El feliz fracaso y otros relatos - Herman Melville



"La tendencia natural del hombre, tomado bajo la forma de la masa, es seguir la corriente universal hasta llegar a la nada y el olvido."







Melville, Herman. El feliz fracaso y otros relatos. 
Barcelona: Áltera, 1996

Traducció d’Albert Solé


::: Què en diu la contraportada...
El pálpito misterioso del mundo…, pero un mundo que no por desconcertante resulta hosco, impenetrable, hostil: sin duda es éste el rasgo más característico de estos cuentos del célebre autor de Moby Dick. Unos cuentos por los que discurre una mirada tierna y cómplice hacia los múltiples pesares que abruman a los hombres. Unos cuentos que nos incitan a no dejarnos abatir ni por la adversidad ni por la oscuridad de las cosas: a afirmar, al contrario, la plenitud inconmensurable de existir.

::: Com comença...
Cuando vi por primera vez la mesa, abandonada y sucia en el rincón más lejano de la vieja buhardilla que tenía forma de sombrero de hongo, sobre la que había esparcidos viejos frasquitos y viales de color púrpura, desportillados y recubiertos de costras secas, y un fantasmagórico y medio desmantelado volumen en cuarto, me pareció una vieja mesita tan nigromántica que muy bien habría podido pertenecer a fray Bacon.
La mesa de manzano. Unas manifestaciones espirituales muy originales.

::: Moments...
(Pàg. 25)
¿Existían los espíritus? ¿Habría espíritus dispuestos a encantar una mesa de té? ¿Osaría el Maligno mostrar su pezuña hendida en el seno de una familia inocente?
La mesa de manzano. Unas manifestaciones espirituales muy originales.

(Pàg. 29)
Y allí, cerca del centro del tablero, y lo juro por mi vida, vi un diminuto agujero de contornos irregulares o, mejor dicho, una especie de rendija mordisqueada, en la cual (como una mariposa que escapa de su crisálida) se producía la agitación de aquel objeto reluciente, cualquiera que éste pudiese ser. Su movimiento era el movimiento de la vida.
La mesa de manzano. Unas manifestaciones espirituales muy originales.

(Pàg. 43)
- (...) ¡Espíritus, espíritus! –exclamó, extasiada-. Sigo creyendo en los espíritus, solo que ahora creo en ellos con deleite, mientras que antes sólo pensaba en ellos con terror.
La mesa de manzano. Unas manifestaciones espirituales muy originales.

(Pàg. 50)
- (...)¿no le considera un genio extraordinario?
- ¿Un genio? ¡Ah, vaya, que un tipo tan bajito y regordete pueda ser considerado un genio! El genio, como Casio, es flaco y larguirucho.
- ¿Ah? Pero ¿acaso no podría concebir la posibilidad de que anteriormente Hautboy poseyera la chispa de la genialidad, pero que, habiéndose librado de ella, haya engordado después?
- Que un genio se libre de su genio es tan imposible como que un hombre aquejado de consunción galopante consiga librarse de ella (...)
El violinista.

(Pàg. 54)
- (...) Se está burlando de mí, Standard. Aquí hay algún misterio. Dígame, se lo ruego: ¿quién es Hautboy?
- Un genio extraordinario, Helmstone –dijo Standard con repentino ardor-, que en la infancia apuró hasta vaciarla la jarra de la gloria; cuyo ir de una ciudad a otra era un ir de triunfo en triunfo. Es un hombre que ha sido objeto de asombro para los más sabios, que ha sido acariciado por las más hermosas y ha recibido el abierto homenaje de miles y miles de hijos del populacho. Pero hoy camina por Broadway y ningún hombre le reconoce. Junto con usted y conmigo, es empujado por el codo del oficinista presuroso y por el poste del ómnibus implacable. Él, que cien veces ha sido coronado con laureles, lleva ahora, como puede ver, un sombrero que apenas conserva su forma original. Hubo un tiempo en que la fortuna derramaba lluvias de oro sobre su regazo, de la misma manera en que vertía chorros de laureles sobre su fuente. Hoy deambula de una casa a otra, enseñando a tocar el violín para ganarse la vida. Atiborrado de fama en el pasado, hoy ríen sin ella. Con genio y sin fama, es más feliz que un rey. Ahora tiene más prodigio que nunca.
El violinista

(Pàg. 61)
- Este viaje es realmente duro, querido tío, y hace muchísimo calor.
- Jovencito, la gloria nunca se puede ganar sin esfuerzo..., y además hay que esforzarse contra la corriente, tal como hacemos ahora. La tendencia natural del hombre, tomado bajo la forma de la masa, es seguir la corriente universal hasta llegar a la nada y el olvido.
El feliz fracaso. Una historia del río Hudson

