La gran bonanza de las Antillas - Italo Calvino

 


"(...) la distancia es la urdimbre que sostiene la trama de todas las historias de amor (...)."






Calvino, Italo. La gran bonanza de las Antillas.
Barcelona: Tusquets Editores, 1993

Prima che tu dica “Pronto”. Traducció d’Aurora Bernárdez.
Col·lecció Andanzas, 190


::: Què en diu la contraportada...
Se reconoce en estas a veces brevísimas obras maestras toda la demoledora ironía con la que Calvino “interviene” en los hechos cotidianos más nimios, pero que parecen insuperables, todo el humor con que describe los absurdos del Poder, toda la exuberante fantasía que en él suscitan una situación, un lugar, un objeto, una lectura cualesquiera, o el modo de ser de una persona o de una comunidad. Desde la lucha titánica que libra uno de sus personajes contra el hielo a la hora de servirse unos cubitos, hasta esa revolución que se desencadena precisamente cuando el poder establecido hace concesiones para evitarla, pasando por las paradojas a las que se enfrenta Casanova y las entrevistas imaginarias con el hombre de Neanderthal, Moctezuma o Henry Ford, los lectores nos sentimos como hechizados por la inagotable imaginación de Calvino. Desde “El hombre que llamaba a Teresa” (1943)  hasta “La implosión” (1984), estos cuentos abarcan cuarenta años de su producción literaria. 

::: Com comença...
Bajé de la acera, di unos pasos hacia atrás mirando para arriba y, al llegar a la mitad de la calzada, me llevé las manos a la boca, como un megáfono, y grité hacia los últimos pisos del edificio:
-¡Teresa!-
Mi sombra se espantó de la luna y se acurrucó entre mis pies (...).
El hombre que llamaba a Teresa.

::: Moments...
(Pàg. 16)
(...) la risa se me murió en la garganta, enrojecí de vergüenza. Gesticulé para llamar la atención de los transeúntes y “¡Deteneos un momento!”, grité. “¡Hay algo que no funciona! ¡Todo está equivocado! ¡Hacemos cosas absurdas! ¡Este no puede ser el camino justo! ¿Dónde iremos a parar?”.
El relámpago.

(Pàg. 38)
- (...) ¿Por qué yo? –dijo-. Todos los hombres me contestan así. Y todos los hombres tienen un nudo en los zapatos, algo que no saben hacer, una incapacidad que los ata a los otros hombres. La sociedad se rige hoy  por esta asimetría de los hombres: es un engaste de llenos y vacíos.
Un inútil.

(Pàg. 52)
- (...) Creo que el carácter de las gentes vienen también del retrete en el que están obligados a encerrarse cada día. Uno vuelve de la oficina a casa y encuentra el retrete verde de m0hom cenagoso: entonces rompe un plato de guisantes en el pasillo y se encierra en su cuarto gritando.
Viento en una ciudad.

(Pàg. 82)
La orden llegó a la biblioteca cuando en el alma de Fedina y de sus hombres luchaban sentimientos encontrados: por un lado descubrían  a cada momento nuevas curiosidades que satisfacer, iban tomando gusto a aquellas lecturas y aquellos estudios como jamás lo hubieran imaginado; por otro lado no veían la hora de volver con las gentes, de retomar contacto con la vida que les parecía ahora mucho más compleja, casi renovada ante sus ojos; y por otro más, al acercarse el día en que deberían abandonar la biblioteca, se sentían llenos de aprensión, porqué debían rendir cuentas de su misión, y con todas las ideas que les brotaban en la cabeza ya no sabían cómo salir del atolladero.
Un general en la biblioteca.

(Pàg. 85)
Las amortiguadas  campanillas de los despertadores iniciaban de una casa a otra un diálogo ralo que se espesaba en la periferia para tornarse por fin, a medida que la ciudad se transformaba en campo, en un diálogo de gallos.
El collar de la reina.

