La previa muerte del lugarteniente Aloof - Álvaro Pombo
"(...) un porqué nos hace falta. Si hay, sobre todo, que mandar hombres a morir. Tener un sentimiento, una bandera…(…).
Pombo, Álvaro. La previa muerte del lugarteniente Aloof.
Barcelona: Anagrama, 2009
Col·lecció Narrativas hispánicas, 461
::: Què en diu l’editorial...
Ésta es una novela de aventuras, un texto popular que el lector disfrutará desde la primera página hasta la última. Contiene además una meditación acerca de la aventura que forma parte de la trama misma de las aventuras que aquí se cuentan. Meditar acerca de sus aventuras no es lo propio del aventurero, que se limita a llevarlas a cabo.
Aquí tenemos un aventurero peculiar que es, además, reflexivo y que trata de entender por qué hace lo que hace, por qué se aventura en sus aventuras. El carácter, entonces, de este personaje sin nombre que atiende por un mote, «Aloof», se duplica porque, al preguntarse por el significado de sus aventuras, acaba preguntándose por el significado de su propia identidad. Pero la identidad de Aloof no queda clara, ni para él mismo ni para el narratólogo que, al cabo de los años, encuentra el manuscrito donde Aloof dejó registrada una de sus aventuras.
La trama de esta novela es, pues, en parte aventura y en parte filosófica gracias no sólo a la actividad del narratólogo que comenta lo que ocurre sino también gracias a que el otro protagonista de la novela, Lord Redkins, es también un aventurero reflexivo que sólo a medias cree que el correr aventuras signifique algo más allá de la propia acción de llevarlas a cabo. Queda finalmente el texto, la ficción, como el resultado objetivado de la experiencia de estos personajes, que quizá pueda arrojar algo de claridad sobre su pasado.
Este «diálogo» entre el texto del lugarteniente Aloof y el narratólogo, un «francotirador académico», es un sorprendente, magnífico, fascinante hallazgo de Álvaro Pombo, que se reafirma, una vez más, como uno de los mejores escritores en lengua española de nuestro tiempo.
::: Com comença...
La lluvia era todo lo que había. Y también los de abajo, que no eran del todo.
Esta frase del lugarteniente, anotada en su diario el domingo siete de diciembre, contenía, bajo su simple forma enunciativa, un doble deseo de que las cosas fueran como ahí se enunciaban, y no más bien como realmente son.
::: Moments...
(Pàg. 15)
E inventé, por eso, una buena parte de lo que contaba, guiándome por cosas que he leído y también por cosas que hice en tiempos, medio gestas, que en realidad no recordaba ni me importaban mucho, ni creo que hayan tenido demasiada importancia o relevancia en mi vida, ni siquiera entonces, pero que ahora, al enhebrarlas en los cuentos, cobraban su importancia, su prestigiosidad, del propio estar siendo contadas, aunque sólo a medias recordadas, como si el contarlas fuese una fuente que mana y corre por sí misma y se incrementa por sí sola a medida que se habla, quitándote incluso la respiración al oírtelas decir y al ver que encantan a quien se las cuentas.
(Pàg. 19)
A veces tengo la impresión de que hay dos voces, como mínimo: una voz narrativa, inconsecuente pero habilidosa, y otra voz meditativa, muy poética pero débil.
(Pàg. 25)
(…) debo, sí, reconocerle al personaje cierto vigor verbal y un como subtono de noble desesperación que me lleva a pensar que me esperarán páginas mejores, con menos batallitas y más penas del alma, con más interior y menos exterior, porque nada hay fuera y todos sabemos que ya no hay aventuras. Nunca las hubo. Lo aventurado y lo aventurero son marcadores estéticos igual que la ironía o el sarcasmo. Ya no hay aventuras, nada deja nunca de ser interior.
(Pàg. 36)
(…) puedo -en virtud de mi insignificancia pura- ponerme entre paréntesis y disfrutar del texto libre y crudo que me tocó en suerte. Nadie sabe de mí ni sé de nadie. Nadie está tan alejado como el teniente Aloof, ahora de toda comprensión y todo amor excepto el mío. Soy el lector perfecto, el que buscaba en sus andanzas, el oyente joven que por unos días le escuchó y le creyó y se encandiló con sus malaventuras y se acordó de él hasta la muerte.
(Pàg. 45)
A fuerza de alcohol, y arenques en salmuera y pan, acabé entripado y, de algún modo, olvidadizo: en esa beatitud artificial del bebedor que se sostiene en el instante puro del beber sin más acá ni más allá.
(Pàg. 50)
“(…) Antes yo tenía una bandera, mi capitán. Mi patria y mi bandera. Ahora como que estoy desnudo, aquí guerreando sin porqué.” Y yo intervine, casi sin querer, porque me interesó el asunto: “La guerra es sin porqué, ni falta que hace. Vamos y venimos. Metemos miedo y nos lo meten. Nos matan y matamos. No hay porqué. Es parte de la vida. Mejor vida que muchas. ¿No cree usted, sargento?” “Así lo creo, mi teniente. Sólo digo que un porqué nos hace falta. Si hay, sobre todo, que mandar hombres a morir. Tener un sentimiento, una bandera…(…).”
