Teleny - Oscar Wilde et alters (atribució)





"(...) no es únicamente mi corazón el que jadea por usted, sino mi alma."


Wilde, Oscar. Teleny
Madrid: Valdemar, 1999


Teleny or The Reverse of the Medal. Traducció de Mauro Armiño.
Il·lustracions d'Alonso Santiago.
Col·lecció Planeta Maldito, 3  i


è Què en diu la contraportada...
En Teleny, la obra maldita de Oscar Wilde, el autor hace un dibujo de sí mismo y de su contrafigura: un seductor insistente y un infiel constante, un celoso enamorado y un amante enardecido, un iniciador en los juegos eróticos y un discípulo aventajado. Si su desprecio por las leyes de la sociedad victoriana habían de costarle la cárcel y el entierro en vida, la confesión novelada de sus amores iba a convertir a Teleny en la obra más prohibida y en vano silenciada del autor de Dorian Gray.

è Com comença...
En los primeros días de mi llegada a Niza, el pasado invierno, me crucé varias veces en el Paseo con un joven moreno, delgado, algo encorvado, de tez pálida y ojos -unos hermosos ojos azules- sombríos, de rasgos finos pero envejecidos, y demacrados por un mal profundo que parecía físico y moral a un tiempo. Caminaba de forma penosa y en su aspecto todo acusaba los estragos de la despiadada tuberculosis, esa terrible enfermedad cuya curación tantos acuden a pedir al cálido sol de la Riviera. estaba solo en Niza y parecía presa de una incurable melancolía.

è Moments...
(Pàg. 25)
¿Quién no ha experimentado las diversas sensaciones que produce el contacto de una mano? La mano es el indicio del temperamento. En pleno invierno, algunas manos son cálidas y febriles, otras frías e incluso heladas durante la canícula. Unas, secas y apergaminadas; otras, carnosas, pulposas, musculosas, delgadas, ososas y descarnadas. La presión de unas es la de un torno; la de otras, blanda como un trapo. Hay manos que son los productos artificiales de nuestra moderna civilización, que presentan deformidades del mismo tipo que las de los pies de las damas chinas; manos continuamente aprisionadas en guantes durante el día, a menudo en una cataplasma durante la noche y cuidadas por un manicuro; tan blancas como la nieve si no castas como el hielo. Pequeña mano ociosa que evita el contacto con la mano rugosa, oscura y manchada de un obrero, que la dura faena transforma en una especie de cuerno. Hay manos discretas, otras que palpan de manera indecente; otras también cuyo apretón hipócrita expresa lo contrario del pensamiento; manos aterciopeladas, untuosas, clericales o falaces; está la palma del pródigo, la garra ganchuda de usurero. Está la mano magnética, que parece tener una afinidad secreta con la vuestra; su simple contacto sacude vuestro sistema nervioso y os llena de goce.
¿Cómo expresar mis sensaciones bajo la presión de la mano de Teleny? Puso en mí fuego y, cosa extraña, sentí al mismo tiempo un frescor dulce como el beso de una mujer. Se deslizó por todo mi ser, acarició mis labios, mi garganta, mi pecho; mis nervios se estremecían con delicia; el temblor descendió hasta los riñones y Príapo, despertado, levanto la cabeza. Aquella mano tomaba posesión de mí y yo me sentía feliz por pertenecerle.

(Pàg. 34) 
- ¿Me cree loco? -dijo.
Sin esperear respuesta, prosiguió:
- ¿Quién es cuerdo, quién es loco en nuestro mundo? ¿Quién es virtuoso y quién vicioso? ¿Lo sabe?. Yo no.

(Pàg. 49)
¿Ha estado usted alguna vez obsesionado por fragmentos de una melodía de la que sólo se acuerda a medias? Allí donde usted vaya, escuche lo que escuche, el estribillo le persigue siempre. No puede librarse uno de él. Te impide dormir, y si duermes, lo oyes en sueños; te despiertas, y es el primer sonido que te sorprende. Es lo que ocurría con Teleny (...).

(Pàg. 74) 
- Me sorprende que, tan lleno de amor, haya tenido usted el valor de sufrir y resistir a la tentación.
- Era joven e inexperto, y por lo tanto moral. Porque ¿qué es la moralidad sino un prejuicio?
- ¿Un prejuicio? ¿Eso cree?
- Desde luego. ¿Es acaso moral la naturaleza? El perro que olfatea y lame con una satisfacción evidente la vagina de la primera perra que encuentra, ¿turba acaso su cerebro libre de sofismas con ideas de moralidad? el caniche que trata de sodomizar al gozquecillo que cruza la calle, ¿se preocupa de la opinión de los censores de la raza canina?

(Pàg. 75) 
Sé que nací sodomita: la falta está en mi constitución, no en mí.

(Pàg. 81)  
- ¿(...) no tienes mala opinión de mí por haber venido? Tú eres el único hombre por el que he sido infiel a mi marido; y Dios sabe que él me es fiel. Pero mi amor no excusa mi pecado, ¿verdad?
Teleny no respondió enseguida: sus ojos estaban soñadores; luego se estremeció como si saliera de un sueño.
- El pecado es lo único por lo que merece la pena vivir.

(Pàg. 85)
Si a él le gustaban las mujeres, ¿por qué me había hecho la comedía del amor, obligándome a amarle y haciéndome despreciable a mis propios ojos?