(Pàg. 103)
La ciudad se le abrió como una ostra, como un mar límpido. Cuando se es joven ocurre, sobre todo cuando corres por una ciudad, que ves cómo se te abre de pronto, aunque sea conocida y ya cerrada y tan lisa que parece invisible. Es el sabor de la aventura: el único que aún conservaba de su juventud Enrico, arquitecto prematuramente escéptico.
El collar de la reina.

(Pàg. 140)
(...) lo que más me turba no es este frío puñal oculto aquí bajo la toga, o la ansiedad de saber qué imprevisto podría desbaratar nuestros planes, ni el temor de un espía, ni la incertidumbre del después: es sólo ver que es un espléndido día de marzo, un día de fiesta como todos los otros, y que las gentes salen de paseo, les importa un bledo la república y los poderes de César (...).
Un espléndido día de marzo.

(Pàg. 143)
(...) y al retirar el puñal siento como un vértigo, una sensación de vacío, de estar solos, no aquí en Roma, hoy, sino de quedarnos solos después, en los siglos venideros, el temor de que no entiendan lo que hemos hecho, de que no sepan repetirlo, de que permanezcan lejanos e indiferentes como este espléndido y tranquilo día de marzo.
Un espléndido día de marzo.

(Pàg. 144)
La oscuridad de la noche se mete en las calles y en las avenidas, llena de negro los intersticios entre las hojas de los árboles, puntúa de chispas el recorrido de las antenas de los tranvías, se abre en un cono difuminado sobre las puntuales farolas, enciende la fiesta de los escaparates y más arriba en las fachadas de las casas subraya la discreción de las cortinas en las ventanas familiares.
La noche de los números

(Pàg. 164)
La mentira sólo en apariencia excluye la verdad; como usted sabe, en muchos casos las mentiras –por ejemplo, para el psicoanalista, las de los pacientes- son tanto o más indicativas que la verdad (...).
La memoria del mundo.

(Pàg. 173)
(...) para nosotros la democracia sólo empieza el día en que se tiene la seguridad de que en la fecha establecida las telecámara encuadrarán la agonía de nuestra clase dirigente en su totalidad (...).
La decapitación de los jefes.

(Pàg. 202)
El dinero y el mundo subterráneo mantienen un viejo vínculo de parentesco; su historia se desenvuelve a través de cataclismos unas veces lentísimos otras súbitos; mientras me reaprovisiono en el self-service una burbuja de gas se hincha en un negro lago sepulto bajo el fondo del golfo Pérsico, en silencio un emir se lleva al pecho las manos escondidas en las anchas mangas blancas, en un rascacielos un ordenador de la Exxon muele números, en la ta mar una flota de cargueros recibe la orden de cambiar de ruta, yo hurgo en mis bolsillos, el filiforme poder del papel moneda se desvanece.
La gasolinera.

(Pàg. 220)
Moctezuma: (...) para batirse con un enemigo hay que moverse en su mismo espacio, existir en su mismo tiempo. Y nosotros nos examinábamos desde dimensiones diferentes, sin rozarnos. Cuando lo recibí por primera vez, Cortés, violando todas las sagradas reglas, me abrazó. Los sacerdotes y los dignatarios de mi corte se cubrieron el rostro escandalizados. Pero a mí me parece que nuestros cuerpos no se tocaron. No porque mi cargo me pusiese más allá de cualquier contacto extraño, sino porque pertenecíamos a dos mundos que nunca se habían encontrado ni podían encontrarse.
Moctezuma.

(Pàg. 222)
Yo: (...) Pero también para los españoles vosotros erais los otros, los diferentes, los incomprensibles, los inimaginables. También los españoles tenían que descifraros.
Moctezuma: Vosotros os adueñáis de las cosas; el orden que rige vuestro mundo es el de la apropiación; todo lo que sabíais era que nosotros poseíamos algo más digno de ser poseído que cualquier otra cosa y que para nosotros era sólo una materia graciosa  destinada a collares y ornamento: el oro (...)
Moctezuma.

