Técnicas de iluminación - Eloy Tizón

 



 

" Uno se siente más cómodo y protegido en las afueras de la felicidad (...)."

 

 

 


 


Tizón, Eloy. Técnicas de iluminación.
Madrid: Páginas de Espuma, 2013




::: Què en diu la contraportada...
¿Qué ocurrió realmente en la fiesta celebrada anoche? ¿Hubo alguna víctima? ¿Qué contiene la caja que nuestro jefe nos entrega en secreto, pidiéndonos que no la abramos, y dentro de la cual se detecta una agitación, un mínimo llanto? ¿Será un ser vivo o un mecanismo de relojería? ¿Quién es “esa otra persona que no nos interesa”, que suele aparecer en las relaciones de pareja casi siempre adosada al ser amado y de la que es imposible librarse? ¿De qué clase de apocalipsis huye esa familia que abandona la ciudad con lo puesto y termina vagando perdida por el bosque?

En todos estos relatos hay un reverso de sombra, un vértice de silencio, algo que no se nombra directamente pero que es una invitación al lector para que se sumerja y participe en la construcción del sentido. Para que intervenga en la extraña normalidad de estos diez sueños, y pueda encontrar un poco de claridad o un lapicero contra la desdicha. Páginas que resplandecen con luz propia. Técnicas de iluminación.

::: Com comença...
Uno camina y camina. Camina a la sombra. Camina al sol. No deja de caminar nunca, despacio o rápido dependiendo de los días. Da vueltas en círculo. Se empapa con la lluvia y se seca con la luz. ¿Por qué caminar tanto? No hay respuesta. No hay tiempo para analizarlo (…).
Fotosíntesis.

::: Moments...
(Pàg. 13)
Somos un pueblo con alma de ventanilla atornillados a su pluma y su tintero, qué le vamos a hacer, una raza de chupatintas, con eso está todo dicho. Nuestra frase favorita es: que pase el siguiente.
Fotosíntesis

(Pàg. 14)
Uno es un inconformista, asiente ante la verdad, no le queda más remedio, por algo uno tiene como oficio ser medio escribiente medio charlatán de verbena.
Fotosíntesis

(Pàg. 16)
Uno se siente más cómodo y protegido en las afueras de la felicidad -igual que en las afueras de las ciudades o en las afueras de la gente-, sin tanta presión encima, con más espacio libre para moverse y, llegado el caso, bailar. Son esos momentos previos en que la felicidad gravita alrededor de uno en forma de promesa. Una moderada desgracia, una calamidad llevadera, el intervalo entre dos alferecías. La felicidad sobreviene y es una crisis, una catástrofe, un rayo que calcina un árbol, una enfermedad fulminante para la cual no hay antídoto. La felicidad es un lugar solitario.
Fotosíntesis.

(Pàg. 17)
A lo que más se parece eso que algunos llaman vida es a una línea serpenteante que parte de la mano y sigue una ruta continua, sin interrumpirse nunca, y el mismo trazo que modela la vasija del alfarero es el que modela la nervadura de la hoja en el árbol, se prolonga en la curva de la ola y coincide con el perfil de algunas mujeres, muy pocas, que nos hicieron temblar. Todo forma parte del mismo hilo del mismo ovillo. Cualquier línea que uno mira puede ser la línea del horizonte. Vivir es vibrar.
Fotosíntesis.

(Pàg. 19)
(…) hoy en día están de moda los autores que parecen anuncios de detergentes: no hay manera de distinguirlos. Todos hacen una espuma parecida, antes de evaporarse tragados por el sumidero (…).
Fotosíntesis.

(Pàg. 19)
Mirar también es una forma de rezar.
Fotosíntesis.

