Perro como perro - Edward Bunker

 


"¿Qué pretendía la sociedad que saliera de allí? ¿De verdad esperaban sembrar cicuta y recoger trigo?"







Bunker, Edward. Perro come perro.
Barcelona: Sajalín Editores, 2010

Dog eat dog. Traducció de Zulema Couso. 
Col·lecció Al margen, 5



::: Què en diu la contraportada...
Troy Cameron, criminal ampliamente respetado en los bajos fondos de Los Ángeles, embarca a dos viejos camaradas del reformatorio en un golpe de los que difícilmente rechazaría quien ha entregado su vida al crimen. Se trata de Gerald McCain, apodado «Mad Dog» por su conducta demente y violenta en extremo, y de Charles «Diesel» Carson, un grandullón que desaprueba el carácter atormentado e imprevisible de Mad Dog. A pesar de su mutua antipatía, ambos comparten una ciega idolatría hacia Troy, nacida en los años del reformatorio dada su poco común inteligencia. La sociedad está hecha y el plan es perfecto, sólo falta controlar los recelos de Diesel hacia Mad Dog, y tener a raya al segundo, algo que se presume extremadamente complicado.

::: Com comença...
- ¡Hop, dos, tres, cuatro! ¡Hop, dos, tres, cuatro! Fila derecha... ¡En marcha!.
El monitor marcaba el ritmo y gritaba órdenes. Los treinta chicos de la casa Roosevelt llevaban el paso bajo el crepúsculo veraniego. Todos y cada uno de ellos fingía una conducta de extrema dureza. Incluso los que se sentían realmente asustados conseguían mantener una expresión lo más tosca posible.

::: Moments...
(Pàg. 35)
Hostia puta, cómo odiaba la religión. Odiaba a Dios. Le gustaba el mal más que el bien y mentir más que decir la verdad. 

(Pàg. 70)
Era un chico culto rodeado por una mayoría de analfabetos. Sin embargo, en unos meses, había adoptado el color del mundo que le rodeaba, el argot, la forma de caminar y las claves de lo que resultaba virtuoso y lo que no. No obstante, sus sueños nacieron en el mundo de los libros adonde escapaba siempre que podía, a Zane Grey, Jack London y Rudyart Kipling. A Troy le faltaban influencias civilizadoras, y el papel que el Destino había dispuesto para él le resultaba ajeno. Era incapaz de cumplir el onceavo mandamiento: Te adaptarás. 

(Pàg. 71)
El mito cristiano del perdón y la redención personificado en el hijo pródigo no era más que una patraña. En cierto modo, se alegraba de que así fuera; la hipocresía le permitía autojustificarse, y la autojustificación es lo único que una persona necesita para hacer cualquier cosa.
Si la burguesía le había dado la espalda, los bajos fondos lo acogieron.

(Pàg. 74)
Tras once años y medio en San Quintín, ya no era ningún novicio. Tiempo después de haberse ordenado, ya había ascendido como mínimo a monseñor de los bajos fondos. Le encantaba el crimen. 

(Pàg. 75)
La hipótesis de Dios era defendible cuando la humanidad pensaba que la Tierra tenía diez mil años y ocupaba el centro del universo. Francis Bacon inició la revolución contra Dios y Darwin le dio la puñalada final en el corazón. Sólo los ignorantes y los temerosos (que dan el salto a la fe a pesar de los hechos) creen en Dios actualmente. 

(Pàg. 86)
Doce años de monacato en San Quintín implicaban algo más. Allí fue donde aprendió palabras como monacato, tras años de noches deambulando por los universos de la palabra escrita y días estudiando la naturaleza humana sin fachadas en un mundo de ladrones y asesinos, locos y cobardes.  

(Pàg. 97)
Cuando calculaba las horas que pasaba delante de la pantalla, se daba cuenta de que no era más que una pérdida de tiempo, comida basura para la mente. ¿Cuántos libros más podía haber leído?

(Pàg. 103)
¿Cómo se sentía al ser libre después de tanto tiempo encerrado en una jaula rodeado de hombres numerados? En cierto modo, se sentía menos diferente de lo que había imaginado. Le habían hablado de miedos extraños, de destellos de confusión y pánico. No sentía nada de eso pero sí cierta sensación de irrealidad. Miraba al mundo y lo veía distorsionado (...). 

