Vivir abajo - Gustavo Faverón
"(...) todo el tiempo escuché mi voz que describía el presente desde un tiempo equivalente pero distinto. Ese tiempo es el infierno, es real, yo estuve ahí."
Faverón Patriau, Gustavo. Vivir abajo.
Avinyonet del Penedès: Editorial Candaya, 2019

::: Què en diu la contraportada...
Novela clave en la
literatura latinoamericana del siglo veintiuno, Vivir abajo es
un libro de aventuras, un relato de horror, un misterio policial, una historia
hecha de mil historias y una crónica de viajes por los territorios de la locura
y el espanto. También es una novela de humor quijotesco, poblada por artistas
enloquecidos, espías eruditos, poetas fantasmales y venganzas equivocadas.
Comienza en Perú, cuando
un cineasta americano comete un tenebroso homicidio en el sótano de una casa el
día de la captura de Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso. La prehistoria
de ese crimen viene de veinticinco años antes y su solución tomará otros
veinticinco. El lector descubrirá maravillado cómo las piezas del enigma
emergen de catacumbas, manicomios y cárceles subterráneas a lo largo de un
viaje infinito por los oscuros calabozos de la historia de América Latina,
Europa y los Estados Unidos.
::: Com comença...
Diario, 23 de agosto de 2015
Me he puesto en contacto con Gus Fowley Partridge, con el objetivo de confirmar
si ambas reseñas biográficas, las únicas que he encontrado en estos veintitrés
años, corresponden a la misma persona.
::: Moments...
(Pàg. 16)
(...) Las paredes le
dicen nombres. Divisa mensajes escritos en alcantarillas. Vaga entre bares, se
detiene en las esquinas, la gente se lo queda mirando: él observa, enumera.
Cruza una avenida del orfanato al manicomio, otra del malecón al colegio
militar. El cielo se abre, él lo mira...
(Pàg. 20)
Lo de George, en ese
momento de su vida, no es una forma de locura pero tampoco es el fingimiento de
la locura. Es el paso intermedio: el último manoteo de su cordura antes de que
la cuerda se rompa (cuerda: cordura).
(Pàg. 35)
(...) y habla de películas que no se filman pero que igual existen y dice
que esas son las mejores, y dice que las mejores películas que él ha hecho en
su vida, porque él es cineasta –es la primera vez que lo dice-, son de esas:
películas imaginarias que sin embargo otras personas han entendido o sospechado
o temido, aunque nunc alas hayan visto, y dice que ese es el verdadero cine de
horror: aquel cuya sola intuición nos empavorece hasta el punto que disfrutamos
de la felicidad de escapar cada día de él sin tener que mirarlo.
(Pàg. 36)
(...) George nunca hablaba de sí mismo, y, sin embargo, siempre parecía
estar hablando de él, como si lo hiciera a través de un mecanismo de alusiones
indirectas o metáforas o falsas referencias. Así hablaba, es cierto: convertía
su vida en una alegoría de su vida.
(Pàg. 75)
La historia era sórdida y lenta y latía como un animal herido y boqueaba en
el bosque y en las ondas de la orilla.
(Pàg. 100)
- (...) la próxima vez que alguien les haga esta pregunta, córtenle el
cuello.
- No entiendo –dice Larry.
- Para que tenga sentido la pregunta –explica Afanasiev- debería ser posible
contestarla. Pero, para eso, debemos reducir el mundo a las cosas explicables.
Hasta que ese momento llegue, es mejor el silencio.
- No entiendo – repite Larry.
- Existe lo inteligible y existe lo ininteligible –prueba Afanasiev-. Lo inteligible
debes tratar de entenderlo. Lo ininteligible te lo puedes meter al culo.
- No me queda claro –dice Larry. Se rasca la nuca.
Afanasiev habla de la navaja de Occam y el lecho de Procusto. Larry mira al
cielo pero la voz de Dios no dice nada.
(Pàg. 102)
(...) la locura le había comenzado mucho antes. Cuando todos pensaban que
era un excéntrico, estaba loco. Cuando pensaban que era medio místico, estaba
loco. La locura se confunde con tantas otras cosas. Dijo que una piensa en
la locura como algo que nos cae de prono y nos pone una máscara, cuando en
verdad la locura es algo que está debajo y que desde abajo nos va sacando la
máscara.