(Pàg. 23)
(…)oigo sus risas alejándose, llevándose el sol con ellas, cada vez más remotas, más rubias, más cervezas, me bebí la soledad de un trago. La soledad me sorbió. Y hasta ahora. No duele. Solo queda el espectro de un pequeño arco ojival de espuma en el mostrador. Se limpia sin esfuerzo (…).
Merecía se domingo

(Pàg. 36)
Ciudad. Hay una hora en la que no está claro si subes al último metro de la noche o al primero de la mañana, si vas o vuelves, una hora morfina, ni sí ni no, entrecruzada, ni dormida ni despierta, con ojeras violetas de cansancio por trasnochar demasiado o por no trasnochar lo suficiente, tanto da, el resultado es el mismo, la hora en que los vagones vacíos circulan yendo o viniendo de las cocheras recién desinfectados, con las ventanillas chorreantes de jabón, como si acabasen de emerger del fondo del mar.
Esa hora. Esa luz. Esa explosión solar entre dos bloques de casas. Ese resol naranja de pájaros y jaulas. Ese momento casi hipnótico de desajuste cronológico en que dos mundos paralelos se superponen y por un instante se cruzan, sin reconocerse, inconsolables ambos (…)
Ciudad dormitorio

(Pàg. 42)

Nos conformamos. Vivimos. El poco amor que quedaba estaba dicho en los libros, en las películas, en los telefilmes, en las óperas, clavado en las paredes de los museos, custodiado por vigilantes armados, e incluso tallado a gritos en las puertas de las letrinas con su caligrafía subnormal y su voz rota de cisterna, ahí fuera, pocas veces en la vida real.
Ciudad dormitorio

(Pàg. 55)
Perderse no es tan fácil. Requiere superar grandes obstáculos, huir de los lugares comunes, de los hábitos que nos cercan, esquivar escrupulosamente las caras conocidas de amistades y familiares para las que significamos algo y tenemos un pasado que nos narra. Sobre todo eso, las caras.
La calidad del aire

(Pàg. 56)
Perderse es una disciplina para la que se necesita valor y algo de entrenamiento.
La calidad del aire

(Pàg. 71)

Nosotros bebíamos vino. Degustábamos los zumos de la tierra. Paladeábamos el rastro a nogal de las lluvias, la lentitud de las vendimias, la carne roja del sol. Era un sabor caliente que te agrandaba la boca. Aquel vino tenía algo de beso, dejaba manchas de carmín en los labios. Prolongábamos el instante el máximo tiempo posible, no queríamos que concluyese aquella tregua, aquel beso del verano.
Los horarios cambiados

(Pàg. 72)

(…) un día terminé rindiéndome a la verdad: que no existe nada parecido a un lugar acogedor para escribir. Que escribir es, en sí mismo (tiene que serlo), lo contrario del hogar: un lugar inhóspito, manicomial, un sótano con poca luz y humedad excesiva. Desde entonces dejé de buscar, me conformé con lo que tenía, me relajé. Asumí que escribir no era ese espacio apropiado para instalarse en él durante largas temporadas, sino solo para hacer visitas breves, entrar y salir, y el resto del tiempo pasarlo fuera y a ser posible lejos, cuanto más lejos mejor. Y en esto -pero solo en esto- se parece un poco a la felicidad.
Los horarios cambiados

(Pàg. 77)

Preparar una maleta era igual de comprometido que urdir una ficción, soñar un libro o construir un universo poético. Uno solo puede hacer algo bien obsesionándose con ello. Si no, resulta imposible.
Los horarios cambiados.

(Pâg. 78)

Uno inventa pasiones en una página porque las ha vivido antes o porque quiere vivirlas o para no tener que vivirlas.
Los horarios cambiados

(Pàg. 96)

Y los dos estaban enamorados y se alejaban flotando hacia el futuro y la vida en común envueltos en el aroma desfalleciente de las flores, los centros de mesa, las botellas de champán, el humo de las velas y la marihuana fumada y toda la música tristísima de los altavoces, esa música de boda, ni buena ni mala, pero con algo hueco y horrible, capaz de arañarte el corazón y hacerte sangrar al menor descuido.
Alrededor de la boda

(Pàg. 113)

Sigues sin saber para qué vives, nadie lo sabe. Todos tenemos dudas, todos tenemos miedo, todos estamos muy solos. Uno intenta vivir, mejor o peor, eso es todo. Salir del atolladero sin demasiadas magulladuras. Hay que vivir sin estar realmente preparados para la vida, improvisando sobre la marcha, como quien toca de oído, a ver qué sale.
Manchas solares

(Pàg. 114)