(Pàg. 129)
- (...) Negratas ignorantes de mierda –comentó Diesel-. Lo único que saben hacer es vender droga y cargarse a la gente. No sé quién dijo que aprenden esa mierda de las películas y la televisión.
De algún sitio las tienen que aprender. Todo el mundo aprende de algún sitio. Puede que sea la televisión. Nadie más les enseña nada o, bueno, a la mayoría nadie les enseña nada (...). 

(Pàg. 136)
- ¿(...) Te interesa esa mierda política? –preguntó Diesel.
Sí, a veces.
- Normalmente, ni siquiera sé a quién apoyar. Todos dicen un montón de gilipolleces. Y mienten. Joder, si mienten.
- Ya –asintió Troy-. A veces mienten cuando la verdad sería igual de buena. 

(Pàg. 138)
(...) quien sobrevive una década en San Quintín alcanza un grado de estoicismo que va más allá del miedo. Había soportado golpes que conducen a hombres a la locura, al suicidio o a Jesucristo. Se había endurecido. Sí temía a la muerte o, al menos, a la parte de morirse. Lo de después era fácil. 

(Pàg. 146)
El sur de California una vez fue algo muy similar al paraíso, ahora parecía un puesto de avanzada del Tercer Mundo no por el color de la piel sino por el analfabetismo, la pobreza y la división de clases. La capacidad para mezclarse entre la clase media se había agotado. 

(Pàg. 154)
- (...) Es increíble cómo construyen las cárceles. Después, las llenan a reventar de pobres infelices por casos de drogas insignificantes para luego convertirlos en maníacos allá dentro y soltarlos entre la gente normal. Es como si cultivaran chiflados en invernaderos. 

(Pàg. 206)
¿Qué pretendía la sociedad que saliera de allí? ¿De verdad esperaban sembrar cicuta y recoger trigo?

(Pàg. 238)
La escopeta de calibre doce que descansaba a sus pies lo convertía en el rey del mundo. Podía matar y eso, según Mad Dog, era el poder que Dios les había concedido a los hombres.

(Pàg. 317)
¿Cómo podían acusarlo de asesinato? ¿Qué había hecho? Sólo había robado a un negro contrabandista y traficante de droga y había matado a un maníaco homicida. El secuestro, bueno, eso fue grave pero lo hizo para que un gilipollas pagara su deuda; no fue por el rescate. Incluso si aquello era grave, no lo era tanto; no le parecía justo pasar el resto de su vida en la cárcel. Menuda mierda.

Justicia, era lo único que quería. Entonces, se dio cuenta de lo que estaba pensando y se echó a reír. No quería justicia, ni siquiera sabía que era eso. Quería lo que quería, igual que todo el mundo, y el resto eran gilipolleces, verborrea. 

(Pàg. 334)
Troy despreciaba a la mayoría de estadounidenses al considerarlos unos hipócritas que afirmaban seguir el código de la virtud mientras vivían según el de la conveniencia. El rebaño seguía al rebaño y lo que se consideraba incorrecto llevado a cabo por un único individuo, se aceptaba e incluso de consideraba un acto moral realizado en masa. 

::: Què en penso...
Dog eat dog és una historia visceral sobre els darrers dies de tres sociópates que pretenen donar el cop final que els asseguri una vida de luxe i plaer, però que, passi el que passi, no tenen cap intenció de tornar a la presó. 

Però Dog eat dog ens parla també de la renuncia i del rebuig. És un testimoni privilegiat sobre el gran buit que existeix entre el presidiari i l’home de bé. Un pou sense fons creat d’una banda pel menyspreu que el delinqüent mostra vers el civisme i la ciutadania, i d'altra banda per la hipocresia social al voltant de la reinserció, a la que –de forma volguda o no- tanquem la porta ja sigui per por, per desconeixement o per ideologia. En definitiva, un clam davant la manca d’oportunitats que el sistema ofereix.