(Pàg. 133)
A veces, en la escuela, no solo al principio sino también en los años
siguientes, George se apartaba de todo y miraba por la ventana largo rato y a
mí obviamente me daban ganas de llorar. Miraba, primero, como si afuera no
hubiera nada y él tuviera que esperar que le mundo exterior se fuera dibujando
detrás del vidrio. Después lo calcaba desde adentro con el índice, trazando en
la ventana las siluetas de las cosas que iban apareciendo afuera. Las ramas
esqueléticas del invierno, la dentadura de colmillos de hielo en el borde de
los tejados; el patio y el jardín, blancos como un salar.
(Pàg. 193)
Quería acercarse a su padre. Pero, para aproximarse a él, debía dejarlo
solo, salir de casa, ir a otro lugar, buscar sus pedazos en anaqueles, entre
libros ajenos.
No recordaba una sola vez en su vida en que su padre lo hubiera mirado a los
ojos.
(Pàg. 199)
(...) volví a pensar en George, que trataba de espiar a su padre una vez
por semana, mientras su padre tenía sexo en el sótano de su casa con un
muchachito de la calle y me preguntaba cuántas vidas se arruinaban en los
sótanos de las casas de todo el planeta. ¿Tu nunca te preguntas eso (¿por qué
seguimos construyendo sótanos?)? ¿Por qué no nos damos cuenta, o hacemos como
que no nos damos cuenta, de que un sótano es una tumba y que sobre una tumba no
debe jamás levantarse una casa? Yo sí me lo pregunto.
(Pàg. 213)
(...) tener amigos e ir perdiéndolos de año en año, o cada dos años, lo que es
irónico porque, a la larga, esa fue mi mejor educación: aprender a desprenderme
de todo, a vivir sola con mi alma, sin parientes, sin nada, como un barco al
garete.
(Pàg. 222)
(...) volvían a hablar de cine y de música y George decía que el cine era la
cruz en la que uno se clava para mirar mejor los pecados del mundo y el
muchachito le decía:
- Eso mismo es la música, pero yo soy el clavo.
(Pàg. 238)
Se me hace difícil contar el resto de la historia y quisiera interrumpirla con
otra diferente, menos terrible, pero nada de lo que me queda por contar es
menos terrible, todo es tan absurdo como infernal y todo lo recuerdo como una
sola cosa.
(Pàg. 247)
(...) quería verle la cara porque llevaba años, muchos años, más de una década,
preguntándome cuál es la relación entre la fisiognomía de un psicópata, de un
sociópata, de un hombre dañado para siempre y que anda a la caza de otros a
quienes dañar igualmente, o dañar peor, y las cosas que esa persona lleva
adentro, es decir, preguntándome si era posible verle la cara a un hombre así y
saber cómo era su cara por dentro, su rostro por dentro, ese rostro que la cara
exterior contiene y reprime, pero que por adentro prospera y se entreteje como
una máscara hecha de basura y realidad.
(Pàg. 260)
Todos los días después de comer abrió mis piernas y reptó dentro de mí como una
serpiente y me infestó con su cuerpo y con su cara que siempre vi de cerca y de
lejos aunque algunas veces fue mi cara lo que vi desde arriba y su nuca en mi
pecho y al mismo tiempo vi su vientre desde abajo: mi consciencia estaba en
todas partes. Eso es importante. Porque quisiera decir que no recuerdo nada o
que recuerdo todo como una larga noche inefable, inenarrable, decir que no
tengo palabras que decir (pero las tengo), decir que el mundo se deshizo y mis
ojos dejaron de mirar, mis oídos de escuchar, mi piel de sentir (el roce de la
mítica bestia desconocida). No fue así. Estuve lúcida siempre. Eso es lo peor.
Ese es, de cierta forma, el corazón de la tragedia.
(Pàg. 261)
(...) todo el tiempo escuché mi voz que describía el presente desde un tiempo
equivalente pero distinto. Ese tiempo es el infierno, es real, yo estuve ahí.
