La hojarasca - Gabriel García Márquez


García Márquez, Gabriel. La hojarasca
Madrid: Alfaguara, 1983



Col·lecció: Literatura Alfaguara, 52. Biblioteca de Gabriel García Márquez


>> Què en diu la contraportada...
Alrededor del cadáver de un médico, que se ha suicidado después de vivir muchos años encerrado por voluntad propia, tres personajes pertenecientes a una misma familia piensan y recuerdan. A través de sus monólogos se reconstruye un pasado que se remonta a finales del siglo XIX, cuando un grupo de familias, que huía de los azares de la guerra, fundó Macondo. Años más tarde una compañía bananera se instaló en el pueblo. Tras ella, en busca de trabajo y de dinero, llegaron los forasteros, la hojarasca, como desdeñosamente les denominaron los primeros fundadores. La compañía bananera supuso una rápida prosperidad, pero también la corrupción y el caos. El destino de Macondo quedó íntimamente unido al de la compañía, hasta el punto de que al marcharse ésta se inició la decadencia que convirtió a Macondo en un pueblecito miserable donde los seres viven entre el recuerdo de un pasado próspero y la amargura de un presente agobiado y estático.
El pasado se evoca a través de una de las familias de los primeros fundadores, que se mantienen fieles a una realidad que ya no existe: la vieja comunidad que intentó trasplantar a Mancondo, su antiguo esplendor feudal.
En La hojarasca reaparecen y se amplían considerablemente los personajes y motivos de Isabel viendo llorar en Macondo; también se esbozan historias y relaciones que tendrán su expansión en obras posteriores. La desaparición final de Macondo, que tendrá lugar en Cien años de soledad, se predice ya en La hojarasca, donde se anuncia ese viento final que borrará el pueblo.

>> Com comença...
De pronto, como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos; rastrojos de una guerra civil que cada vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable. Todo lo contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de piel y de recóndita muerte. En menos de un año arrojó sobre el pueblos los escombros de numerosas catástrofes anteriores a ella misma, esparció en las calles su confusa carga de desperdicios. Y esos desperdicios, precipitadamente, al compás atolondrado e imprevisto de la tormenta, se iban seleccionando, individualizándose, hasta convertir lo que fue un callejón con un río en un extremo y un corral para los muertos en el otro, en un pueblo diferente y complicado, hecho de los desperdicios de los otros pueblos.

>> Moments...
(Pàg. 51)
Era evidente que aquella noche Meme tenía deseos de recordar. Y mientras lo hacía, se tenía la impresión de que durante los años anteriores se había mantenido parada en una sola edad estática y sin tiempo y que aquella noche, al recordar, ponía otra vez en movimiento su tiempo personal y empezaba a padecer su largamente postergado proceso de envejecimiento.

(Pàg. 83)
Hay un minuto en que se agota la siesta. Hasta la secreta, recóndita, minúscula actividad de los insectos cesa en ese instante preciso: el curso de la naturaleza se detiene; la creación tambalea al borde del caos y las mujeres se incorporan, babeando, con la flor de la almohada bordad en la mejilla, sofocadas por la temperatura y el rencor: y piensan: "Todavía es miércoles en Macondo."

(Pàg. 91)
-Es el olor de los jazmines que estuvieron hasta hace nueve años contra el muro.
Yo me senté en sus piernas. "Pero ahora no hay jazmines", dije. Y ella dijo: "Ahora no. Pero hace nueve años, cuando tú naciste, había una mata de jazmines contra la pared del patio. De noche hacía calor y olía lo mismo que ahora." Yo me recliné en su hombro. Le miraba la boca mientras hablaba. "Pero eso fue antes de que yo naciera", dije. Y ella dijo: "Fue que en ese tiempo hubo un gran invierno y fue necesario limpiar el jardín."
El olor seguía allí, tibio, casi palpable, meneando los otros olores de la noche. Yo le dije a Ada: "Quiero que me digas eso." Y ella guardó silencio un instante, miró después hacia el muro blanco de cal con luna y dijo:
- Cuando estés grande, sabrás que el jazmín es una flor que sale.
Yo no entendí, pero sentí un extraño estremecimiento, como si me hubiera tocado una persona. Dije: "Bueno"; y ella dijo: "Con los jazmines sucede lo mismo que con las personas, que salen a vagar de noche después de muertas."

(Pàg. 130)
Me acordé de Macondo, de la locura de su gente que quemaba billetes en las fiestas; de la hojarasca sin dirección que lo menospreciaba todo, que se revolcaba en su ciénaga de instintos y encontraba en la disipación el sabor apetecido.

(Pàg. 153)
Al entrar por la trasera, sorprendimos los escombros de un hombre abandonados en la hamaca. Nada en este mundo debe ser más tremendo que los escombros de un hombre. Y lo eran mucho más los de este ciudadano de ninguna parte que se incorporó en la hamaca cuando nos vió entrar, y parecía él mismo recubierto por la costra de polvo que cubría todas las cosas del cuarto. Tenía la cabeza acerada y todavía sus duros ojos amarillos conservaban la poderosa fuerza interior que les conocí en mi casa. Yo tenía la impresión de que si lo hubiéramos rozado con la uña el cuerpo se habría resquebrajado, convertido en un montón de aserrín humano.

(Pàg. 168)
Hace diez años, cuando sobrevino la ruina, el esfuerzo colectivo de quienes aspiraban a recuperarse habría sido suficiente para la reconstrucción. Habria bastado con salir a los campos estragados por la compañía bananera; limpiarlos de maleza y comenzar otra vez por el principio. Pero la hojarasca la habían enseñado a ser impaciente; a no creer en el pasado ni el futuro. Le habían enseñado a creer en el momento actual y a saciar en él la voracidad de sus apetitos. Poco tiempo se necesitó para que nos diéramos cuenta de que la hojarasca se había ido y de que sin ella era imposible la reconstrucción. Todo lo había traído la hojarasca y todo se lo había llevado.

>> Altres han dit...

>> Enllaços


Comentaris

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Entrades populars d'aquest blog

Les cròniques marcianes - Ray Bradbury

La veïna - Isabel-Clara Simó

Nosaltres - Ievgueni Zamiatin

-Uf, va dir ell - Quim Monzó

El gobelet dels daus - Max Jacob

Amore - Giorgio Manganelli