El frente ruso - Jean Claude Lalumière




"(...) Creo que he perdido mi capacidad de soñar. Espero, simplemente. Espero que algo sucede en mi vida."








 Lalumière, Jean-Claude. El frente ruso.
Barcelona: Libros del Asteroide, 2011

Le Front russe. Traducció de Paula Sanz.

::: Què en diu la contraportada...
A veces un pequeño detalle lo puede decidir todo: el que condiciona la carrera de un joven funcionario, un tanto ingenuo, del Ministerio de Asuntos Exteriores francés es el maletín que le ha regalado su madre por su primer trabajo. El día de su toma de posesión, el jefe de personal tropieza con él y destina a su dueño al departamento de «Países en vías de creación. Sección Europa del Este y Siberia»: el frente ruso.

Utilizando este peculiar negociado como base de operaciones nuestro hombre intentará hacer carrera en el ministerio, aunque sus intentos no siempre tendrán éxito. El ambiente en el que desempeñará su trabajo está poblado por una peculiar fauna –una secretaria hippy a punto de jubilarse, un informático fantasmón, un jefe inepto o un compañero trepa- que le resultará familiar a todo el que haya trabajado en una oficina alguna vez.

Publicada con gran éxito en Francia en el año 2010, esta desternillante sátira de la burocracia y el mundo empresarial tiene también un trasfondo amargo: el que deja la renuncia a toda ambición.

::: Com comença...
Cuando era pequeño, podía pasarme horas observando el papel pintado. Las paredes del cuarto de estar de casa de mis padres, recubiertas con un motivo vegetal rococó posmoderno, colección Vénilia de 1972, producían en mi imaginación, ya de por sí fácilmente impresionable, monstruos espectaculares.

::: Moments...
(Pàg. 43)
- (...) Una oposición te convierte en un hombre –me dijo-. Es el pedigrí del funcionario, una etiqueta de calidad irrefutable. Nada que ver con los enchufes con los que los políticos envían a sus protegidos a los mejores puestos. ¡Si todavía reclutaran a gente competente!, pero no, ¡solo enchufan a mediocres! (...).

(Pàg. 62)
Estaba solo. No se puede estar más solo. No podía contar con ninguno de mis compañeros para regresar a la carrera diplomática. Con tan solo dos semanas de antigüedad, decidí falsificar mi primera carta.

(Pàg. 75)
Hay que saber que cada funcionario es dueño de un perímetro que debe defender. Por muy insignificante que este sea, jamás abandonará ninguna de sus prerrogativas. El valor de un funcionario se mide por la cantidad de expedientes que tiene a su cargo, incluso si alguno no sirve más que para sostener a los otros en la estantería.

(Pàg. 105)
(...) habían cogido el hábito, él y su mujer, de ir cada año a un país víctima de una catástrofe.
- Eso nos permite beneficiarnos de precios muy bajos –me precisó-. Visitamos Nueva York en 2001, Bali en 2002 y Madrid tras los atentados de Atocha. Sin olvidar Tailandia en 2006, justo después del tsunami.

(Pàg. 105)
- (...) Lo que es cierto y bueno –añadió mi vecino- es que con la globalización no hay por qué adaptarse. Se encuentra de todo en todas partes.
Con solo unas palabras, aquel anciano había borrado toda la singularidad de mi viaje. Los turistas invadían el planeta con la única exigencia de no padecer un cambio demasiado brusco. Y los programas de las agencias de viaje respetaban su deseo prometiendo siempre lo mismo.

(Pàg. 136)
(...) logré ver mi cara de cuando tenía ocho años reflejada en el espejo del cuarto de baño y eso que el día anterior, mientras me lavaba los dientes, había intentado sin éxito reencontrar los rasgos de ese niño en los del adulto que era ahora.

(Pàg. 152)
- (...) ¡Ya está bien! Entre la vieja generación que añora la diplomacia de antes de la guerra y los treintañeros que vuelven a la infancia, mal lo llevamos para enfrentarnos a lo que el porvenir nos depara (...)