(Pàg. 267)
(...) dijo que tenía miedo. Le pregunté a qué tenía miedo. Dijo que se tenía
miedo a sí mismo. Miedo de ser como su padre, de ser su padre. Le dije que él
no era como su padre. Me dijo que eso tendría que descubrirlo y que descubrirlo
le iba tomar, probablemente, el resto de su vida.
(Pàg. 292)
Una vez hizo girar un mundo sobre su escritorio, un globo terráqueo sostenido
por pinzas de bronce, y me dijo en algún lugar de ese mundo está el demonio y
en otro está Dios: si haces girar el mundo demasiado rápido, verás a uno y
creerás que es el otro.
(Pàg. 300)
(...) recuerda haber leído alguna vez que en Auschwitz la naturaleza humana se
reveló de verdad por primera vez, y más aun cuando recuerda haber leído, en
otro libro, que después de Auschwitz es imposible hablar de belleza, o hablar
de poesía, o simplemente hablar de humanidad, o quizás meramente hablar (...)
(Pàg. 333)
(...) aparece otra vez Raymunda Walsh en primer plano y dice que ante la
desaparición queda la memoria y ante la muerte queda la venganza y habla de
torturas y torturadores y se pregunta si sus hermanos y sus primos y sus amigos
habrán sido torturados o simplemente asesinados o si habrán ido muriendo poco a
poco y menciona garajes y túneles y dice que ante el vacío queda el vacío y
ante la muerte la muerte y se pregunta cómo reaccionarían esos padres si un día
alguien se presentara ante ellos y confesara: yo soy el hombre que mató a tu
hijo, que mató a tu hija.
(Pàg. 337)
(...) es como si desde lugares así, desde Europa o desde Estados Unidos, la
gente tuviera licencia para alucinar al resto del mundo, para inventarlo o
reinventarlo como les da la gana, cosa que el resto del mundo no hace con
ellos, porque ningún escritor y ningún cineasta sudamericano, por ejemplo, se
inventa países en América del Norte, o países en Europa, mientras que de allá
para acá sí vale, es como si nosotros no fuéramos nadie y ellos nos soñaran,
como si pudiéramos ser un sueño de ellos, como si nuestra vida pudiera ser un
sueño.
(Pàg. 357)
¿(...) imaginación torturada o imaginación torturante? Imaginación torturadora,
piensa: imaginación de torturador. En ese instante formula, por primera vez
completa, aunque en silencio, solo en su mente, otra frase, pero esta es una
que quiere decir hace tiempo, o cuyos fragmentos inarticulados, como las esquirlas
que deja la explosión de una granada, segundos después de la explosión, lo
circundan, lo orbitan, desde hace tiempo: mi padre fue un torturador.
(Pàg. 358)
(...) he venido a Asunción a conocer a mi padre pero en el fondo he venido
porque creo que él está adentro de mí, que yo soy como él. Descubrir las cosas
que hizo es como descubrir las cosas que yo soy capaz de hacer.
(Pàg. 366)
(...) la vida es un horror pero es preferible a la muerte mientras que la
muerte es hermosa y sublime pero hay que huir de ella, huir de ella pero
mirarla a los ojos, huir pero de cerca, como dejándose seguir por ella, como si
en verdad lo único malo de la muerte fuera que, desde la muerte, una vez
muerto, ya no podemos seguir pensando en la muerte ni podemos seguir contemplando
a la muerte, de manera que la única vida que vale la pena vivir es la agonía,
solamente la vida al borde de la muerte, la vida que ya casi es muerte (...)
(Pàg. 434)
(...) una violación es un trauma, a mí me dejó con un mal sabor de boca, que es
mi país, y que es un asco, pero no me dejó un hijo, en cambio a ella sí. Una
violación es un momento que dura para siempre, eso es un trauma, una prisión de
la que no se escapa nunca, se repite y se repite en tu memoria para siempre, o
más aun, la repites y la repites para siempre (...).
