La investigación - Stanislaw Lem


"- (...) ¿Es posible que Dios exista solo de vez en cuando? –"












Lem, Stanislaw. La investigación.
Madrid: Impedimenta, 2011


Śledztwo. Traducció de Joanna Orzechowska.

::: Què en diu l’editorial...
Gregory, un joven teniente de Scotland Yard, recibe el encargo de investigar una serie de extraños sucesos que tienen intrigada a la policía.

De diversos puntos de la zona metropolitana de Londres llegan informes sobre cadáveres aparentemente resucitados que empiezan a levantarse y caminar, a vestirse y recorrer largas distancias antes de desaparecer sin dejar rastro. Nadie encuentra una explicación racional para lo sucedido, y lo que comienza siendo una anécdota intrascendente acabará convirtiéndose en una auténtica plaga. ¿Se trata realmente de muertos que vuelven a la vida? ¿Estamos ante un caso de ladrones de cuerpos? Pronto se hará evidente que el principal misterio no radica únicamente en la investigación en sí, sino en los efectos que los sucesos tienen sobre el propio lector.

Stanislaw Lem nos seduce con una intriga policíaca de tintes filosóficos y metafísicos, en un Londres neblinoso y nocturno en que casi ninguna pregunta tiene respuesta.

::: Com comença...
El antiguo ascensor con cristales de flores labradas se deslizaba hacia arriba. Podía escucharse el acompasado sonido de los contactos a pasar por los pisos. Se detuvo. Cuatro hombres caminaban por el pasillo; pese a ser de día, las luces estaban encendidas.

::: Moments...
(Pàg. 31)
- ¿(...) Un científico que practica experimentos con cuerpos? ¡Jamás en la vida! Es una idea propia de una película de tercera categoría. ¿Para qué sirve robar un cadáver si se puede conseguir uno sin ninguna dificultad en cualquier sala de disección, o bien comprándoselo a una familia? Estas cosas no ocurren (...).

(Pàg. 57)
(...) la muerte había añadido valor a sus rasgos vulgares, les había otorgado un aire de reflexión extática. Se habían vuelto más expresivos que en vida, como si justo ahora que estaban muertos tuviesen algo que ocultar.

(Pàg. 134)
- (...) este caso no tiene nada que ver con la criminología. No se ha cometido ningún crimen. Es como cuando cae un meteorito y mata a un hombre.

(Pàg. 153)
- (...) mi única justificación es que nunca, jamás, creeré en un milagro, aunque ello me cueste la razón.

(Pàg. 164)
- ¿(...) Por qué no admite en absulot la posibilidad de una explicación que no sea la estrictamente criminal?
- Se lo he repetido ya muchas veces: ¡porque la alternativa solo puede ser un milagro!
- ¿Usted cree? –preguntó Sheppard; de repente, parecía preocupado. Se levantó y se alisó las solapas de la chaqueta varias veces-. Pues que así sea (...).

(Pàg. 168)
(...) un filo helado se introducía en su pecho y todo a su alrededor se paralizaba como en una fotografía. Cayó suavemente, pensando con increíble ansiedad. “De acuerdo, entonces la cosa consiste en que todo se para, pero ¿dónde está el dolor?”. Con los retazos de consciencia que le quedaban, esperó la prueba de la agonía que estaba por llegar (...).

(Pàg. 175)
- (...) No encontrarás en ella nada sobrenatural, te lo aseguro. Tu mismo podrás comprobarlo.
- ¿Nada sobrenatural? ¡Qué mal! Entonces, querido, no me interesa tu estadística. ¡En absoluto!
Gregory se divertía viendo sufrir a Sciss, que parecía totalmente indefenso ante el tono del escritor.
- Pero no me negarás que es realmente interesante –observó McCatt con benevolencia-. Como problema, al menos...
- ¿Como problema? He oído hablar de ello. Un plagio del Evangelio, eso es todo. ¿Algo más? (...)

(Pàg. 177)
- (...) Hoy en día el racionalismo es una costumbre, no un método, y lo caracteriza la superficialidad de toda moda –sentenció Sciss con sequedad, haciendo caso omiso del irónico comentario del escritor-. A finales del siglo diecinueve existía el convencimiento generalizado de que, dentro del edificio de la realidad, todo había sido descubierto y que por tanto, una vez cerradas las ventanas, tan solo restaba hacer el inventario. Las estrella se mueven según los mismos principios que las piezas de una máquina de vapor, y lo mismo ocurre con los átomos, etcétera, hasta desembocar en la sociedad perfecta, construida igual que un castillo de bloques de juguete. Hace mucho que las ciencias exactas enterraron estas ingenuas hipótesis optimistas, pero el racionalismo del día a día las sigue cultivando. El denominado sentido común consiste en una falta de percepción programada, en silenciar o a ridiculizar todo lo que no encaja en él, con el convencimiento decimonónico acerca del “mundo explicado en su totalidad”. Mientras tanto, a cada paso, puedes toparte con fenómenos cuya estructura no eres capaz de comprender y que no comprenderás sin echar mano a la estadística. (...)

