Mal dadas - James Ross

 


"(...) ojalá hubiéramos encontrado otra forma de conseguir dinero."
 


Ross, James. Mal dadas
Barcelona: Sajalín Editores, 2013

They Don’t Dance Much. Traducció de Carlos Mayor.
Col·lecció Al Margen, 20



::: Què en diu la contraportada...
Durante la Gran Depresión, en Corinth, Carolina del Norte, no hay mucho que el joven granjero Jack McDonald pueda hacer además de beber una cerveza tras otra. Sin un céntimo y con una amenaza de embargo, Jack no duda en aceptar el empleo que su viejo compañero de colegio Smut Milligan le ofrece en su recién inaugurado salón de carretera, un lugar donde se sirve alcohol de fabricación casera, se juegan partidas clandestinas de cartas y se alquilan cabañas por horas. El continuo desfile de paisanos por el salón proporciona a Milligan buenos rendimientos, a menudo en forma de dinero, otras veces en forma de averiguaciones que, llegada la hora de liquidar deudas para seguir con el negocio, podrían resultar de vital importancia. Cuando el astuto y codicioso Smut ponga en práctica su brutal plan, a Jack le resultará difícil mantenerse al margen.

Publicada por primera vez en 1940 e inédita en castellano, Mal dadas podría ubicarse entre la cruda narrativa de James M. Cain y los primeros relatos de Ernest Hemingway. Una novela que, por su realismo sin concesiones y su lenguaje directo, resultó avanzada para el gusto de los lectores de su época, e impresionó a ilustres compatriotas como Raymond Chandler, Flannery O'Connor o George V. Higgins.

::: Com comença...
Recuerdo la tarde en que me senté a la puerta de la gasolinera de Rich Anderson y al rato apareció Charles Fisher y se detuvo junto al surtidor de la súper.  El Cadillac nuevecito que conducía iba tan suave que ni lo había oído acercarse. 

:::  Moments...
(Pàg. 35)
Nunca vi a Bert Ford bien vestido. Iba siempre con un pantalón con peto a rayas y camisas de cambray azules, y casi siempre llevaba un sombrero alto de color negro. Tenía la cara larga, como de perro de caza, con surcos que le bajaban de las mejillas, y la piel más o menos del mismo color que una pera de invierno madura. Supongo que había nacido con los ojos verdes, pero de tanto beber se le habían quedado sanguinolentos. Tenía un diente de oro justo en mitad de la mandíbula inferior y a veces, cuando hacía sol y el hombre abría la boca, el diente resplandecía y le iluminaba la cara. Pero jamás lo vi reír. 

(Pàg. 85)
(...) fue una buena inauguración. Estaba todo Corinth, excepto la gente como Dios manda de verdad y los morenos. Y encima habían dejado mucho dinero. 

(Pàg. 91)
- (...) En el norte las mujeres llevan los pantalones. Por eso a los hombres les encanta venir al sur. Por aquí ven a un montón de morenos y entonces ya no se sienten tan gusanos. 

(Pàg. 93)
- (...) En el sur no hay dinero. El sur es territorio de granjeros. Y está claro que hoy en día las granjas no dan dinero.
En Corinth hay fábricas –recordé.
Las fábricas de algodón no aportan dinero al sur. Los peones no llegan a trabajar la mitad de las veces. Cuando por fin cobran el salario la empresa se lo queda al instante, por las provisiones y por el alquiler de la casa,  y por la leña y por todo. El sur no va a salir de pobre (...)

(Pàg. 96)
Me costaba entender por qué había ido a ver a Smut Milligan a hurtadillas. Tenía al hombre más rico de Corinth y debería haber estado satisfecha. Me imaginé que el problema era que su marido nunca se arriesgaba con nada. No le hacía falta. En cambio, Smut se arriesgaba con todo, y con é me parece que Lola se sentía igual. De vez en cuando tenía necesidad de probarlo.  Me di cuenta de que estaba decidía a conquistarlo, fuera como fuera. A Smut Milligan no era algo que le quitara el sueño en aquel momento. Lo que más le interesaba era el dinero. 

(Pàg. 135) 
(...) le puso la brasa en el pie derecho, justo por encima de los dedos. Al cabo un momento oí que la carne chisporroteaba. Bert tenía la boca abierta y los ojos cerrados, y la cara retorcida hacia un lado. Pensé que ojalá hubiéramos encontrado otra forma de conseguir dinero. 

(Pàg. 148)
(...) yo no pude pegar ojo. Me preocupaba lo que habíamos hecho y estaba molesto con él por haberme arrastrado a un asesinato sin decirme nada antes. Me daba miedo que me hubiera elegido para tener un chivo expiatorio si algo salía mal. 

(Pàg. 245)
(...) se puso a fregar otra vez, pero a una velocidad muy de moreno. Más o menos un palmo cuadrado por hora. 