(Pàg. 124)
¡Qué profundas parecían las aguas! Veladas por la bruma, tenían la misteriosa atracción del abismo. ¿Por qué no buscar en ellas el bálsamo del olvido, que era el único que podía calmar mi cerebro enfermo y refrescar mi pecho ardiente?
Sí. ¿Por qué?
¿Era porque el Todopoderoso había lanzado su anatema contra la destrucción de uno mismo? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Y dónde?
"Con su diestra temible", dicen las viejas biblias, cuando dio aquel golpe teatral en el monte Sinaí. Pero ¿quién lo había oído?
Y, de ser realmente así, ¿por qué enviar a los humanos tentaciones superiores a sus fuerzas?
¿Qué padre empujaría a su hijo bienamado a desobedecerle, sólo por el placer de castigarlo? ¿Desfloraría un hombre a su propia hija, no por concupiscencia, sino para reprocharle luego su incontinencia? De existir un hombre semejante, ¿no sería ésa la imagen misma de este ridículo e inconsciente Jehová?
No , la vida no merece la pena ni siquiera cuando es agradable. Para mí, era un fardo... La pasión que había creído sofocar, y que no hacía más que incubar, estallaba con renovada furia y tomaba posesión entera de mi ser. Sólo un crimen podía hacerlo fracasar. En mi caso, el suicidio no sólo estaba permitido, sino que se volvía un acto digno de elogio, heroico incluso.
¿Qué dice el Evangelio? "Si tu ojo escandaliza, arráncalo".

(Pàg. 127) 
(...) no es únicamente mi corazón el que jadea por usted, sino mi alma.

(Pàg. 130)
Yo veía el mapa, sabía hacia dónde iban las bombas, pero no pensaba en los blancos como hogares donde personas exhaustas ya terradas estaban rezando por sus vidas. Cuando uno tiene miedo mata cualquier cosa que pueda matarlo. Ahora que el enemigo se había apoderado de la ciudad, la ciudad era el enemigo.

(Pàg. 130)
Un beso es algo más que el primer contacto carnal de dos cuerpos: es la exhalación de dos almas enamoradas. Pero el beso criminal largo tiempo contenido, largo tiempo deseado, es más sensual todavía; es el fruto prohibido, es un tizón ardiente que enardece la sangre.
El beso de Teleny me galvanizaba, mi paladar degustaba su sabor. ¿Para qué servía un juramento cuando uno se da al otro en un beso como aquel? Un juramento no es más que una promesa de los labios, que con frecuencia se olvida. Un beso como aquel te sigue hasta la tumba.

(Pàg. 150)
- Pensaba yo que al día siguiente, una vez pasada la ebriedad de los sentidos, usted temblaría ante la idea de tener un hombre por enamorado.
- ¿Por qué? ¿Había cometido acaso un crimen contra natura cuando mi propia naturaleza encontraba en él paz y felicidad? De ser así, sería culpa de mi sangre, de mi temperamento, y no mía. ¿Quién ha plantado ortigas en mi jardín? Yo no he sido. Han crecido sin que nadie sepa cómo, desde mi más tierna infancia. Sentí su ardiente comezón en mi carne mucho tiempo antes de comprender su causa. Cuando yo trataba de refrenar mi concupiscencia, ¿era culpa mía si, en la balanza, el peso de mi razón pesaba menos que el de mi sensualidad? ¿Merecía yo reproches si mi pasión dominaba mi voluntad? ¿No ha demostrado claramente el destino que si yo quería condenarme podía tomar una ruta más agradable que un chapuzón en el río? Cedí pues a mi destino y en aquel momento yo nadaba lleno de alegría.
Además, nunca he dicho como Yago: "¡La Virtud es una ficción!" No, la virtud posee el dulce sabor del pecado; pero el vicio es la gotita de ácido prúsico, también deliciosa. Sin la una o sin el otro la vida sería insípida.

(Pàg. 187)
No son los tormento del infierno lo que tememos, sino la infame compañía que podemos encontrarnos en él.

(Pàg. 196)
La más experta de las prostitutas nunca conseguirá procurar sensaciones tan delicadas como las que me hacía sentir mi amante, porque la sabiduría de la ramera sólo proviene de los placeres que ha sentido, mientras que las sensaciones más vivas que no son las de su sexo le resultan desconocidas. Del mismo modo, es imposible para cualquier hombre procurar a una mujer tanta voluptuosidad como una tríbade, porque sólo ella sabe como cosquillearla en el lugar y momento oportunos. La quintaesencia del placer sólo puede por tanto ser dada por personas del mismo sexo.

(Pàg. 200)
- Hay un amor que debe durar incluso cuando se apagan los ardores de la juventud. Dígame, Camille, ¿es así su amor?
- ¿Por qué no? ¿No puede estar usted siempre tan enamorado de mí como yo lo estoy de usted? ¿O solo debo hacerle caso por los goces que me procura? Usted sabe que mi cuerpo suspira junto a usted, incluso cuando mis sentidos han quedado satisfechos y el deseo está embotado.
- Sin embargo, sin mí, habría podido amar a una mujer con la que se hubiera casado...
- Y habría descubierto, aunque demasiado tarde, que yo había nacido con otras necesidades. No, antes o después, habría sufrido mi destino.

è Altres n'han dit...
Quatre pedres hi ha al carrerL'armari obert, 1001 libros, Bisagra a bisagraBestia Aristotélica

è Enllaços:
Oscar Wilde, gènesi de l'obra, context cultural, dissecció científicadiferents nivells d'amor, la importància d'anomenar-se Príap.

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