El diario de Satanás - Leonid Andréiev

 

(...) ¡juro sobre mi trono que, si por un instante he sido el Amor, seré de aquí en adelante el Odio, y tal seguiré siendo siempre!"

 



Andréiev, Leonid. El diario de Satanás.
Barcelona: Editorial Eneida, 2011


Dnevnik Satani. Traducció de Eduardo Ugarte.
Col·lecció Confabulaciones, 32


::: Què en diu la contraportada...
El diario de Satanás, imprescindible obra maestra de Leonid Andréiev, nos regala los fragmentos demoníacos más profundos, sinceros e incisivos de la historia de la literatura.

En el exquisito discurrir de la historia, escrita como un entretenido diario, Satanás introduce al lector en el complejo caleidoscopio de las emociones y sentimientos humanos.

::: Com comença...
Hace exactamente diez días que me he humanizado y que vivo una vida terrestre.
Mi soledad es muy grande. No necesito amigos, pero sí hablar de mí mismo, y no tengo con quién.

::: Moments...
(Pàg. 11)
¿Eres tú, mi querido amigo, culpable de esto, de que en tu pequeña mente haya tan poca comprensión?

(Pàg. 23)
(...) allá en lo alto seguían tranquilas las estrellas... ¿Pero qué podrá turbar a las estrellas?

(Pàg. 49)
(...) Me persuadí una vez más de que la vista es un gran obstáculo para la inteligencia, como también el oído: no en balde los sabios son casi todos ciegos y el mejor músico del mundo era sordo.

(Pàg. 55)
Es difícil saber de qué porquerías nutro Yo a mis hambrientos reporteros. Como experto criador de cerdos, miro con espanto toda esta inmundicia envenenada; pero ellos se la comen y viven..., aunque la verdad es que de algunos no se puede decir que engorden.

(Pàg. 57)
(...) Cuando miro estos gentleman y estas ladies y pienso que son parecidos a los de la corte de Assurbanipal y que durante dos mil años las monedas de plata de Judas han continuado dando frutos, como su beso, me fastidia tomar parte en esta vieja y vulgar representación.

(Pàg. 61)
Lo sobrenatural se hace inexpresable: soy extenso como el espacio, profundo como la eternidad, y en cada aliento mío Yo contengo todo.

(Pàg. 64)
- ¿(...) no sabe usted todavía que todo cultoy toda fe son un sacrilegio? Si una simple hostia es considerada por ellos como el cuerpo de Cristo, si a un Sixto a un Pío cualquiera se le llama, tranquilamente, con el consentimiento de todos los católicos, Vicario de Cristo, ¿por qué, entonces, a nosotros o a un americano de Illinois no le ha de estar permitido al menos ser... el Gobernador civil de Cristo? (...).

(Pàg. 75)
- (...) Su desgracia consiste precisamente en esto, mister Wunderhood: que usted odia demasiado a los hombres...
- Ama a tu prójimo...
- Eso, que se amen los unos a los otros, enseñarlo a los hombres, sugerirlo, ordenárselo, ¿pero a usted de qué puede servirle esto? Cuando se ama demasiado no se distinguen los defectos del ser amado y, lo que es aún peor, se exageran sus virtudes. ¿Cómo queréis corregir a los hombres y hacerlos felices sin conocer sus defectos y tomando los vicios por virtudes? Cuando se ama se disculpa, y la disculpa mata la fuerza. Mire, mister Wunderhood, quiero ser completamente franco con usted, y he de decirle: el amor es debilidad. El amor os limpiará el bolsillo de dinero y se lo gastará en... colorete. Dejad el amor para los que están abajo, exigidlo de ellos... (...).

(Pàg. 78)
- (...) mientas exista la muerte la Iglesia será indestructible. Sacudidla todos, minadla, tratad de hacerla estallar y saltar por el aire: no lo conseguiréis. Y aunque lo consiguieseis, vosotros mismos seriáis los primeros en perecer bajo sus ruinas. ¿Quién os protegerá entonces de la muerte? ¿Quién os dará entonces la dulce fe en la inmortalidad, en la vida eterna, en la beatitud?... Créame, mister Wunderhood, el mundo, en realidad, no pide vuestra ratio; es una equivocación.
- Pero entonces, ¿qué quiere, Eminencia?
- ¿Qué quiere? Mundus vult decipi... ¿Conoce usted nuestro latín?; El mundo quiere ser engañado.