(Pàg. 281)
Smut dejó de dar vueltas. Me miró con cierta extrañeza, como si quisiera explicarme por qué lo había hecho, pero no supiera cómo empezar. Se sentó ante la barra y se puso a morderse la uña del pulgar.
- Si empiezas por abajo de todo tienes que ser más duro que toda la gente que te separa de la cima – sentenció, sin levantar los ojos del suelo.

(Pàg. 286)
- (...) Una semana es una eternidad cuando se trata de un asesinato – razonó Badeyer

(Pàg. 321)
- (...) No es asunto mío, pero ¿por qué no ha querido alquilarles las cabañas a ese? –le preguntó-. No están llenas.
Smut sacó una llave inglesa del bolsillo y se puso a examinar las bisagras de la puerta del descapotable.
- Eso ya lo sé –respondió-.Pero yo no alquilo cabañas a unas putas con sus chulos.
-¿Y eso por qué lo dice?
- Tenían toda la pinta. Se habrían instalado aquí y habrían hecho un buen negocio durante, no sé, una semana, que es lo que tarda en notársete la gonorrea. Luego se habrían ido a otra parte y aire.
- Pero hay gente que viene y las alquila solo para un par de horas –objetó Sam.
- Eso es distinto.
¿Ah, sí?
- Sí. La gente de por aquí que hace eso es respetable. Las chicas por lo general cantan en el coro y esas cosas. Y los chicos son de las mejores familias. Pero dejar que se instalen unas putas aquí es muy distinto.
- Supongo –dijo Sam, y volvió a coger la pistola.
Me cerrarían el garito. Además, si me muriera y fuera al infierno tendría problemas. Si hubiera ganado dinero a costa de las putas no podría andar con la cabeza bien alta.
Sam se rió con ganas y Smut fue a la parte delantera del vehículo.

::: Què en penso...
Mal dadas és una història de perdedors salpebrada de masclisme i racisme amb un rerefons rural. La novel·la és contundent com un cop de puny. No per la violència –que en conté- sinó sobretot pel retrat social que fa d'una Amèrica rural, exhaurida per la crisi de la dècada dels 30’s. 

Perquè Mal dadas és un country noir, sí. Però també és molt més; el realisme amb que descriu el context humà dels personatges (favors, deutes pendents, adulteris)  i el context econòmic en el que es mouen (misèria, contraban, tràfic d’influències, corrupció) colpejats per la Gran Depressió la converteix també en una obra plenament d’àmbit social. 

La novel·la, d’altra banda, pren el punt de vista d’un dels personatges que forma la dupla protagonista. Des d’aquest púlpit narratiu veiem (i vivim) en primera persona les debilitats i els dubtes que generen les accions a les que es veuen abocats els personatges. Es des d’aquest punt de vista en que la novel·la funciona també com a una història psicològica de primera magnitud, transmetent-nos l’angoixa en trobar una sortida (un futur, una vida)  on sembla que no n’hi ha cap. 

La trama és simple (la cobdícia –i la misèria- condueixen al  robatori a l’assassinat) però s'allunya dels estàndards del gènere. La prosa, directe i concisa, ofereix uns diàlegs tallants com una fulla d’afaitar. 

Ross llueix especialment en la primera part de la novel·la on realitza un treball impecable en la construcció i desenvolupament dels personatges protagonistes (les seves rutines diàries, els seus vicis, les seves manies...) i de la trama, que va desplegant paulatinament com si d’un joc de cartes es tractes. Tot plegat ocupa una bona part de la novel·la però Ross li dona un to tant realista i minuciós que el lector no pot parar de formar imatges mentals i crear-se un storyboard propi. 

El ritme general de la narració és assossegat. L’autor es pren el seu temps per engegar l’acció, creant així una sensació d’ofec molt potent, a la que cal sumar-hi la tensió creixent entre els dos protagonistes.  I què millor que contenir totes aquestes angúnies i passions en un únic escenari:  el roadhouse. El local, d’aquesta manera, funcionant com escenari principal, és el laboratori perfecte on l’autor teixeix els diferents fils argumentals, a banda de presentar-hi i analitzar els diferents personatges i els seus costums (i tabús) i la seva moralitat. 

I s’arriba al crim. I ni els mateixos protagonistes saben com. Així l’assassinat és barroer, cruel. I l’eliminació del cadàver angoixosa a banda de fastigosa. Però és una de les claus (i de l’audàcia) de l’estil de Ross. 

En definitiva, novel·la seminal del brutalisme sureny que no us podeu perdre.  

:::  Altres n'han dit...
BCNCultura.cat (Daniel Bossio)Negra y mortal (Marc Moreno), Calibre .38 (Jesús Lens), Literatura +1Lectura y locura, Indienauta (Raúl Jiménez), Escrito en el vientoViaje alrededor de una mesaWestville (Alberto Staiz), Rap Sheet (Steven Nester).

:::  Enllaços:
James Ross, context literarimés enllà del noir sureny, els motius del seu no-èxit, el seu realisme.


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