(Pàg. 231)
(...) cuando por fin nuestras voces consigan encontrarse en el hilo, nos diremos frases genéricas e insulsas; no te estoy llamando para decirte algo, ni porque crea que tienes algo que decirme. Nos  telefoneamos porque sólo en este llamarnos a larga distancia, en este buscarnos a tientas a través de cables de cobre sepultos, relés enredados, remolino de escobillas de selectores atascados, en este sondeo del silencio y en la espera del retorno de un eco, se perpetúa la primera llamada desde la lejanía, el grito de cuando la primera gran resquebrajadura de la deriva de los continentes se abrió bajo los pies de una pareja de seres humanos y los abismos del océano se hendieron para separarlos mientras uno en una orilla y el otro en la otra, arrastrado y alejándose velozmente, trataban con su grito de tender un puente sonoro que siguiera manteniéndoles juntos (...).
Antes de que respondas.

(Pàg. 232) 
(...) la distancia es la urdimbre que sostiene la trama de todas las historias de amor (...)
Antes de que respondas.

(Pàg. 244)
Aquí estoy, pues, dispuesto a acoger el agua no como algo que me es naturalmente debido sino como una cita de amor cuya libertad y felicidad es proporcional a los obstáculos que ha tenido que superar.
La llamada del agua.

(Pàg. 292)
Henry Ford: (...) ¡A mí del pasado no me importa nada! ¡No creo en la experiencia de la historia!. Sí, llenar la cabeza de la gente con la cultura del pasado es lo más inútil que puede hacerse.
Entrevistador: Pero el pasado quiere decir experiencia... En la vida de los pueblos y en la de las personas...
Henry Ford: Incluso la experiencia individual no sirve más que para perpetuar el recuerdo de los fracasos (...).
Henry Ford.

(Pàg. 299)
Para mí lo que cuenta en el mundo no son las uniformidades sino las diferencias. Diferencias que pueden ser grandes o también pequeñas, minúsculas y hasta imperceptibles, pero lo que cuenta es justamente ponerlas en evidencia y confrontarlas.
El último canal.

(Pàg. 314) 
(...) el tiempo es una catástrofe perpetua, irreversible.
La implosión.

::: Què en penso...
Parlar de Calvino és parlar d’imaginació i d'una gran capacitat de sorpresa, però també de crítica social i política atrevida i demolidora.

En aquest recull de contes (de fet relats, apòlegs, diàlegs i embrions de novel·les) el lector pacient podrà trobar condensat l’ADN literari de l’escriptor italià.

Els relats que el composen van des de les seves primeres composicions de joventut fins a textos ja enriquits per la seva maduresa literària.

En uns més i en altres menys, Italo Calvino exerceix de franctirador sobre el present (per nosaltres passat, encara que plenament vigent) i ens qüestiona la nostra quotidianitat (la nostra vida). Però també juga amb les nostres creences i amb el nostre coneixement de les coses, presentant-nos la ciència i el progrés, els fenòmens que l'envolten i els objectes que hi participen, des de punts de vista mai imaginats.

I és que tant és si es tracta de política, control social, geologia, història, computació, enginyeria, antropologia, oci, prehistòria, capitalisme, democràcia, amor ... tot és susceptible de convertir-se en la matèria primera dels relats de Calvino. Talment un forat negre, res no escapa de l’horitzó d’esdeveniments de l’autor.

I ho tracta amb la genial itinerari creatiu que ens té acostumats als seus seguidors: de l’anècdota a la categoria. Sempre amb humor, amb absurditat, però amb valentia. Amb unes descripcions que, amb una acusada capacitat de visualització i un gran dinamisme, no tenen res a envejar a un experiència gairebé cinematogràfica.

Ja ho comentava al principi del fil: si hi ha algun tret que defineix l’obra d’Italo Calvino és la imaginació que amaren els seus textos.

Imaginació lúcida y provocadora. Quanta falta que fa, avui més que mai....

::: Altres n'han dit...
Encuentros de lecturas, Martí R. Arús, Kirkus, Hungry like the Woolf, Condividendoidee, Off Topic Magazine.

::: Enllaços:
Italo Calvino, context del recull.

::: Llegeix-lo:
Italià (multiformat).

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