(Pàg. 182)
- (...) Para usted, inspector, existen tan solo Barrabases y por ello, aunque fuera testigo de una escena en la que una voz clamara: “Lázaro, ¡sal fuera!”, seguiría sin cambiar un ápice su visión. Y cuando digo “usted mismo” quiero decir: víctima de una alucinación, de una ilusión, o bien e un hábil engaño. Le repito: ¡nunca!, nunca abandonará usted la idea del autor, porque su existencia implica la suya propia!
Gregory, que se había prometido escuchar con indiferencia cualquier cosa que se dijera, trató de sonreír, pero no fue capaz. Notaba que estaba palideciendo...
- ¿Soy, por tanto, uno de los guardias que vigilaron la Santa Tumba? –dijo-. ¿O, quizás, soy Pablo, antes de la conversión? ¿No me deja siquiera esa posibilidad?
- No –contestó el escritor -. Es usted quien no se la deja. No es cuestión de metodología, ni de estadística, ni de meticulosidad en la investigación, sino de fe. Usted cree en el autor y así ha de ser. Tiene que haber policías y tiene que haber tumbas.

(Pàg. 225)
- (...) Han aparecido unos cuantos artículos en los que culpaban a los platillos volantes y, paradójicamente, hasta ahí llega la popularidad del asunto. Todo acaba con un par de cartas enviadas a la redacción. No me di cuenta del alcance de la indiferencia, en la actualidad, hacia lo extraordinario del caso. Hasta pasear por la luna es posible, todo es posible. Nos hemos quedado solos con este caso, teniente, tan solos que podríamos archivarlo con toda tranquilidad...

(Pàg. 231)
- (...) Lo único que existe es un juego a ciegas, la eterna creación de fórmulas fortuitas. Un número infinito de Cosas se burla de nuestro afán por el Orden. Buscad y encontraréis; al fin y al cabo siempre encontraréis lo que os corresponde mientras busquéis con fervor, dado que la estadística no descarta nada, lo hace todo posible, tan solo más o menos probable. En cambio, la historia es la plasmación de los movimientos brownianos, es una danza estadística de partículas que no dejan de soñar en un mundo terrenal distinto...
- ¿Es posible que Dios exista solo de vez en cuando? – dejó caer el Inspector a media voz. Se encorvó hacia delante y, con el rostro oculto y sin atreverse a mirarlo, siguió escuchando lo que Gregory desgranaba con tanto esfuerzo.
- Puede –contestó Gregory con indiferencia -. Pero los intervalos de su existencia son muy largos, ¿no cree?
Se levantó, se acercó a la pared y contempló con ojos ofuscados una fotografía.
- Puede que nosotros también.... (...)


::: Què en penso...
La investigación de Stanislaw Lem és una lectura impactant però agredolça. Estem davant una novel·la de trama dual escrita amb una prosa àgil però que ofereix un contingut complex i un missatge gens fàcil de digerir.

De fet s'inicia amb una trama detectivesca força suggerent – cadàvers que caminen, morts que desapareixen de la tomba- però mica en mica el misteri es complica i es rebel·la irresoluble amb les tècniques deductives i d’investigació policíaques clàssiques.

Lem comença la narració a la manera d’un relat policial dur, amb la presentació sense concessions tant dels fets com del trio de personatges principals, cada un amb diferents motivacions i amb motxilles que oculten debilitats i fets passats.

Amb un estil ombrívol, fosc -fins a cert punt malaltís en algunes escenes- Stanislaw Lem sembla buscar la intensitat dramàtica inspirant-se en la prosa i l’ambientació pròpia de Lovecraft. De la mateixa manera Lem alterna l’acció entre un Londres sovint boirós i nocturn i els entorns rurals de la capital, centralitzats en cementiris, dipòsits de cadàvers i erms glaçats.

Aquesta dialèctica (dia-nit, ciutat-ruralisme, mètode científic-deduccionisme, racionalisme-misticisme) es present durant tota la narració i contextualitza la relació entre els personatges i també amb el seu entorn.

En tot cas el que m’interessa destacar és que Stanislaw Lem juga amb els clixés del gènere policíac -o de detectius, com vulgueu-, ensorrant-ne els marges i les seves característiques principals -la deducció, el racionalisme- i el contraposa a fets místics i tenebrosos.

També introdueix el component religiós -jugant amb el paral·lelisme de la resurrecció de Llàtzer i del mateix Crist- . Això, juntament amb la tensió psicològica existent entre els personatges, confereix a la novel·la una atmosfera atribolada i anguniosa.

Però al final tot és un miratge. Més enllà de trama i personatges, Stanislaw Lem el que persegueix a La investigación es qüestionar el procés racional que caracteritza la investigació humana.

Perquè potser la racionalitat abarateix els somnis i els constreny a un univers de possibilitats reduïdes i, per tant, de poques solucions alternatives.

Així el misteri a La investigación només serveix per posar en marxa un procés d’investigació. A partir d’aquest moment l’enigma causant es va abstraient i passa a un segon pla en benefici d’un discurs més centrat en la condició humana, les seves capacitats i, sobretot, els seus límits.

Dit d’altra manera, Lem planteja dubtes sobre el mètode científic com a eina per comprendre i interpretar la realitat – una realitat que es rebel·la intrínsecament caòtica i poc predictible-. El mètode científic és per tant, infal·lible? O la humanitat s’equivoca en aplicar-lo doncs limita –predetermina si voleu- el coneixement?

En definitiva, La investigación és una novel·la d’aquelles que fa rumiar. Si el lector s’hi acosta cercant una novel·la policíaca, que és la forma que ofereix en un inici, corre el risc de quedar frustrat. Però d’altra banda, si el lector en reconeix aquest caràcter intel·lectual i n’accepta el desafiament, també corre un altre risc: el de quedar absolutament desconcertat davant la dissertació metafísica de Stanislaw Lem.

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