Així, Edward Bunker, darrera de la trama criminal que va enfilant pàgina a pàgina -amb contundència i a un ritme de vertigen- posa en boca del protagonista principal (delinqüent forjat a partir del rebuig social) algunes reflexions de caràcter crític sobre la societat i sobre el sistema de valors que la regula. Tenim entre mans doncs, la crònica d’una carrera per la supervivència que porta a tres personatges a refusar qualsevol moralitat per aconseguir, en tot cas, viure 24 homes més. Sense importar com. Sense importa de quina manera. Només amb dues fites: seguir endavant i evitar una vida entre reixes.

Per això, pels tres protagonistes, la redempció és sempre un miratge. Una il·lusió –un luxe- amb la que es somia però a la que mai hi podran esmerçar esforços per aconseguir-la. Ni ells mateixos la cerquen, ni la societat els hi ho posa fàcil per conquerir-la.

La narrativa, fosca, però realista, no s’entreté en ornaments: prioritza l’acció dels personatges de manera intensa, sense filtres ni concessions de cap tipus. Així, és senzilla de forma però dura de significació i ràpida de lectura. Sovint les escenes contenen un ritme molt cinematogràfic i tot plegat, contribueix a llegir la novel·la de la mateixa manera que es veu una pel·lícula: d’una sentada. Trepidant i sense prerrogatives.

Més enllà d’una novel·la autènticament de gènere negre, feta des del punt de vista del delinqüent -amb tot el coneixement de causa que Bunker pot aportar per mèrits curriculars-, Dog eat dog em sembla una novel·la amb una gran ressonància ètica i moral. És a dir, una novel·la escrita més per oferir un missatge que no pas explicar una historia. O el que és el mateix, l'autor ordeix uns personatges que, amb els seus actes i les seves conseqüències, ens traslladen  una moralitat.
En aquest sentit, la trama hauria de ser considerada una eina necessària per tal que Bunker deixi escrit les seves reflexions sobre la pèssima gestió penitenciària als Estats Units, la radicalització de la delinqüència davant la manca de sortides i la poca capacitat de la societat per reintegrar, però també sobre aspectes socioeconòmics que afecten a Nord Amèrica: de com el creixement sense aturador de la gran urbs crea bosses de profunda pobresa en el seu interior i de com les classes socials cada cop són més distants unes de les altres, creant guetos tant econòmics com racials; resultant tot plegat en una degradació absoluta de l’espai urbà i de la seva habitabilitat.

Però també és una historia on l’autor hi volca moltes referències biogràfiques. Vet aquí com l’autor ens presenta els tres antiherois: dedicant-hi a cada un d’ells un dels capítols inicials del llibre. Capítols que contenen passatges i anècdotes viscudes pel propi autor i que, per sí mateixos, ofereixen una forta càrrega d’autenticitat. D'altra banda aquests capítols també serveixen per falcar les bases de l’acció que posteriorment conformarà la resta de la novel·la,  i així mateix faciliten comprendre les diferents relacions que s’estableixen entre els personatges protagonistes.

Deia al principi que aquesta és la historia d’una fugida cap endavant. De la no acceptació de les regles socials . De l’adopció del crim com una mena de referència vital i social, amb un codi propi, gairebé de caràcter contractual. En tot cas, és una historia que l’autor sap empoderar amb uns girs argumentals en els que no saps fins a quin punt l’autor hi volca ironia o cert desig punitiu, sabent que els tres protagonistes, pel que han fet i pel que aspiren a fer, no tenen cap mena d’esperança. Tampoc cap simpatia.

Desoladora, dura, impactant, fins a cert punt incòmoda, Dog eat dog, és una historia que destaca pel seu realisme i per la seva contundència moral.

::: Altres n'han dit...
AMartorell.com (Jordi Benavente), ElPuntAvui (Lluís Llort)Calibre 38 (Teresa Suárez), Todo negro (Josevi Blender), GomesyCompañíaLeer en caso de incendio (Salva G.)Un libro al día (Francesc Bon), La antigua BiblosVíctor Claudín, Dosis comprimidas,  Fire and Sword!, Frammenti e Tormenti, Rivista Fralerighe.

::: Enllaços:
Edward Bunker, el perfil literari, parla Bunkerel motiu últim.

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