(Pàg. 62)
(…) deseaba detenerme en este comienzo dubitante un poco, en este momento en el que dos personas que hace un instante eran desconocidos, comienzan mutuamente a adivinarse.
(Pàg. 64)
Hay algo en este gesto de abandonar sus memorias a un cuaderno manuscrito que recuerda el mensaje dentro de una botella. Hay algo puro y salvaje en este buen escritor que sintió el placer de escribir su vida o una parte de ella y que, sin embargo, no hizo nada por publicarla.
(Pàg. 70)
(…) nada hay tan ridículo como un profesional del análisis de textos narrativos que se empeña en buscar correspondencias reales a esos textos.
(Pàg. 91)
No es verdad que las heridas del alma desaparezcan sin dejar huellas. Así también, el deseo de ser veraz, que cuando vivía estos acontecimientos me parecía tan importante, ahora sólo es una punzada firme y borrosa que me permite imaginar de nuevo lo que hablamos y reconstruirlo, casi con toda seguridad, arbitrariamente.
(Pàg. 126)
“¿(…) Cómo te las arreglas para resultar siempre verosímil?” “Supongo que soy un impostor natural. De tanto dar vueltas por el mundo he acabado siendo una colección de vistas o paisajes (…)”.
(Pàg. 133)
Soy un lector solitario. La jubilación no ha sido un modo de vivir, sino un aprender a morir que rechazo. No quiero aprender a morir y, sin embargo, ésa es la única exigencia que veo clara ahora: aprender esto en esta soledad en que vivo. Y siento envidia.
(Pàg. 141)
Fuimos una pareja muy normal, aunque distantes, claro, con los años. Como vienen a ser los matrimonios: muchas veces se quieren, pero no se soportan.
(Pàg. 147)
¿Quería entonces yo un final triste y vulgar para Aloof? Después de haberle amado como personaje de ficción, en toda su brillante irrealidad, ¿deseaba saberle ahora humillado por el principio de realidad como personaje de carne y hueso? Pero ¿no es este razonamiento una variante más de mi absurda enajenación, mi caprichosa voluntad de locura? Porque si en realidad había al final –y yo podía comprobarlo- una persona real que narró sus propias aventuras de juventud idealizándolas un poco al ficcionalizarlas, no había habido nunca dos personajes distintos, sino uno solo, el personaje real, con un correlato imaginario, Aloof, beneficiado por la apariencia de realidad que las narraciones confieren a lo narrado.
::: Què en penso...
A La previa muerte del lugarteniente Aloof d'Álvaro Pombo trobareu una lectura entretinguda però desconcertant alhora. Dues històries (potser tres) que hibriden ficció amb realitat i esdevenen, en conjunt, una reflexió sobre la identitat i l’envelliment.
No és una novel·la senzilla, tot sigui dit per endavant. Costa d’entrar-hi; costa entomar la proposta de l’autor. La seva tesi és complexa, tant a nivel de fons com també a nivell de forma.
Álvaro Pombo juga (sí, crec que el component lúdic és molt important) amb dos personatges tractats en primera persona. Un, el lloctinent del títol, projecta l’aventura, la joventut, la vida; l’altra, el narratòleg jubilat, projecta la vellesa, la soledat i la reflexió.
En aquest context un personatge és actiu i eloqüent i projecta allò que voldríem ser o retenir; i l’altra personatge llegeix i interpreta (o analitza) i reflecteix allò en que ens hem tornat. Però l’autor opta per retratar-se tant en un com en l’altre.
Així, com que les dues històries són cara i creu d’una mateixa moneda, Pombo tria la palanca metaliterària per connectar-les (per conectar-se ell mateix, goso dir). Aquesta es tradueix en un constant anàlisi literaria que recorre la novel·la i que a la vegada deriva en una anàlisi psicològica d’ambos personatges.
Recordeu l’Italo Calvino de Si una nit d’hivern un viatger? Doncs a mi Pombo me l’ha fet recordar tot llegint La previa muerte del lugarteniente Aloof. Aquest cercar entre línies, aquest interrogar-se no només sobre fons i forma, ans també sobre anhels i motius de personatges i autors és força calvinià.
L’interès de la lectura prové de la contradicció del personatge narratòleg, que bascula entre l’objectivitat científica - defensa que una narració comença i acaba en la ficció- i la necessitat vital que sent d’identificar-se amb el personatge (fictici?) de la novel·la.
Així, aquesta investigació d’una veritat a mig camí entre la ficció i la realitat introdueix un component de misteri que revitalitza el plantejament inicial de la novel·la i ofereix al lector un interès renovat. Un misteri que no és altre que la cerca de la identitat de l'autor.
En definitiva, La previa muerte del lugarteniente Aloof és una lectura que, breu però intensa, requereix un lector atent, interpretatiu i valent –com ho són els dos personatges principals- capaç de discernir entre ficció i realitat.
::: Altres n'han dit...
Letras libres (A.Rodríguez), Instituto Cervantes, Encuentros de lecturas, Revista de libros (D. Alonso), El Punt Avui (X. Gaillard), Delibris, Público, Zona de obras.
::: Enllaços:
Álvaro Pombo, què en diu l'autor?, novel·la de múltiples capes.
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