(Pàg. 489)
Los dictadores latinoamericanos siempre matan menos de lo necesario. Francia,
Rosas, Trujillo, Vargas, Somoza, Batista, Stroessner, Pinochet, Pérez Jiménez,
Videla, dictadores de guante blanco. Busquen sus fotos: todos con guantes
blancos, como esgrimistas, como magos de circo, como Mickey Mouse. Cuando ves a
un dictador con guantes blancos, sabes que está mal: ese es el problema. El
otro problema es el instrumental. Hitler quiso resolverlo. Cómo matar a todos
los que tienes que matar. Es necesaria una gran eficacia. Hacen falta muchas
máquinas, un sistema, una metodología, un desagüe, innumerables alcantarillas,
hay que ser sagaz, inventivo, hay que ser un artista de la muerte. Hitler mató
a diecisiete, a dieciocho millones. Debió matar a cien millones, el mundo sería
otro. Pero no dejó de matar porque quisiera, él fue el único que sabía que
había que matarlos a todos. Él sí sabía.
(Pàg. 491)
Hay que ser hereje, heterodoxo, original, olvidar el pensamiento único, y
después lanzar una maldición en todas las direcciones adecuadas y por último
matar a los malditos. Es un asunto de índole, de talante, de idiosincrasia, de
espina, de huevos, de actitud, de mística. Todo se arregla matando. Matas a
todos los que hay cuando no queda nadie sigues matando, es la única solución.
Hitler sabía. Ningún exceso es excesivo.
(Pàg. 522)
(...) el escritor es un ser marginal, un rebelde, un inconforme, un ave de
rapiña, un anticristo, un revoltoso, un guerrillero, un antihéroe, un genio
maligno que quiere revertir el universo confrontándolo con otro, dicen, en un
café de la Rue de Toulon. O que es un monje cenobita, un santón de herbolario,
un mártir misantrópico parada en un pie en lo alto de la única columna indemne
de un templo incendiado por los hunos, que resiste la embestida d ela barbarie
armado con un papiro y una pluma de alcaraván, dicen, en un safari en
Madagascar. O que es un iluso, un romántico, un asilado en su cosmos interior,
un inhibido, un introvertido, un introspectivo con ojos de endoscopio que ha
roto amarras con la humanidad, dicen, paseando un poodle bajo la puerta de Alcalá.
¿Cuál de esas cosas era yo? No era ninguna. Yo no escribí para cambiar el
mundo, tampoco escribí para que el mundo no cambiara, tampoco escribí para no
enterarme de si el mundo cambiaba o no. Simplemente escribí.
(Pàg. 523)
(...) me he divertido imaginando yo mismo alguna reseña sobre cualquiera de
esas novelas que hoy me parecen ajenas.
¿Qué sentido tienen? Ningún sentido. Pero la gente les encuentra sentido. El
sentido está en la gente, los libros podrían estar en blanco. Las reseñas de
los libros tienen sentido, los libros no. Los libros que uno escribe sin pensar
encienden algo en los demás: ahí está el sentido, afuera del libro.
(Pàg. 524)
La venganza es la única pasión destructiva, aniquilante, que al mismo tiempo es
justa, y en esto radica su belleza. Tal vez a eso se debe que las mejores
historias que los humanos han imaginado sean historias de venganzas. La Ilíada,
Medea, Hamlet, Moby Dick, El conde de Montecristo, El clavadista ingrávido. La
gente las sigue leyendo porque la gente quiere venganza.
(Pàg. 567)
Todos tenemos el deber de consumar una venganza, dijo el Mano Manzano, hace
unas horas, sentado ahí, en el sitio del copiloto. Así el aire se hace más
respirable. Sabias palabras, piensa George. Sabias, sabias palabras (...).
(Pàg. 588)
Recordé todas las veces que había visto a George después de eso, él siempre con
su cámara a la mano (excepto una vez), y recordé las cosas que George decía
cuando hablaba de cine, del cine y de las grietas de la realidad, del cine y el
arte documental, y el cine y el subconsciente y la tortura de mirar. Recordé
las cosas que Ariadna me había contado acerca de él, y recordé a Ariadna, y
seguí recordando a George: la cara de George, los gestos de George, sus
palabras.
