Kanikosen. El pesquero - Takiji Kobayashi

 

"En Kamchatka todo era tan difícil que hasta parecía imposible morirse en paz."








Kobayashi, Takiji. KaniLosen. El pesquero.
Barcelona: Ático de los Libros, 2016

蟹工船. Traducció de Shizuko Ono i Jordi Juste.
Col.lecció Andanzas, 104


::: Què en diu l’editorial...
«Vamos hacia el infierno». Así empieza la historia del Hakko Maru, un pesquero que faena en las gélidas aguas de Kamchatka, al este de Rusia, y de su tripulación: una variopinta colección de curtidos lobos de mar arruinados por la bebida y las mujeres, estudiantes universitarios en deuda con el Estado y campesinos pobres al borde de la inanición.

Mientras la ventisca muerde la cubierta y convierte a los barcos en fantasmas, el patrón de la expedición pesquera obliga a los tripulantes a trabajar hasta el agotamiento y les aplica castigos brutales si se atreven a protestar. Poco a poco, se extiende el germen de la revuelta y, a pesar de que buques de la Armada Imperial Japonesa patrullan la zona para mantener el orden entre los pescadores, estalla el inevitable motín.

Kanikosen es un clásico de la literatura japonesa. Se publicó por primera vez en 1929 y en la actualidad ha experimentado un espectacular resurgimiento que lo ha llevado a las listas de más vendidos en Japón, pues los lectores modernos se han identificado con los modestos personajes que protagonizan esta novela.

::: Com comença...
- Vamos hacia el infierno.
Apoyados en la barandilla de cubierta, dos pescadores contemplaban la ciudad de Hakodate, cuya bahía abrazaba el mar como el caparazón de un caracol. Uno de ellos escupió los restos de un cigarrillo que había apurado hasta quemarse los dedos. La colilla hizo unos cómicos tirabuzones y cayó rebotando por el costado del barco. El cuerpo del hombre apestaba a sake.

::: Moments...
(Pàg. 35)
Todos los cangrejeros eran unos cascajos de barcos. Los trabajadores iban a morir al mar de Ojotsk, pero eso les importaba muy poco a los directivos que estaban en sus edificios de Marunouchi. Cuando el capitalismo ya no podía obtener más beneficios, cuando bajaba el interés y había exceso de capital, hacían literalmente lo que hiciera falta en cualquier lugar; buscaban desesperadamente cualquier salida. Y ahí estaban, ni más ni menos, aquellos cangrejeros con los que ganaban hábilmente cientos de miles de yenes; era natural que estuvieran entusiasmados.

(Pàg. 36)
(...) aunque los barcos cangrejeros eran en realidad factorías, tampoco se les aplicaban las leyes válidas para las fábricas. O sea que no había lugar mejor para que hicieran lo que les diera la gana.

(Pàg. 46)
- (...) ¿Qué son para ti las vidas humanas?
- ¿Vidas humanas?
- Sí, eso.
-¡Pero hombre! Es que Asakawa nunca ha pensado que vosotros seáis humanos (...).

(Pàg. 48)
El patrón estaba furioso. Iba y venía de la cabina de los pescadores sin parar mientras ellos, en silencio, le seguían con miradas llenas de odio como si fueran a matarlo.

(Pàg. 64)
El patrón anunció con una nota que, además de premiar al trabajador que rindiera más, se castigaría al que rindiera menos. El castigo consistiría en aplicarle un hierro al rojo vivo sobre la piel. Mientras trabajaban, los hombres no podían dejar de pensar en ese hierro candente, que los acosaba como si fuera su sombra mientras trabajaban.
Una vez más, la productividad del trabajo ascendió de forma espectacular.
El patrón sabía mejor que ellos cuál era el límite de resistencia del cuerpo humano.

(Pàg. 75)
- ¿(...) Qué va a ser de nosotros...?
- Está claro que nos van a matar...
Todos se quedaron callados, con ganas de decir algo pero sin poder hacerlo.
- E-estooo..., antes de que nos maten, los vamos a matar nosotros –soltó el tartamudo con violencia.
“Pon, pon”, golpeaban suaves las olas en el costado. En algún lugar de la cubierta, se escapaba vapor a través de un tubo que emitía un sonido agudo y continuo, como el de una tetera.

(Pàg. 83)
El trato que recibían empeoró a medida que la pesca de cangrejos se hizo más intensiva y hubo más trabajo. Les rompían los dientes y se pasaban la noche escupiendo sangre. El exceso de trabajo hacía que les sangraran los ojos y las repetidas bofetadas que recibían en las orejas los habían dejado prácticamente sordos.
Estaban tan exhaustos que se quedaban abúlicos, como si estuvieran borrachos. Cuando llegaba la hora de terminar, se decían “Por fin”, y, por un instante, sentían alivio.

(Pàg. 84)
“(...) Pero ¿qué coño dices?”, pensaban algunos, y dejaban de escuchar. Sin embargo, otros, cuando oían al patrón se decían: “Los japoneses somos extraordinarios”. El extenuante y cruel trabajo de cada día les parecía así algo heroico, y eso les consolaba.

(Pàg. 99)
En la pared de al lado de la mesa había un cartel mal escrito y con el texto transcrito de caracteres chinos:

No hay que escuchar a los que hablan mal de la comida.
Un solo grano de arroz es importante. Es la fuente de la sangre y del sudor.
Hay que soportar las privaciones y las dificultades.

En la parte blanca de abajo, alguien había hecho un dibujo obsceno como los que se ven en los retretes públicos.

(Pàg. 101)
Por su trabajo, el camarero conocía perfectamente la vida desvergonzada que llevaban el capitán, el patrón y el representante de la factoría. Era algo que los pescadores y los obreros no debían saber. Y también sabía otra cosa de la vida de los pescadores y los obreros, y era que el patrón, cuando se emborrachaba, se refería a ellos como “cerdos”. Desde su posición neutral como camarero, veía que los de arriba conspiraban para conseguir más beneficios mientras pescadores y marineros caían en sus redes. No era algo que le gustase. De hecho, estaba convencido de que sería amucho mejor para él no saber nada. Estaba seguro de que podía predecir qué pasaría y qué no.

(Pàg. 106)
(...) el médico sentía una cierta compasión por los pescadores y los marineros. “En este barco, más que enfermos por trabajo, hay muchas más lesiones a causa de los golpes”, había dicho indignado.

(Pàg. 108) 
En Kamchatka todo era tan difícil que hasta parecía imposible morirse en paz.

(Pàg. 115)
Ninguno mostraba sus sentimientos. Procurando que nadie lo notara, trabajaban ocultando su rabia. