Hombres salmonela en el planeta porno - Yasutaka Tsutsui





"¿Tu crees que la felicidad equivale a estar satisfecha?"






Tsutsui, Yasutaka. Hombres salmonela en el planeta porno.
Girona: Atalanta, 2008

Poruno wakusei no sarumonera ningen. Traducció de Jesús Carlos Álvarez.
Col·lecció Ars Brevis, 25



 Què en diu la contraportada...
Una planta produce sueños eróticos, una ciudad se inclina un poco todos los días, un hombre anodino es perseguido por todos los medios de comunicación, una atiborrada masa de bañistas se aplasta en una playa abrasadora, unos científicos tienen la misión de investigar un planeta en donde todo es sexual. Bajo el prisma de un mundo absurdo, violento, cómico y sorprendente, Yasutaka Tsutsui desarrolla una despiadada crítica del mundo en el que vive.
En Japón se le conoce como el «gurú de la metaficción». Sus cuentos, frescos y rigurosos, han ganado los premios más importantes de su país, a la vez que han servido de guión para películas manga que se han convertido entre los jóvenes en verdaderas obras de culto.
Esta selección de cuentos, que incluye una entrevista con su autor, es la primera traducción al español de este prolífico escritor de culto japonés con más de treinta novelas y cuarenta colecciones de cuentos publicados.

 Com comença...
Mi padre llegó del pueblo con un bonsái que tenía una forma curiosa.
-Esto es un árbol Dabadaba –anunció, mientras nos lo mostraba a mi esposa y a mí-. Mirad, es una especie peculiar de cedro.
- ¡Vaya, que cosa más extraña! –dijo mi mujer, examinándolo con una mirada de asombro.
Tenía unos veinte centímetros de altura. Era grueso en la base y se afilaba hacia la copa, donde el follaje era más escaso. Puesto en vertical, el tronco formaba un cono perfecto.
El bonsái Dabadaba.

 Moments...
(Pàg. 22)
- En pocas palabras, todo esto forma parte de un sueño erótico del señor Miyamoto –añadí para concluir-. Nosotros somos meros personajes de sus sueño. Así que ¿ qué le parece? Si no somos más que personajes del sueño erótico de otra persona, también podríamos hacer algo erótico. ¡Lo mínimo que podíamos hacer es montárnoslo y disfrutar!
Me miró como si estuviera loco.
- Nunca había oído nada tan ridículo. ¡Que éste es el sueño erótico de otra persona! Usted debe de haber perdido el juicio.
- No, no me entiende –dije con un suspiro-. Estoy totalmente cuerdo, pero es que estamos en el sueño de otro. Y ahora, ¿se podría quitar la ropa cuanto antes?
El bonsái Dabadaba.

(Pàg. 31) 
¿Acaso era tan conocido mi nombre? Cerré los ojos y pensé en ello. ¿Podía ser tan famoso a pesar de no destacar en nada especial?
Rumores sobre mí.

(Pàg. 34)
Poco a poco me iba dando cuenta de que la conspiración para volverme loco tenía unas proporciones inimaginables. Aparte de otras consideraciones, parece que mi enemigo había comprado los medios de comunicación. ¿Quién diablos podía ser? ¿Y qué motivos tendría? ¿Por qué querría alguien hacerme algo así?
Rumores sobre mí.

(Pàg. 48)
La causa de mi enfado era evidente: esa pequeña felicidad que teníamos.
El límite de la felicidad.

(Pàg. 50)
- Cariño soy tan feliz –dijo con una voz nerviosa. Incluso se le adivinaba una pequeña lágrima.
Yo no pude reprimir la rabia, la vergüenza, la pesadumbre así que le di una patada a la mesa y me levanté.
-¡Tonta, más que tonta! –grité, abriendo la boca de tal manera que parecía que se iba a partir, y vociferé a pleno pulmón-: ¿Qué quieres decir con eso de que eres feliz? Tu no eres ni siquiera un poco feliz. Ahora entiendo por qué dicen que “las mujeres son conejas”. ¿Tu crees que la felicidad equivale a estar satisfecha? ¿Y tú te consideras humana? ¿Crees que estás viva? Pues bien, ¡así te mueras! ¡Muérete!
El límite de la felicidad.

(Pàg. 59)
(...) Lo único que rondaba por mi cabeza, una vaga noción de origen desconocido, era que tenía que seguir adelante. Del mismo modo que los lemmings, cuando caen muertos al final de la marcha, no tienen la intención de restaurar el equilibrio de la naturaleza poniendo freno al exceso de población, yo tampoco reflexionaba sobre la prosperidad anormal, la paz anormal o la felicidad anormal de la raza humana.
El límite de la felicidad.

(Pàg. 89)
Casi nunca leía los periódicos, puesto que aborrezco la jerga periodística. Me recuerda a los peces muertos.
El último fumador.

(Pàg. 95)
La discriminación hacia los fumadores creció rápidamente al nivel de la caza de brujas. Pero era difícil de controlar, precisamente porque los discriminadores no consideraban que sus acciones  fueran una locura. La crueldad humana no es nunca tan extrema como cuando se comete en nombre de una causa elevada, sea ésta la religión, la justicia o el bien. En nombre de esta moderna religión de la “salud”, y aun enarbolando la bandera de la justicia y el bien, la escalada de la discriminación contra los fumadores pronto llegó al asesinato. Un conocido fumador compulsivo fue destrozado en la calle y a plena luz del día por una banda de diecisiete o dieciocho amas de casa histéricas que estaban en un centro comercial y dos policías. La víctima se había negado a dejar de fumar a pesar de las repetidas solicitudes que había recibido. Se decía que, mientras moría, la nicotina y el alquitrán le chorreaban por los agujeros que le habían provocado las balas y los cuchillos de cocina.
El último fumador. 

(Pàg. 100)
- O sea que hemos pasado por los horrores de la guerra, hemos sobrevivido a la austeridad de la posguerra, y todo ¿para qué? –preguntó Kusakabe-. Cuanto más rico es el mundo, mas leyes y normas nos imponen y más discriminación. Y ahora nosotros ni siquiera somos libres. ¿Por qué?
El último fumador.

(Pàg. 154)
- (...) En vez de una ecología tanática, de “comer o ser comido”, deberíamos ser capaces de crear una ecología erótica, en la que todos los seres vivos se amaran los unos a los otros.
Hombres salmonela en el planeta porno.

 Altres n'han dit...
Les males herbesEl pez voladorVB, El fotograma ilustrado, La tormenta en un vasoCosas de Bara, Literatura fantástica, Haiku, Periferia über alles.

 Enllaços:
Yasutaka Tsutsui, claus principals, estilinspirador.


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