(Pàg. 89)
La mirada de María era sencilla y serena, y no tenía la fuerza penetrante de la luz que mortifica, ni la interrogación divina, ni la misericordia que mata. Estaba tranquila y sosegada como el cielo del campo y -no sé cómo sucedió- todo mi infierno se iluminó de la misma serenidad. Mis maravillosos soldados comenzaron a tambalearse y a desaparecer en batallones, como sombras confusas durante una revista nocturna; y todo se ha vuelto claro dentro de Mí, desierto y quieto; todo se ha vuelto alegre, de la alegría del desierto sobre el que todavía no haya puesto pie el hombre.

(Pàg. 96)
- (...) No sólo Isis necesita velos; existen caras fatales, parecidos fatales que atormentan nuestro espíritu y nos empujan hacia el precipicio de la autodestrucción (...).

(Pàg. 100)
Arroja lejos el metro y el peso y escucha, como si a tu espalda no hiciese tic-tac el reloj y en tu pecho no le respondiera el contador, lo siguiente: cuando Yo observaba tu vida desde allá –convengamos en decir así cuando queramos decir “del extranjero”- la veía como la agradable y alegre lectura de una partícula de inmortalidad.

(Pàg. 102)
Aquí todos se llevan al tribunal, unos a los otros: los vivos llevan a los muertos; los muertos, a los vivos; la Historia, a los unos y a los otros; Dios a la Historia -¡y esta infinita serie de intrigas, este turbio torrente de falsos testimonios, de falsos juramentos, Yo lo he tomado por la interpretación de los inmortales! ¿Me habré equivocado y habré ido donde quería? ¡Eh, tú, respetable indígena, dime: ¿adónde conduce este camino? Palideces, tu dedo indica temblando algo... ¡Ah, es el cajón de la basura!.

(Pàg. 107)
Hacia la tarde, el mal tiempo se había transformado en tempestad, y el mar, revuelto, mandaba un húmedo olor desde noventa millas hasta las mismas piedras de Roma. Y el verdadero mar romano, la campiña ondulada, comenzaba a cantar con la voz de la tempestad, como el océano, y por momentos parecía que las colinas, inmóviles, éstas sus petrificadas ondas, comenzaban a moverse sobre la base, y todas juntas, en rebaño, avanzaban sobre los muros de la ciudad. Marzo “loco”, este ágil suscitador de miedos y de tempestades, corría impetuosamente el espacio, plegaba las pálidas hierbas y las tiraba por los pelos al suelo, bramaba como perseguido y lanzaba a plenos brazos el viento entre los cipreses gemidores. De cuando en cuando se arrojaba con algo pesado sobre el techo de tejas de la casa, que temblaba bajo los golpes; y los muros de piedra murmuraban, como si dentro de las mismas piedras el viento, prisionero, estuviera buscando una salida.

(Pàg. 132)
(...) sólo los hombres violan sus contratos; los diablos los respetan...

(Pàg. 137)
¿Por qué temía tanto al principio la oscuridad? ¡Con lo bien que esconde y disuelve todo lo que es inútil!

(Pàg. 139)
Ya conocía antes a los hombres. Pero los miraba como Augusto miraba desde su tribuna la fila de víctimas. “¡Ave, César, los que van a morir te saludan!”. Los miraba con los ojos de águila y no Me dignaba conceder ni siquiera una señal de mi cabeza coronada a sus gritos dolorosos: aparecían y desaparecían, andaban sin fin, y sin fin era la indiferencia de mi mirada cesárea. Y ahora... ¿es posible que sea Yo el que Me muevo velozmente levantando el polvo de la arena? Y Yo soy este esclavo sucio, delgado, famélico, que alza su cara de prisionero y gime roncamente, mirando los ojos impasibles del Destino:
Ave, César! Ave, César! (...).

(Pàg. 141)
Compra la tinta más negra que encuentres, coge la pluma mayor y separa con un trazo grueso mi vida de ayer de la de hoy; coge la vara de Moisés y divide el tiempo, fluido como las aguas de un torrente, y deseca el fondo...; solo entonces podrás comprender mi hoy.
Ave, Cesar, morituri te salutant!

