Las penas del joven Werther - J.W.Goethe




"Todo en este mundo acaba por ser una bagatela (...)"




Goethe, J. W. Las penas del joven Werther. 
Barcelona: Alba, 2011
Die Leiden des jungen Werther.Traducció d’Isabel Hernández
Col·lecció Alba Clásica
Il·lustracions de Daniel Nikolaus Chodowiecki


>> Què en diu la contraportada...
Publicada en 1774, revisada en 1787, Las penas del joven Werther es quizá una de las obras más influyentes de la literatura universal. El «efecto Werther» no sólo creó tendencias literarias y modas en el vestir, sino también una peculiar oleada de suicidios. Fue libro de cabecera de Napoleón… y también del monstruo de Frankenstein. Todos –clásicos y románticos– quisieron apropiarse de él: fue icono del sentimentalismo y héroe de la exaltación revolucionaria; también fue, como dijo Thomas Mann, «el horror y el espanto de los moralistas». Al final de su vida, Goethe lamentaba que la mayoría de los jóvenes que peregrinaban a Weimar para visitarlo sólo conocieran esa obra suya. Hoy leer –en una nueva traducción de Isabel Hernández– las desventuras de este joven artista burgués que, a raíz de un amor prohibido, descubre su insospechada comunidad con los locos, los humildes, los desdichados y hasta los asesinos no anula ni el distanciamiento ni la identificación. Werther sigue preguntándonos si pactar es una necesidad o una rendición. Sigue apuntando a nuestro yo, y lo que significa conservarlo. Sigue hablando de nosotros mismos. Este volumen incluye las clásicas ilustraciones de Daniel Nikolaus Chodowiecki para las primeras ediciones del libro.

>>Com comença:
He reunido con esmero todo lo que he podido encontrar sobre la historia del pobre Werther y os lo ofrezco aquí a sabiendas de que me lo agradeceréis. No podréis negar a su espíritu y a su carácter ni vuestra admiración ni buestro cariño, como tampoco a su destino vuestras lágrimas.

Y tú, alma cándida, que, como él, sientes los mismos impulsos, saca consuelo de sus penas y deja que este librito sea tu amigo si, por merca casualidad o por tu propia culpa, no puedes hallar otro más cercano.

>>Moments:
(Pàg. 23)
Sé bien que no somos iguales ni podemos serlo, pero considero que quien crea necesario distanciarse de la plebe para seguir inspirando respeto es tan reprochable como un cobarde que se esconde de sus enemigos porque teme ser derrotado.

(Pàg. 23)
El género humano es una cosa uniforme. Los más se afanan la mayor parte del tiempo trabajando para vivir, y lo poco que les resta de libertad les da tanto miedo que recurren a todos los medios posibles para deshacerse de ella. ¡Oh, condición humana!

(Pàg. 26)
Que la vida del hombre es sólo un sueño es algo que ya le ha parecido a más de uno, y a mí también me acompaña siempre esa sensación. Cuando veo la limitación en la que están encerradas las fuerzas activas e inquisitivas del ser humano, cuando veo que toda actividad se encamina a la satisfacción de necesidades que, a su vez, no tienen otra finalidad que alargar nuestra pobre existencia y, además, que todo consuelo derivado de determinados puntos de nuestras pesquisas no es más que resignación soñadora, puesto que hemos pintado las paredes entre las que nos encontramos prisioneros con figuras multicolores y horizontes despejados... todo esto, Wilhem, me hace enmudecer. ¡Vuelvo a mi interior y encuentro todo un mundo! Un mundo, sin embargo, en el que hay más presentimientos y deseos imprecisos que acción y realidades concretas. Y todo se diluye ante mis sentidos, y yo sigo, soñador, sonriendo por el mundo.



(Pàg. 29)
Pueden decirse muchas cosas a favor de las reglas, más o menos lo que puede decirse en alabanza de la sociedad burguesa. Quien las observe jamás producirá nada malo o carente de gusto, del mismo modo que quien se deje moldear por las leyes y el bienestar nunca será un vecino insoportable, ni un canalla redomado. Sin embargo, ¡toda norma destruye, se diga lo que se diga, el verdadero sentir de la naturaleza, así como su verdadera expresión!

(Pàg. 60) (...)¿ O no es más bien que nos enojamos en lo más íntimo por nuestra propia indignidad, porque no nos gustamos a nosotros mismos, lo cual va siempre unido a cierta envidia acuciada por alguna necia vanidad?

(Pàg. 70)
Todo en este mundo acaba por ser una bagatela, y un hombre que, por voluntad de otro, sin que sea su propio deseo, su propia necesidad, se mate a trabajar por dinero u honores o lo que sea, será siempre un necio.

(Pàg. 79)
«¡Ay, vosotros, los juiciosos! –exclamé riendo-. ¡Pasión! ¡Embriaguez! ¡Locura! ¡Qué tranquilos estáis, sin compasión, vosotros, los virtuosos! Censuráis al bebedor, despreciáis al insensato, pasáis de largo como el sacerdote y dais gracias a Dios como los fariseos por no haberos hecho como a uno de ellos. Yo me he emborrachado más de una vez, mis pasiones nunca han estado muy lejos de la locura, y no me arrepiento de ninguna de las dos cosas, porque a mi manera he aprendido que de todos los hombres excepcionales que han hecho algo grande, algo que parecía imposible, siempre se ha dicho que eran unos borrachos y unos locos. Pero también en la vida cotidiana es intolerable tener que oír prácticamente a todo el mundo exclamar ante una acción libre, noble, esperanzada: “¡Este hombre está borracho! ¡Éste está loco!”. ¡Avergonzaos vosotros, los sobrios! ¡ Avergonzaos vosotros, los sabios!»

(Pàg. 86)
¿Es que tenía que ser así, que lo que hace la felicidad del hombre sea también la fuente de su desdicha?

(Pàg. 125)
¡Claro que sólo soy un caminante, un peregrino sobre la faz de la tierra! ¿Es que vosotros sois algo más?

(Pàg. 128)
¡A veces no comprendo cómo puede amarla otro, cómo le es lícito amarla, cuando sólo yo la amo tan plena, tan íntimamente, sin conocer otra cosa, sin saber otra cosa, sin tener otra cosa que no sea ella!

(Pàg. 139)
¡Oh, el hombre es tan efímero que, incluso allí donde su existencia tiene una certeza indudable, allí donde deja la insustituible y genuina impronta de su presencia, en el recuerdo, en el alma de sus amigos, también ha de apagarse, ha de desaparecer, y demasiado pronto!”

(Pàg. 150) ¡¿Qué es el hombre, ese semidiós ensalzado?! ¿Acaso no le fallan las fuerzas justo cuando más las necesita? Y, cuando se eleva en la alegría o se hunde en el dolor, ¿no lo detendrán una u otra cosa justo en ese momento y se verá devuelto a su fría y obtusa conciencia, justo en el momento en que ansiaba perderse en la plenitud del infinito?

(Pàg. 180)
« (...) Profundo es el sueño de los muertos, fina su almohada de polvo. »

(Pàg. 187)
¡Morir! ¿Qué significa eso? Ya lo ves, cuando hablamos de la muerte, soñamos. He visto morir a alguna personas; pero la humanidad es tan limitada que no comprende el principio y el final de su existencia.

>> Altres n'han dit...
Els meus llibres i altres dèriesLas luciérnagas no usan pilas, Brújulas y espirales, El mar de tinta

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