(…) un día, tarde o temprano, todos morimos. Y nuestros huesos se mezclarán unos con otros, hasta confundirse en una pasta común, cuando nos coma la tierra. Pero entonces qué sentido tiene sufrir tanto y hacer sufrir a los demás y no ser felices pudiendo serlo y todo eso. Tanta infelicidad, para qué.
Manchas solares

(Pàg. 135)

En el vidrio del parabrisas corrían las ruinas del atardecer, otro domingo se desintegraba y moría, la oscuridad iba ganando terreno y la mañana del lunes, poco a poco, se comía a dentelladas las últimas esperanzas.
El cielo en casa

(Pàg. 143)

(…) hay cosas que no tienen remedio, no tienen cura, por suerte la capacidad de olvido del ser humano es prácticamente ilimitada y gracias a eso se vive. El sol que nos alumbra hoy procede de la luz extinguida de miles de millones de imaginaciones muertas.
El cielo en casa

(Pàg. 159)

A todas horas dan premios, entregan estatuillas, se baten récords, alguien sube o baja del estrado, levanta una medalla y agradece la distinción con lágrimas en los ojos y falsa modestia, con hipo en la garganta, jura que no lo merece ante los flashes de los fotógrafos cuando está convencido de lo contrario, es todo una farsa, una caricatura , una etapa más hacia la cretinización total de la especie en su lenta carrera hacia la nada, entre todos lo conseguiremos, vamos, ánimo, un empujoncito más, que ya falta poco.
Nautilus

::: Què en penso...
Eloy Tizón es d’aquells autors que obliga al lector a marcar paràgrafs, frases i fins i tot pàgines durant la lectura. La capacitat de suggerir de la seva prosa és extraordinària. I com no pot ser d’altra manera, també en els relats que composen el recull Técnicas de iluminación.

La veritat és que aquests relats no són aptes per a tothom. Alguns són àgils i flueixen de la foscor a la llum amb una gran delicadesa, altres són emocionalment densos i espessos; una mena de trampa que et priva d’avançar i escapar d'un entorn obscur, nocturn, solitari i desangelat.

I és que Eloy Tizón construeix els seus relats amb una prosa subtil - que combina una forma elegant però força sensible amb un fons opressiu, melancòlic i solitari-. Un prosa prenyada d’imatges molt potents. No són d’estranyar doncs, les abstraccions que potser pateix el lector durant la lectura.

Les deu peces que composen el recull parlen de la buidor. Els textos són de caràcter reflexiu, amb un no sé que de filosòfic. Una mena d’existencialisme naïf que ens parla sobre la vida, l’amor, la soledat, la felicitat, el destí... Sobre la confusió vital, en definitiva.

Tizón, ja sigui en primera persona del singular o del plural, exerceix una mirada sobre els paisatges íntims dels seus personatges: identitat, soledat, desencís, ressentiment,... Mirada que l'autor madrileny transforma en un retrat complet sobre l’estultícia opressora que caracteritza a la societat.

Però Tizón també ens parla sobre literatura, específicament sobre la feina d’escriure: la preparació inicial, la inspiració, el lloc on escriure, les ganes d’escriure i, molt important, ens parla també sobre la virtut d’escriure. De fet, sembla que lligui escriptura amb identitat.

Ara bé, amb Tizón llegeixes prosa però degustes poesia. L’autor dota d’una potent essència poètica les seves narracions. Ja sigui pel repertori semàntic usat, per les metàfores –escruixidores- amb que salpebre els seus relats, per la sintaxi alternativa que empra o per la proximitat narrativa que sap generar.

En definitiva, Técnicas de iluminación ofereix una lectura propositiva que colpeja el subconscient més que la raó. Una lectura que penetra molt endins sense fer gaire soroll.


::: Altres n’han dit...
Lectura y locura,
No Sólo Técnica (P.Peinado), Lector Mal-herido Inc, Javier Peñas, Isabel Egea, Un libro al día (Santi), Devaneos, Todo literatura (F. Velasco), Lecturas sumergidas (E.Rodríguez), La Medicina de Tongoy, Suburbano (F. Terrones), Encuentros de lecturas, Vísperas de nada (M.A. Ordovás), Libros y Literatura (S. Sancor), Bitácora de Alena Collar.

::: Enllaços:
Eloy Tizón, què en diu el mateix autor, una altra entrevista, punts clau de la prosa de Tizón.


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