(Pàg. 143)
Es penoso y envilecedor ser sobre la tierra esta mísera cosa que se llama hombre: pequeño gusano astuto y ávido que se arrastra, multiplica y miente a toda velocidad, ocupado en esquivar los golpes dirigidos a su pequeña cabeza, y que, si no miente, perece igualmente a su hora fijada.

(Pàg. 145)
¡(...) tú, hombre, llevas dentro de ti a Dios y a Satanás en esta angosta y maloliente prisión!
¡Dios, obligado a ser lobo que salta al cuello y bebe la sangre! ¡Satanás, obligado a ser liebre que esconde las orejas! Es casi insoportable, estoy de acuerdo contigo. Esto hace la vida eternamente agitada y tormentosa, y la tristeza del alma es incurable.

(Pàg. 145)
(...) Escucha todas la palabras que el hombre ha pronunciado desde el día de su creación , y dirás: ¡Es Dios! Echa una mirada a todas sus acciones, desde los primeros días, y exclamarás con repugnancia: ¡Es una bestia! Así, desde miles y miles de años el hombre lucha contra sí mismo; y su tristeza no tiene fin (...).

(Pàg. 182)
-¿ (...) Por qué se aferran de esta manera éstos a la monarquía?
- Probablemente porque el cielo está regido en forma monárquica. ¿Puede usted imaginar la república de los santos y el gobierno del mundo con base electiva? Imagínese: entonces hasta los diablos tendrían derecho al voto. El rey es necesario, créame, Wunderhood.

(Pàg. 183)
- (...) Pero las leyes cambian, Magnus.
- ¡Cambian!; esto significa solamente someterse a una nueva ley que antes no existía. Sólo violando la ley dignificáis la voluntad. Demostrad que el mismo Dios está sometido a sus propias leyes, es decir, hablando con sencillez, que no puede hacer milagros, y mañana no habrá quien escuche a su vieja mona afeitada y las iglesias serán transformadas en hipódromos. ¡El milagro, Wunderhood, el milagro!, eso es lo que todavía sostiene a los hombres en esta desdichada tierra.

(Pàg. 191)
- (...) El comienzo del amor, el de la vida, el del Imperio Romano y el de la gran revolución, ¡qué bellas iniciaciones son todas! ¿Y el fin? Y si a veces un hombre aislado logra morir tan bien como ha nacido, las masas acaban siempre con abominación.
Oh! ¿y las causas, Magnus?
¿Las causas? Probablemente es aquí donde se ve la naturaleza misma del hombre, de la bestia humana, en su conjunto perverso y limitado, inclinado a la locura, presa fácil de todas las enfermedades contagiosas, para quienes el camino más largo acaba siempre en el imprescindible muro. Por esto es por lo que el arte está tan por encima de la vida del hombre...
- No comprendo.
¿Qué tiene esto de incomprensible? En el arte es el Genio el que empieza y acaba, ¿comprende?: ¡el Genio! (...)

(Pàg. 194)
Tiemblan mis manos, con furia atroz pienso en los obstáculos, en las habitaciones, en los pasillos, en las paredes que nos separan: ¡te deseo! No me he reconocido mis ojos en el espejo; un velo los cubre, y respiro irregularmente y con dificultad, y todo el día vaga mi pensamiento, libidinoso, en torno a tu seno desnudo. ¡Todo lo he olvidado! ¿Quién es quien me tiene en su poder? Me envuelve como un dúctil hierro candente: mi propio calor y mis resplandores me ciegan. ¿Qué haces tú, hombre, cuando te ocurre esto? (...).

(Pàg. 206) 
(...) ¡juro sobre mi trono que, si por un instante he sido el Amor, seré de aquí en adelante el Odio, y tal seguiré siendo siempre!

(Pàg. 209)
- (...) Pero la consciencia... ¿qué hacer con las consciencia?...¡No se la puede tener anestesiada toda la vida!

(Pàg. 216)
- (...)¿Y si tu mujer te ha puesto los cuernos con un criado, o si la opinión pública no te comprende, y en vez de tener piedad de ti te lacerara, ¿entonces te quejarías a Dios? Yo no tengo a nadie a quien acudir; yo no me lamento a nadie; pero no perdono. No perdono. ¡Me siento personalmente ofendido!