(Pàg. 627)
(...) me di cuenta de que seguía envidiándolo y seguía admirándolo, porque
George era lo más semejante que yo había conocido en mi vida a un héroe
trágico, o a un héroe tragicómico, uno que hace todo lo que está en sus manos
para darle al destino la forma que le parece justa, pero de quien el destino se
ríe violentamente, espasmódicamente, de quien el destino se burla de manera
incesante, sin misericordia, aunque él no se de cuenta (...).
(Pàg. 635)
Comimos distanciados por la altura del foso. La situación era ridícula pero en
cierta forma, pensé, me ayudaba a entrar en la cabeza de George (los agujeros,
las catacumbas).
(Pàg. 640)
La película dura casi cuatro horas. En la superficie, su argumento es la
historia que cuenta George, en sí misma perturbadora porque está dicha en
primera persona y es la biografía, o la autobiografía, de un torturador: es la
vida de su padre.
(Pàg. 647)
(...) En los interrogatorios descubrí el valor de un público cautivo, el poder
de hablar sin ser interrumpido y de hacer hablar sin interrumpir. Aprendí que
la tortura es una forma de diálogo.
(Pàg. 648)
(...) Cuando alguien es torturado, atraviesa dos estados discrepantes: la
absoluta obnubilación y la concentración absoluta. Yo aprendí que el puente
entre esos dos estados era la poesía. La poesía podía sacar al torturado dela
obnubilación y conducirlo a la concentración plena o podía sacarlo abruptamente
de la concentración y reducirlo al olvido, a una amnesia sanadora, la dejadez
total , el desprendimiento del ser, que es la paz completa. Ese momento de paz
es necesario. La tortura es un hecho místico: se abren compuertas.
(Pàg. 652)
(...) Aparté a mi hijo de los libros de poesía porque no quería que
heredara mi vocación. Pero dejé las cámaras a su alcance para que él también
encontrara una forma de hablar...
(Pàg. 653)
(...) Y un día llegará el invierno y llegará la primera nieve del invierno
y yo miraré por la ventana y veré un oso asomar en el jardín. Pero no será un
oso, sino un hombre con una máscara de oso, un hombre que es carne de mi carne
y sangre de mi sangre, y que llevará puesta una ridícula máscara de oso. Abrirá
la puerta y caminará hacia mí para desgarrarme y devorarme y yo lo estaré
esperando y no me voy a resistir a lo que haga, y sé qué cosa hará, sé cómo lo
hará, porque ha recibido mi herencia, ha aprendido de mí, a la distancia.
Cuando empiece la matanza le diré al oído unos versos de Robert Frost que él
nunca sabrá cómo extraer de su cabeza...
(Pàg. 660)
(...) Yo me casé con Hilda y le di mi nombre a George para que en mi casa
vivieran siempre un torturador y una mujer torturada y un niño nacido de una
violación. El hecho es estético, es un emblema. No crea que la obligué a
casarse conmigo; eso no es cierto. Tampoco crea que quise hacer de nuestra vida
una metáfora de la reconciliación: la reconciliación no existe. Solo existen
las cadenas perpetuas.
Sinceramente, Coronel George S. Bennett.
::: Què en penso...
Vivir abajo de Gustavo Faverón és una
novel·la desafiant, visceral, terriblement punyent, del tot complexa i en
ocasions excessiva. Novel·la monumental a la vegada que insòlita.
Fosca, provocadora, intensa i arriscada però malgrat
tot amb una càrrega emotiva fora de mida. Tant pel fons com per la forma el
lector topa amb un artefacte literari total que, a mida que va passant pàgines,
l’empetiteix i li fa prendre consciència de la seva vulnerabilitat, hipnotitzat
pel que llegeix.
A Vivir abajo, absolutament tot, està pensat per deixar-te amb la
boca oberta de bat a bat i el cor glaçat. Tot i l’ample ventall de temes que
toca, ofereix un fil temàtic evident: la violència. Ja s’entengui com a
component del nostre subconscients o com a eina tàctica per exercir el poder.
En definitiva, la violència com a espill de la maldat i de la bogeria.
