La rata - Andrzej Zaniewski






"Acaso no sean los ojos los que perciben el mundo. Tal vez."




Zaniewski, Andrzej. La rata. 
Madrid: Alianza Editorial, 1994

Szczur. Traducció de Irena Ochlewska-Fernández
Col·lecció Alianza Cuatro, 26  


è Què en diu la contraportada...
Obra escrita en 1979 pero nunca publicada en su lengua de origen, el polaco -sólo a través de su traducción al checo en 1990, que alcanzó un gran éxito, fue conocida su existencia en el oeste de Europa-, LA RATA narra la agitada y azarosa vida nómada de uno de estos roedores desde el momento en que adquiera conciencia de sí hasta su muerte. En este plano, la novela puede leerse como simple relato de aventuras, tan singulares, con todo, como su protagonista. Sin embargo, quedarse en la esquemática sencillez de esta descripción es pasar por alto otros niveles de lectura en una novela rica en alusiones y resonancias míticas, que bucea en todo el imaginario que el hombre ha creado en torno a este animal, y conectada con un antiquísima tradición literaria -la del relato de viaje o itinerario en que el protagonista es "viator" o peregrino y su peripecia viene a cifrar toda la existencia-. Por medio de un sabio dominio de la técnica narrativa que hace gravitar ominosamente a lo largo de todas las páginas de la obra esa incómoda identidad a que, más allá de cualquier alegoría o metáfora, apunta en su prefacio, ANDRZEJ ZANIEWSKI (Varsovia, 1940) narra una vida marcada por la precariedad y la violencia, por la persecución y el miedo constantes en medio de un mundo a veces indiferente, pero casi siempre hostil, dentro del cual imperceptiblemente nos vamos haciendo uno con ese protagonista que "busca el sentido de su propia existencia, sigue la huella de su propia nostalgia, busca una esperanza, el inasible fin de cualquier camino".

è Com comença...
Oscuridad, oscuridad como después de nacer, oscuridad por todas partes. Entonces era todavía más oscuro: una barrera negra, infranqueable, separaba de la vida, del espacio, del conocimiento. Fuera de la oscuridad yo no conocía nada, al contrario que ahora, cuando dentro de mi cerebro se encienden las huellas de lo visto, restos de luz, fragmentos, vestigios, sombras.

è Moments...
(Pàg. 25)
Necesitas tener este miedo, él te defenderá y te salvará. Aprende ahora a tener miedo. Aprende a huir. El pavor multiplica las fuerzas. Luego aprenderás a odiar y a matar.

(Pàg. 37) 
Al viejo macho no le basta con esa tranquilidad que la mayoría de las ratas considera la base de su existencia: nido apacible, sótano conocido, despensa llena. Porque a las ratas les gusta la vida sedentaria, dentro de un laberinto aprendido, sin sobresaltos, sin cambios, sin peligros. En él siempre se sabe dónde buscar la comida, y qué clase de comida y dónde y en qué momento puede uno encontrar.

(Pàg. 69) 
Buscabas una ciudad. Buscabas y tenías miedo a la vez, porque siempre tienes miedo de lo desconocido, de lo incierto, de lo nuevo.

(Pàg. 78) 
Te espera un viaje, un viaje lleno de peligros, de contratiempos, de luchas y de búsquedas. Cada vez irás más y más lejos sólo para desear con más fuerza el regreso.

(Pàg. 95) 
En ningún sitio conseguía parar mucho tiempo, huía de todas partes.
Toda su vida era una huida. Huías de las ratas, que te odiaban por tu olor, por lo que había en ti de desconocido, por irrumpir en sus territorios.

(Pàg. 95) 
Huía de las ratas, huía de mi mismo, huía de los hombres, huía en busca de la cautivadora música de la flauta. Hacia adelante, presa del pánico, del miedo, con los nervios a flor de piel, hacia adelante, más lejos, hacia adelante, más lejos. (...) Eras una rata extraña, el enemigo más odiado.

(Pàg. 96)  
Cualquier resplandor, cualquier rayo, cualquier luminosidad son como un perseguidor más, como un participante más en una gigantesca cacería en la que se pretende dar conmigo, atraparme, devorarme.
La luz es el peligro, el miedo, la muerte.

(Pàg 98)
Procuro vivir en la frontera de ambos mundos -el de las ratas y el de los hombres-, más en la superficie que debajo de ella. Vivo con miedo, vigilante, nervioso. Pero aquí el mundo de los hombres y el mundo de las ratas se entremezclan, se confunden, se cruzan, se unen, se identifican.

(Pàg. 103)
Desconozco el océano, es ajeno a mi naturaleza, contrario a mi destino, maligno, perverso, innecesario.

(Pàg. 106)
Oscuridad, una planicie de oscuridad. Oscuridad al principio, oscuridad al final.
La exploración empieza y acaba en la oscuridad.

(Pàg. 121)
Conozco este puerto: los muelles, los edificios bajos, el polvo que arrastra el viento, todo me parece conocido, como si surgiera de un sueño. Pero, aunque  ya varias veces al despertarme he tenido la sensación de que la realidad puede ser simplemente otro sueño en el que vivo, en el que siento, en el que existo, no es un sueño; es simplemente tu recuerdo.

(Pàg. 121)
Conozco bien ese odio, el odio hacia el intruso, hacia el extraño, hacia el forastero que quizá anuncie la llegada de otros que pueden pasar con facilidad de perseguidos y asesinados a perseguidores y asesinos.

(Pàg. 129)
La vejez no es más que un enorme debilitamiento, flaccidez, cansacio. es una enfermedad del tiempo.

(Pàg. 135)
Oscuridad, oscuridad como después de nacer. Parecida y, sin embargo, distinta. Entonces era la oscuridad de la ignorancia, de la inexperiencia. No conocía nada aparte de ella. Ahora es la oscuridad de un cambio en la vida, la sombra de la muerte que se acerca.

(Pàg. 137)
Entonces ¿veo o no veo?, ¿estoy ciego o no? Acaso no sean los ojos los que perciben el mundo. Tal vez.

(Pàg. 141)
¿es esto la muerte? No tengas miedo. Simplemente te estás durmiendo y volviendo a vivir tu vida, pero esta vez dentro de ti mismo. Encuentras acontecimientos perdidos, episodios de nimia importancia, relacionas entre sí fragmentos lejanos de lugares, caminos y momentos diferentes. Dentro de ti el tiempo y el espacio convergen, se contraen, nada importa qué pasó antes y qué paso después.

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