(Pàg. 248)
- (...) cualquier tonto saber que la historia imparcial señala en sus páginas con igual cortesía los nombres de los santos y los de los malvados. Lo que importa es la proporción, usted mister Wunderhood, como buen americano, debía comprender esto bastante bien. Y los simbólicos vergajos con que castiga la historia a los malvados se distinguen poco de los laureles, de lejos desaparece hasta la más pequeña diferencia, se lo aseguro (...).

(Pàg. 248)
- (...) ninguna ramera desposada recibe tan de buena gana a un nuevo huésped como la historia un nuevo...¡héroe!.

::: Què en penso...
El mite desmitificat. Vet-ho aquí. Andréiev ens proposa trabucar la llegenda sobre l’origen de la malvestat i la malícia per fer-nos avinent el diable veritable. Aquell de qui, sense lluïr banyes, cua ni pudor de sofre, realment hem de desconfiar.

I és que El diario de Satanás, malgrat el títol provocador, no deixa de ser un costumari sobre la idiosincràsia humana. Un testimoni sobre la fragilitat de la filantropia davant la misantropia exacerbada.

De fet, El diario de Satanás és una proposta de lectura de marcat to existencialista amb una pàtina de pessimisme profundament arrelada al concepte inspirador de la mateixa: el tour de force secular entre bondat i maldat.

Encara que en aquesta ocasió Andréiev, mordaç i punyent, atrevit i provocador, arrenglera Satanàs a l’equip dels crèduls i candorosos i a l’home a l’equip de la injúria, l’engany, de la vilesa i de la infàmia.

Tot per fer-nos avinent (si no ho sospitàvem encara) que segurament hi ha més maldat i frau entre les estructures jeràrquiques de la humanitat (monarquia, església, sistema politicoeconòmic), que al mateix infern.

Però El diario de Satanás també és la crònica d’una metamorfosi en la que el príncep dels dimonis passa de ser omnipotent i poderós a caure en el parany de l’amor i a experimentar la por i la idiòcia.

A partir d’aquestes dues proposes temàtiques, i un cop presentats personatges i motivacions, Andréiev entrelliga una historia d’enganys – d’inici magnètica i atractiva-, amb una sèrie de reflexions i soliloquis sobre la moral de la humanitat i la maldat inherent en la seva obra – que alenteixen molt el ritme de la novel·la-.

Amb tot, el format de dietari en que està escrit, i la primera persona en que està relatat, li confereix una mica de ritme i, per tant de marge. I no diguem el fet de llegir sobre un príncep de l’infern enganyat, víctima de l’amor i certament pusil·lànime.

Però la protagonista de la novel·la és la malvestat humana. Satanàs és només l’instrument amb que es manifesta. Llavors, ...la novel·la és un frau, un engany? Si l’has triat pel títol segurament acabaràs pensant que sí. En canvi, si arribes a El diario de Satanás a partir d’altres novel·les de l’autor, ja saps de quin peu calça i què pretén Andreiev presentant Satanàs com a víctima i no com a botxí: la confrontació entre la maldat mitològica (llegenda) i la malesa humana (real i tangible) que tant es pot manifestar com una dolenteria instintiva o com una perversitat intel·lectual.

Dit això, i a banda de la provocació temàtica, és evident que la clau narrativa no està ben aconseguida. El relat pateix de manca d’acció i la trama es presenta confusa en certes escenes degut a la llargada del diàlegs i les reflexions sovint complexes abocades en ells.

Sí, és cert... deixa anar unes garrotades a tort i a dret que déu n’hi do. L’església, el poder polític, la monarquia, el capitalisme,.... tots culpables. Tots responsables de la maldat sobre la Terra. Però, com a lector, acabes demanant a l’àrbitre que piti el final del partit abans d'hora.

I quan arriba el final,... el desengany total. És possible que sigui un dels finals més inoportuns i anticlimàtics de l'Andréiev?

En resum, si, seduïts pel títol, trieu El diario de Satanás  esperant trobar una obra d’horror diabòlic no serà el vostre millor dia. Lluny d'això, la novel·la és un retrat incisiu (i molt interessant) sobre la naturalesa humana que sembla escrita amb la lleugeresa d’una comèdia -i en algunes pàgines aconsegueix ser-ho, provocant el somriure al lector i tot-, encara que en general no deixa de ser una tragèdia que acaba amb una gran farsa.


::: Enllaços:
Leonid Andréiev

::: Llegeix-lo:
Anglès (html)
Anglès (facsímil. Edició de Boni & Liveright, New York, 1920)

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