D’aquesta manera Faverón reflexiona sobre els límits entre el que anomenem
cordura i bogeria, cada cop més difosos. A partir d’aquí Vivir abajo lliga
i relliga múltiples trames i personatges per parlar sobre la venjança, la
tortura, la cerca de la identitat perduda, la geografia de les dictadures i,
com no pot ser d’altra manera, també sobre la mort.
Però l’autor peruà també ens reserva moments per reflexionar al voltant de la
literatura, de la cinematografia i de la poesia, així mateix, sobre certs
moviments i autors contraculturals, maleïts o desconeguts pel gran públic.
Tot plegat és la matèria primera amb la que vesteix històries i trames que
s’entortolliguen i es dilaten en el temps de mà de diferents narradors. Aquests
interactuen amb el lector gairebé sempre en primera persona. Tots ells, sovint
a partir d’un testimoni vivencial –ja sigui como a víctima o com a botxí,
innocent o culpable, ja sigui des de la bogeria o des de la lucidesa -
ofereixen un discurs del tot omniscient, amb un gran pes emocional.
Faverón els escriu amb una prosa descriptiva i molt efectiva. Depenent de la
lucidesa de cada narrador pot fluir de manera àgil o pots embarbussar-se en
discursos llargs, d’estructura sincopada on els signes ortogràfics
salten pels aires i on l’allau de qualificacions, epítets, enumeracions,
etc. registren a la perfecció la insanitat mental d’alguns d’aquests
narradors. De la mateixa manera l’ús d’estructures llarguíssimes –per exemple,
una frase que ocupa una pàgina sencera- per crear una mena de desesperança,
d’aclaparament en el lector que, en definitiva, és la mateixa sensació que
caracteritza al protagonista durant tota la novel·la.
A banda, l’estructura: múltiples histories que
s’hibriden entre elles i que suposen canvis sovintejats tant en la veu
narradora, en el marc geogràfic i també en el temps narratiu, de manera que
passem del present al passat o d’una localització geogràfica a una altra sense
gaire manies però sempre amb un per què ben raonat per part de l’autor.
De la mateixa manera l’ús de personatges ficticis juntament amb personatges
històrics i reals -polítics, militars i culturals-, així com la referència a
obres literàries i cinematogràfiques verídiques amb d’altres de suposades crea
una ficció literària molt versemblant.
Tot plegat no és brusc ni impostat, tot al contrari: enganxa al lector. Hi
contribueix el llenguatge fragmentat, a voltes meta literari –de quina manera
il·lustrar la paranoia, si no?-, i les constants referències culturals,
polítiques i històries (inventades o no) creen una mena de novel·la
líquida –permeteu-me la referència baumanniana- on el
lector no pot preveure res, només li resta deixar-se dur per la història que
ens explica Gustavo Faverón.
I és que aquesta novel·la és un repte. Un repte
lector, però també intel·lectual i emocional, sobretot emocional doncs quan un
finalitza la lectura nota com alguna cosa s’ha trencat dins seu. En aquest
sentit qualsevol ressenya que se’n vulgui fer, inclosa aquesta, està
condemnada al fracàs en ser incapaç de traslladar, malgrat tot, la riquesa
emotiva que proposa la novel·la.
Cal llegir-la. Has de llegir-la. Fins que no ho hagis fet no podràs entendre el
fet literatura en tota la seva complexitat.
Vet aquí una reflexió sobre la violència, el mal i la bogeria. Sense embuts.
Essencial. Magistralment escrita.
::: Altres n'han dit...
Els llibres del Senyor Dolent, Devaneos, Averías de pollos, Criticismo (A. Villa), Un libro al día (Juan G.B.), Relibro, Polillas al anocher, La hierba roja, La medicina de Tongoy, Lecturas, Aforo libre (J. Titos), Centro Virtual Cervantes (E. Santos), El Confidencial (A. Olmos), El Cultural (N. Suau), Revista Otra Parte (J. I. González), Literal (F. Reategui), Esnota (R.Carioli), Revista Común (I.E. Gómez Aguilar), Primicias (F.Larenas), Jupsin, Kansasbooks.
::: Enllaços:
Gustavo Faverón, l'home i l'autor, gènesi i claus narratives, l'allargada ombra de Bolaño, històries i subhistòries sense parar, novel·la matrioshka, novel·la fractal.
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