(Pàg. 62)
- Disculpadme, querido tío. Sois más sabio que yo.
- Parece lógico pensar que los años y los cabellos grises deberían traer consigo sabiduría ¿no, muchacho?
El feliz fracaso. Una historia del río Hudson

(Pàg. 80)
Cuando se desvanecieron esos primeros batidores encargados de abrir el combate, apareció la artillería pesada del banquete, encabezada por ese bien conocido generalísimo inglés, el rosbif. Como ayudantes de campo teníamos un cuarto de cordero, un gordo pavo, un pastel de gallina y un cortejo interminable de otras sabrosas viandas; mientras que como avanzadillas precursoras llegaron nueve jarras de plata llenas de zumbante cerveza. Cuando ese potente destacamento siguió el camino de los batidores, una brigada selecta de volatería estableció su campamento sobre la mesa, con sus hogueras iluminadas por los más rojizos de las botellas.
El paraíso de los solteros y el tártaro de las doncellas

(Pag. 112)
De la misma manera que el nombre es un acortamiento, así la raza es un residuo.
Los ges.

(Pàg. 125)
Muy lejos, sobre una distante aldea encogida en una llanura formada por las montañas, reposaba un enorme dosel de calina que parecía un paño mortuorio. Era el humo condensado de las chimeneas, unido al aliento exhalado y condensado de los aldeanos, al que las colinas circundantes impedían dispersarse. Era demasiado pesado y carecía de vida para poder subir por sí mismo; así que allí permanecía inmóvil, entre la aldea y el cielo, ocultando indudablemente a más de un hombre aquejado de paperas, y a muchos niños inquietos y afligidos.
¡Quiquiriquí! EL canto del noble gallo beneventano.

(Pàg. 126)
¡Grandes progresos y mejoras de nuestra era! ¿Cómo? ¿Llamar progreso y mejora a facilitar la muerte y el asesinato? ¿Quién quiere viajar tan deprisa? Mi abuelo no lo quiso, y no tenia ni un pelo de tonto. ¡Escuchad! Aquí llega de nuevo ese viejo dragón, ese gigantesco moscón llamado Moloc -¡resoplido! ¡bufido! ¡chillido!-, aquí llega en veloz e incontenible trayectoria a través de estos bosques vernales, como el cólera asiático bamboleándose encima de un camello. ¡Haceos a un lado, que ya llega el asesino legitimado, el monopolizador de la muerte! Es juez, jurado y verdugo a la vez, y sus víctimas siempre mueren sin el beneficio de ser atendidas por el clero. Cuatrocientos kilómetros campo a través recorre este demonio de hierro, gritando incesantemente: “¡Más, más, mas!” (...).
¡Quiquiriquí! EL canto del noble gallo beneventano.

(Pàg. 152)
Era un gallo, que más parecía un águila dorada que un gallo. Un gallo, que más parecía un mariscal de campo que un gallo. Un gallo, que más parecía lord Nelson luciendo todas sus resplandecientes medallas e insignias, firmemente plantado sobre la cubierta del Vanguard para ir a la batalla, que un gallo. Un gallo, que más parecía el emperador Carlomagno envuelto en su capa de Aquisgrán, que un gallo.
¡Ah, qué gallo!
¡Quiquiriquí! EL canto del noble gallo beneventano.

(Pàg. 160)
Algunos de mis parientes murieron; no llevé luto, pero durante tres días bebí cerveza negra y prescindí de la cerveza de Filadelfia, que es de un color mucho más claro.
¡Quiquiriquí! EL canto del noble gallo beneventano.

(Pàg. 177)
A veces el dulce sentido del deber puede llevarnos a la más terrible perdición.
Jimmy Rose

(Pàg. 178)
Sin romper salvajemente su temple para derribarlo de una vez por todas, el destino fue doblando poco a poco a Jimmy hasta arrástralo a la más bajas profundidades.
Jimmy Rose

(Pàg. 181)
(...) no es correcto, y quizá ni siquiera cristiano, que quienes son felices se permitan formular juicios morales demasiado estrictos acerca de quienes no lo son.
Jimmy Rose

::: Altres n'han dit...
Pep Grill.

::: Enllaços:
Herman Melville, contextsobre els contes de Melville, estilística i temàtiques.

::: Llegeix-lo:
Castellà - El fracaso feliz  (html)
Anglès - Jimmy Rose, La mesa de manzano, El feliz fracaso, Los gee (facsímil Princeton University Press, 1922)

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