxito, nada de todo esto contaba. No era una cuestión de sufrimientos más o menos importantes, de tal alegría o de tal pena. Se trataba de la verdad o de la falsedad: era una cuestión de vida o de muerte.

>> Altres n'han dit...

>> Enllaços:

>> Llegeix-lo:
Només el relat: anglès (html)
Volum de contes original: espanyol, anglès, angles (escaneig)
Amb altres obres de l'autor: espanyol

>> Escolta'l:
Anglès
.

Comentaris

  1. L'argument captiva. Fa unes setmanes vaig llegir que l'havien publicat en català fa poc amb el títol Contes del neguit.

    ResponElimina

Publica un comentari a l'entrada

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Entrades populars d'aquest blog

Les cròniques marcianes - Ray Bradbury

La veïna - Isabel-Clara Simó

Nosaltres - Ievgueni Zamiatin

-Uf, va dir ell - Quim Monzó

El gobelet dels daus - Max Jacob

Amore - Giorgio Manganelli