(Pàg. 153)
Reírse con moderación de las bromas del si se quiere sobrevivir en una oficina. Hay que reírse siembre de las bromas del jefe, pero debe hacerse de forma moderada si uno no quiere que sus compañeros lo consideren un pelota. La mezcla es difícil, un equilibrio complicado cuando uno empieza, pero enseguida se adquiere el automatismo necesario.

(Pàg. 155)
- (...) no hay necesidad de contenido. Lo que importa es el evento. El evento contiene su propio significado. La gente quiere lo inmediato, solo esto puede decirles algo. La época de los contenidos ha llegado a su término, créame.

(Pàg. 166)
Por culpa de pequeños fallos, por causas anodinas cuyas consecuencias se nos escapan, uno se desliza hacia el desamor, hacia los reproches y el resentimiento. Todo se nos escapa. La experiencia del amor es también la experiencia del vacío.

(Pàg. 185)
Creo que he perdido mi capacidad de soñar. Espero, simplemente. Espero que algo sucede en mi vida.

(Pàg. 186) 
Cuando era niño soñaba con poder explorar, errar por caminos sinuosos y paisajes ondulados, pero cuando llegué a adulto me impuse un camino estrecho y rectilíneo. Crecí con tutores que se convirtieron en obstáculos. Quise trazar mi propio recorrido y me he encontrado siguiendo el camino de mi padre. Uno piensa que ha llegado a un sitio nuevo. Hasta que uno se da cuenta de que todo es siempre igual. La historia de una vida es siempre la historia de un fracaso.

::: Què en penso...
El frente ruso de Jean-Claude Lalumière es una sàtira lleugera sense cap mena d’aspiració literària que es mou entre el terreny de l’autoanàlisi (la justificació dels fets d’adult a partir dels fets/vivències de la infantesa) i una  narrativa fínament irònica sobre el funcionariat.

La novel·la va de menys a més. L’inici és una mica dessaborit i poc engrescador però de mica en mica va despertant un tímid interès, sobretot quan el personatge principal s’integra en el món funcionarial i ens presenta els seus homòlegs amb les seves dèries. 

Lalumière ens narra en un to tragicòmic les anades i vingudes d'un personatges protagista en diferents estaments funcionarials i ens ofereix una sèrie de retrats d'uns personatges força patètics instal·lats en la indiferència laboral. Però a la vegada el francès es prou hàbil per crear un missatge soterrat gota a gota, frase a frase. Una sensació de desencant, un discurs pessimista sobre somnis perduts en el que ens hi podem identificar fàcilment.

Formalment Lalumière concep la novel·la com una llarga narració descriptiva, sense gairebé diàlegs. Un narrador en primera persona que, talment com una conversa, va narrant els fets a un lector al qual, en certs moments, fins i tot s'hi adreça directament. 

I tot amb una prosa senzilla, completament funcional. I és que Lalumière deixa clar que només té una pretensió: explicar. Fuig de qualsevol complexitat estil·lística i de qualsevol embelliment formal. Fet que confereix gran agilitat a la seva proposta.

En tot cas, és una lectura per passar l’estona però poca cosa més. El punt positiu és que no només es limita a fiscalitzar l'absurditat del funcionariat amb la ironia i la sàtira; va un pel més enllà tot oferint una reflexió més íntima, molt propera al desencant. Avís: la frase amb la que Lalumière tanca el llibre és demolidora. I segurament conté tota l'essència de la novel·la.  

::: Altres n'han dit...
Cuadernos de Brocelandia, Estado CríticoLibros y Literatura (Javier BR), La antigua Biblos, La hierba rojaLa buena vida, Madimado's Blog, Les lectures de Stemilou, L'Anagnoste.

::: Enllaços:
Jean Claude Lalumière, què en diu el propi autor.


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