El lugar - Annie Ernaux



Ernaux Annie. El lugar.
Barcelona: Tusquets Ed, 2002 








Le place 

Traducció de Nahir Gutiérrez
Col·lecció Andanzas,473



>> Què en diu la contraportada... 
En abril de 1967, la narradora, por entonces una joven aspirante a profesora de secundaria, supera el examen de capacitación en un liceo de Lyón para mayor orgullo de su padre, propietario de un pequeño negocio. Para él, proveniente del durísimo medio rural de sus abuelos, esto significa otro paso adelante en su difícil ascenso social en una ciudad de provincias. Sin embargo, poco le dura esta satisfacción, ya que fallece dos meses después. Padre e hija polarizarán dos perfiles sociales, pues ambos han traspasado sus respectivos “lugares” dentro de la sociedad. El lugar se centra, pues, no sólo en los complejos y prejuicios, los usos y las normas de comportamiento de un segmento social de límites difusos, cuyo espejo es la culta y educada burguesía urbana, sino también en la dolorosa incapacidad de hallar el espacio propio que la sociedad tiene prefijado a cada individuo.

>> Com comença... 
Hice los exámenes prácticos de aptitud pedagógica en un instituto de Lyón, por la zona de la Croix-Rousse. Un instituto nuevo, con plantas en la parte reservada a administración y el cuerpo docente, una biblioteca con el suelo enmoquetado de color arena. Allí esperé a que vinieran a buscarme para dar mi clase, objeto del examen, ante el inspector y dos asesores, profesores de letras muy reputados. Un mujer corregía exámenes resueltamente, sin dudar. Bastaba salir airosa de la siguiente hora para poder hacer lo mismo que ella toda la vida.

>> Moments...
(Pàg.14)
Lágrimas, silencio y dignidad, así es como hay que comportarse ante la muerte de un ser querido según la concepción elegante del mundo. Mi madre, como el resto del vecindario, cumplía esas reglas sociales.

(Pàg. 20)
Quería hablar, escribir sobre mi padre, su vida, y esa distancia que surgió durante mi adolescencia entre él y yo. Una distancia de clase, pero especial, sin nombre. Como el amor dividido.

Así que empecé una novela en la que él era el protagonista. Sensación de asco a mitad de la narración.

Poco después me doy cuenta de que la novela es imposible. Para contar una vida sometida por la necesidad no tengo derecho a tomar, de entrada, partido por el arte, ni a intentar hacer algo “apasionante”, “conmovedor”. Reuniré las palabras, los gestos, los gustos de mi padre, los hechos importantes en su vida, todas las señales objetivas de una existencia que yo también compartí.
Nada de poesía del recuerdo, nada de alegre regocijo. Una forma de escribir llana es la que me resulta natural, la misma que empleaba en otro tiempo para escribir a mis padres y contarles las noticias más importantes.

(Pàg. 28)
De las vacas de la mañana a las de la noche, la llovizna de octubre, las cubas de manzanas que se volcaban en el lagar, recoger la gallinaza con enormes palas, sentir calor y sed. Pero también el roscón de Reyes, el almanaque Vermot, las castañas asadas, el martes de carnaval no te vayas que haremos crepes con la sidra de casa, y reventaremos ranas hinchándolas con una paja. Sería fácil hacer cosas como ésas. El eterno ciclo de las estaciones, las alegrías sencillas y el silencio de los campos. Mi padre trabajaba la tierra de los otros, no le vio la belleza; el esplendor de la Madre Tierra y otros mitos como ése debieron de pasarle inadvertidos.

(Pàg 53)
Ante gente que él juzgaba importante, se mostraba envarado, tímido, y jamás preguntaba nada. O sea, se comportaba inteligentemente. Porque lo inteligente era reconocer nuestra inferioridad y rechazarla escondiéndola lo mejor posible.

(Pàg. 64)
Durante mucho tiempo, la cortesía entre padres e hijos siguió siendo todo un misterio para mí. He necesitado también años para “comprender” la exagerada amabilidad con que las personas bien educadas dan los buenos días. A mí me daba vergüenza, no merecía tantos miramientos, hasta llegués a imaginar que se me insinuaban. Después me di cuenta de que esas preguntas planteadas como si hubiera un interés apremiante, esas sonrisas, no tenían un significado distinto al del mantener la boca cerrada mientras se mastica o el sonarse discretamente.

(Pàg. 67)
El mundo entero confabulado. Odio y servilismo, odio a su propio servilismo. En lo más hondo de sí mismo, el anhelo de todo comerciante, ser el único en toda un ciudad. Íbamos a comprar el pan a un kilómetro de casa porque el panadero de al lado no nos compraba nada.

(Pàg. 85)
Nosotros vivíamos en una villa turística de los Alpes, donde mi marido tenía un cargo en la Administración,. Paredes empapeladas de rafia, whisky en el aperitivo, música clásica en la radio. Tres palabras corteses a la portera. Me deslicé en esa mitad del mundo para la cual la otra no es más que un decorado.

>> Altres n'han dit...
Apuntes sin papel, L'Express

>> Enllaços:
Annie Ernaux, biografia, confessió o novel·la?, literatura freda i escriptura asèptica, retrat en profunditat, deures universitarisPatois

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