Réquiem por un campesino español - Ramón J. Sender
"Disparos por la noche, sangre, malas pasiones, habladurías, procacidades de aquella gente forastera, que, sin embargo, parecía educada."
Sender, Ramon J. Réquiem por un campesino español.
Barcelona: Ediciones Destino, 1984 (10ª Ed.)
Col·lecció
Destinolibro, 15
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Què en diu la contraportada...
Réquiem
por un campesino español, novela corta (1953), cuyo título anterior fue Mosén Millán, recoge
un dramático episodio de la guerra civil en un pueblecito aragonés. Mosén
Millan se dispone a ofrecer una misa en sufragio del alma de un joven a quien
había querido como a un hijo. Mientras aguarda a los asistentes, el cura
reconstruye los hechos: el fracaso de su mediación, con la que creyó poder
salvar al joven –refugiado en el monte en los primeros días del levantamiento-,
pero que no sirvió sino para entregarlo a sus ejecutores. El relato es de una
perfecta sobriedad y de una sencillez no por ello menos profunda y
estremecedora. Intensa y conmovedora, es una de las más conseguidas narraciones
del autor.
>> Com comença...
>> Com comença...
El cura
esperaba sentado en un sillón con la cabeza inclinada sobre la casulla de los
oficios de réquiem. La sacristía olía a incienso. En un rincón había un
fajo de ramitas de olivo de las que habían sobrado el Domingo de Ramos. Las
hojas estaban muy secas, y parecían de metal. Al pasar cerca, Mosén Millán
evitaba rozarlas porque se desprendían y caían al suelo.
Iba y venía el monaguillo con su roquete blanco. La sacristía tenía dos ventanas que daban al pequeño huerto de la abadía. Llegaban del otro lado de los cristales rumores humildes.
Iba y venía el monaguillo con su roquete blanco. La sacristía tenía dos ventanas que daban al pequeño huerto de la abadía. Llegaban del otro lado de los cristales rumores humildes.
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Moments...
(Pàg.
12)
Por las
ventanas de la sacristía llegaba ahora un olor de hierbas quemadas, y Mosén
Millán, sin dejar de rezar, sentía en ese olor las añoranzas de su propia
juventud. Era viejo, y estaba llegando –se decía- a esa edad en que la sal ha
perdido su sabor, como dice la Biblia.
(Pàg.
32)
La
turbación de Paco procedía del hecho de haber visto aquellas imágenes
polvorientas y desnarigadas en un desván del templo donde amontonaban los
trastos viejos. Había también allí piernas de cristos desprendidas de los
cuerpos, estatuas de mártires desnudos y sufrientes. Cabezas de ecce homos
lacrimosos, paños de verónicas colgados del muro, trípodes hechos con listones
de madera que tenían un busto de mujer en lo alto, y que, cubiertos por un
manto en forma cónica, se convertían en Nuestra Señora de los Desamparados.
(Pàg.
39)
- ¿Por
qué no va a verlo nadie, Mosén Millán?
- ¿Qué importa eso, Paco? El que se muere, rico o pobre, siempre está solo aunque vayan los demás a verlo. La vida es así y Dios que la ha hecho sabe por qué.
- ¿Qué importa eso, Paco? El que se muere, rico o pobre, siempre está solo aunque vayan los demás a verlo. La vida es así y Dios que la ha hecho sabe por qué.
(Pàg.
52)
- (...)
A mi no me importa estar sin guardia civil.
- No seas badulaque.
- Digo la verdad, Mosén Millán.
- ¿Pero tú crees que sin guardia civil se podría sujetar a la gente? Hay mucha maldad en el mundo.
- No lo creo.
- ¿Y la gente de las cuevas?
- No seas badulaque.
- Digo la verdad, Mosén Millán.
- ¿Pero tú crees que sin guardia civil se podría sujetar a la gente? Hay mucha maldad en el mundo.
- No lo creo.
- ¿Y la gente de las cuevas?
- En
lugar de traer guardia civil, se podían quitar las cuevas, Mosén Millán.
- Iluso. Eres un iluso.
- Iluso. Eres un iluso.
(Pàg.
82)
Nadie
sabía cuándo mataban a la gente. Es decir, lo sabían, pero nadie los veía. Lo
hacían por la noche, y durante el día el pueblo parecía en calma.
(Pàg.
84)
Disparos
por la noche, sangre, malas pasiones, habladurías, procacidades de aquella
gente forastera, que, sin embargo, parecía educada. Y don Valeriano se
lamentaba de lo que sucedía y al mismo tiempo empujaba a los señoritos de la
ciudad a matar más gente.
(Pàg.
85)
Nadie
lloraba y nadie reía en el pueblo. Mosén Millán pensaba que sin risa y sin
llanto la vida podía ser horrible como una pesadilla.
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Cròniques del meu món, Brisne, buceando entre libros, Leer es mi afición, En la orilla de la vida,
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