La estrella de Salomón - Aleksandr I. Kuprín




“(...) estoy seguro de que todos venderíais vuestra alma con sumo gusto, no tengo la menor duda. Pero no seríais capaces de imaginar nada original (...)"





Kuprín, Aleksandr I.,  La estrella de Salomón
Barcelona: Alba editorial, 2015


Svezdá Solomona. Traducció de Alberto Pérez.
Col·lecció Rara Avis, 23


::: Què en diu la contraportada...
¿Hay que ir con cuidado con lo que se desea porque se puede convertir en realidad? Así podría resumirse esta novela del gran escritor ruso Aleksandr I. Kuprín (1870-1938). El joven Iván Stepánovich Tsviet es un simple administrativo del Juzgado de Menores Huérfanos; canta también, para «duplicar su raquítico sueldo», como sustituto en el coro de la parroquia; vive en una buhardilla y manda dinero a su madre; no fuma, no bebe, no juega y no es mujeriego. Su único sueño es que lo asciendan en el trabajo. Pero he aquí que un día se le presenta un tal Tófel, «agente de negocios», para comunicarle que ha heredado de un tío suyo una mansión y unas tierras en una lejana provincia. Al visitar la inesperada heredad, descubre que ese pariente suyo tenía fama de nigromante y encuentra en su biblioteca un peculiar libro satánico que intenta descifrar. A partir de ese día se encuentra dotado del increíble poder de que se cumplan todos sus deseos... un don que al principio le fascina y divierte pero que poco a poco acaba siendo para él, que nunca ha sido ambicioso, un auténtico fastidio.

La estrella de Salomón (1917) es una hermosa fábula de magia, amor y nostalgia, una vuelta humorística al género fáustico, escrita con gran inteligencia y un insólito sentido de la bondad.

::: Com comença...
Los extraños e inverosímiles sucesos que se narran a continuación se produjeron a principios del presente siglo, y afectaron a la vida de un joven que no tenía nada de especial, salvo su humildad, su carácter bondadoso y el hecho de pasar completamente desapercibido entre los demás. Se llamaba Iván Stepánovich Tsviet.

::: Moments...
(Pàg. 23) Como suele pasar, el tema del todopoderoso dinero hizo aflorar las emociones de estos pobres desgraciados, con sus ocultas ambiciones, su voluntad quebradiza y un ansia insatisfecha de vivir nuevas experiencias, pero siempre frustrados por la crueldad de sus destinos. Ahora es cuando se revelaba, como si se le diera la vuelta a un calcetín, la verdadera naturaleza oculta de cada uno.

(Pàg. 25) 
“(...) estoy seguro de que todos venderíais vuestra alma con sumo gusto, no tengo la menor duda. Pero no seríais capaces de imaginar nada original, ni espectacular, ni siquiera alegre o atrevido. Solo mujeres, comida, bebida y hacer el vago. Y, cuando el diablo venga a cobrarse vuestra insignificante alma, la encontrará mortalmente aburrida y de una cobardía despreciable.

(Pàg. 49)
- (...) Fuerzas oscuras siempre las ha habido; ya actuaban cuando existía la servidumbre y el campesino era una propiedad más del terrateniente. Entonces había más de un paisano que, en su desesperación, era capaz de vender su alma al maligno. No era raro. Ahora... todo el mal se va en carreteras asfaltadas, en barcos y en electricidad (...)

(Pàg. 56)
Todo el libro estaba salpicado de extrañas recetas, complejos dibujos, fórmulas químicas y matemáticas, diseños de constelaciones y signos del zodíaco, que se entremezclaban con el texto. Pero lo que más se repetía, casi en cada página, era la representación de dos triángulos idénticos superpuestos, de modo que sus bases estaban opuestas en paralelo, y sus vértices quedaban uno arriba y otro abajo; la figura en su conjunto semejaba una estrella de seis puntas con doce puntos de intersección. Esta imagen se denominaba, según el código del difunto tío, “estrella de Salomón”. Y siempre aparecía acompañada, en los márgenes o debajo, por una columna de siete nombres escritos en diferentes lenguas: griego, latín, francés o ruso:

Astoret (a veces Astarot o Ashtaret)
Asmodéi
Velial (o Vaal, Bel, Velzevul)
Dagón
Liutsifer
Moloj
Jammán (o también Ammán, Hammán).

