Una historia crepuscular - Stefan Zweig





"(...) esa boca suave y húmeda sólo tiene besos, ninguna palabra."






Zweig, Stefan. Una historia crepuscular. 
Barcelona: Acantilado, 2015. 

Geschicte in der Dämmerung. Traducció de Joan Fontcuberta.
Col·lecció Cuadernos, 69
 


 Què en diu la contraportada...
Bob, un adolescente inglés de familia acomodada, pasa el verano en la campiña escocesa. Una noche, mientras da un paseo por el jardín, vive un breve encuentro amoroso con una enigmática joven que termina esfumándose antes de que él consiga saber quién es. Exaltado por la intensidad de unos sentimientos desconocidos e inimaginables hasta entonces, se propone desvelar la identidad de la muchacha. Un relato íntimo y evocador que narra el periplo hacia la madurez de un joven que, en el ocaso de su infancia, descubre las emociones y la complejidad del amor adulto.

 Com comença...
¿Ha sido el viento lo que ha traído de nuevo la lluvia a la ciudad haciendo que nuestra habitación se oscurezca de pronto? No. La atmósfera está tranquila y tiene una claridad argentada, como raras veces ocurre en estos días de verano, pero se ha hecho tarde y no nos hemos dado cuenta.

 Moments...
(Pàg. 11)
En la confusión de sentimientos propia de sus quince años, no sabe explicarlo, pero sus labios tiemblan como si tuviera que hablar a la noche, levantar las manos o cerrar los ojos mucho rato, como si hubiera algo misterioso y familiar entre él y aquella encalmada noche de verano que pide una palabra o un gesto de cortesía.

(Pàg. 13)
(...) se limita a sorber hasta embriagarse de la voluptuosidad de sus labios desconocidos, húmedos y perfumados, sin voluntad, sin comprender lo que le impulsa a ese apasionamiento inaudito. Le parece como si de repente hubieran caído estrellas, tan intenso es el centelleo delante de sus ojos, y todo lo que toca chispea y quema.  Y no sabe cuánto tiempo transcurre, si horas, tan blandas son las cadenas que lo atan, o si segundos: siente que todo se inflama y es arrastrado en el arrebato de una lucha voluptuosa, en un torbellino maravillosamente vertiginoso.

(Pàg. 19) 
- ¿(...) Quién eres? Dime quién eres –implora.
Pero esa boca suave y húmeda sólo tiene besos, ninguna palabra.

(Pàg. 24)
(...) ¿Es realmente la misma mujer cuyos suspiros ayer mismo él había sofocado, de cuyos labios húmedos había bebido, la que lo había saltado de noche como un animal de rapiña? No puede dejar de mirar sus labios. Sí, el carácter pertinaz y reservado sólo en estos finos labios podría esconderse. Pero ¿qué es lo que revela pasión en ella?
Examina su rostro con más atención, como si lo viera por primera vez. Y por primera vez, dichoso, estremeciéndose de júbilo y casi a punto de llorar, descubre cuán bella es en ese orgullo, cuán seductora en su secreto. La mirada del muchacho recorre sensual la línea redondeada de sus cejas, que sube bruscamente para forma un ángulo agudo, se sumerge en la fría  cornalina de sus ojos de un gris verdoso, besa la piel pálida, transparente, de sus mejillas, acaricia los labios que en ese momento se redondean blandos y carnoso como para un beso, yerra alrededor del pelo claro y, en un rápido descenso, abraza voluptuoso todo el cuerpo.

(Pàg. 27)
Lo atormenta no haber encontrado el coraje de hablarle de su amor y de arrancarle una confesión, y su deseo de domeñarla se vuelve más y más vehemente, cayéndole ante los ojos como un cielo rojo sobre el paisaje.

(Pàg. 33)
El odio está tan estrechamente mezclado con su ardiente amor por ella que al abrazo es más una lucha que una muestra de ternura.

(Pàg. 44) 
(...) poder soñar con ella sin ser estorbado por deberes y obligaciones, confortablemente solo con esas tiernas imágenes que se acercan a la cama cuando uno cierra los  párpados por un instante. Tal vez el amor no tenga momentos tan placenteros como los sueños tenues y crepusculares.

(Pàg. 54) 
Él no sabe muy bien lo que siente por ella. A veces cree que es compasión, otras que es gratitud por su amor, pero no sabría decirlo. Apenas se atreve a mirarla por miedo a mentirle.

(Pàg. 55)
(...) cuando ella se inclina hacia él, de suerte que sus ojos parecen más profundos y se repliegan hacia dentro como oscuras espirales, cuando se agacha hacia delante, él abraza su cuerpo, atrae su rostro al suyo y besa su pequeña boca húmeda.  Ella tiembla, pero en lugar de resistirse acaricia el pelo del muchacho con además dulce y triste. Y después, en un tono de tierna melancolía, le susurra en un suspiro: “Pero tú sólo amas a Margot”. Ese tono resignado, esa desesperación sin rebeldía, le llega al corazón, y el nombre que tanto lo conmociona le perturba el alma. Pero no se atreve a mentir en ese momento. Calla.

(Pàg. 57)
Se ha convertido en unos de esos hombres que ya no encuentran atractivo en el amor ni en las mujeres: a él, que en un momento de su vida había reunido tan perfectamente el sentimiento de amar y el de ser amado, ningún deseo lo ha vuelto a empujar a buscar lo que tan precozmente había caído en sus manos temblorosas y tímidas de muchacho dócil.

(Pàg. 59) 
¿Sonríes porque invento extrañas aventuras para personas que he conocido fugazmente, porque imagino para ellas un destino y luego las abandono sin más a su existencia y a su mundo? ¿O estás triste a causa del muchacho que pasó cerca del amor y en el lapso de una hora salió para siempre del jardín de ese dulce sueño?
Mira, yo no quería que esta historia fuera melancólica y sombría, simplemente quería hablarte de un muchacho que se vio sorprendido por el amor, el suyo y el de otra persona. Pero las historias que se cuentan al atardecer enfilan siempre el dulce sendero de la melancolía. El crepúsculo extiende sobre ellas su velo, toda la tristeza que anida en la noche, formando encima una bóveda sin estrellas; la oscuridad se filtra en su sangre, y todas la palabras brillantes y coloreadas que contienen adquieren entonces una sonoridad plena y grave, como si procedieran de nuestra vida más íntima.

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