(Pàg. 58)
Siento que me faltan las fuerzas. Mi trabajo llega a su fin. ¡Es inútil! Lo transmito al que me suceda. En la clave está la fórmula. En la fórmula está la fuerza. En la fuerza está el poder.

(Pàg. 65)
(...) era como tener otra vez nueve años, cuando se es más propenso a volar que a moverse con los pies en la tierra.

(Pàg. 88)
(...) en algún lugar recóndito de su cerebro, sumida en una insondable y oscura profundidad, bajo las capas de ideas, sentimientos y deseos presentes más o menos inconscientes, se vislumbraba una especie de sombra, algo parecido a una enfermiza curiosidad... Entonces fue cuando pensó, con una mezcla de vergüenza y temor, en la desenfrenada locura que se adueñaría del mundo si los deseos de la gente tuvieran la capacidad de materializarse en un instante.

(Pàg. 100)
(...) [Toffel] su penetrante mirada tenía un aspecto realmente extraño, con una mezcla de ardiente deseo, poderoso mandato, humillante petición y velada amenaza. Tóffel ahuecaba las aletas de su ganchuda nariz con su respiración agitada. Finalmente rompió el silencio con voz ronca y quebradiza:
- ¿Y la palabra?... ¿Ha oído usted la palabra?... (...).

(Pàg. 104)
Cada deseo de Iván Stepánovich se cumplía casi al instante, como si de verdad tuviera detrás unas hábiles manos y unas piernas tan veloces como sigilosas para servirle. Pero en nada de eso se notaba milagro alguno, sino una eterna e inmutable sucesión de coincidencias entre las ideas y los hechos.

(Pàg. 117)
¿(...) quién puede delimitar con claridad dónde está la frontera entre el sueño y la vigilia? ¿Cambia tanto la vida, según se tengan o no los ojos cerrados? ¿Es que un hombre ciego y sordomudo, al que le falten brazos y piernas, no está vivo? ¿No es menos cierto que en los sueños reímos, amamos, experimentamos el dolor y la alegría, a veces incluso con mayor intensidad que en la vida real? Quizás, en el fondo, debiéramos ver la vida del hombre y de toda la Humanidad como un largo, elaborado y, posiblemente, hermoso sueño... O puede ser que nuestro nacimiento sea casual, nuestra propia existencia incierta y únicamente el sueño eterno sea lo inmutable.

(Pàg. 132)
Pero había algo más profundo aún que ensombrecía su alma. Así como todo el presente parecía someterse como por encanto a su voluntad, todo su pasado se había sumergido en algún lugar entre tinieblas. No es que lo hubiera olvidado, pero era incapaz de recordarlo.

(Pàg. 142)
(...) toda su insulsa vida pasada, su falta de memoria, su daño inconsciente, sus lujos desmedidos. Todo esto cruzó por sus ojos en una milésima de segundo. Y cuando ya caía desvanecido, lanzó un grito desgarrador: “¡Afro-Amestigón!”.

(Pàg. 147)
-
(...) Usted le ha dado la espalda al conocimiento, lo ha dejado de lado, igual que dejó pasar el poder, las mujeres, la riqueza, la necesidad de vivir emociones fuertes. Y en esta manifiesta indiferencia radica, mi gran amigo, su completa felicidad (...).

(Pàg. 158)
 -
(...) Pero usted no es él...- dijo finalmente con un dolor indescriptible-. Fue solo un sueño. Un sueño increíblemente mágico, extraordinario y maravilloso... Algo incomprensible.
- Un sueño... –repitió Tsviet como un eco (...).

::: Altres n'han dit...

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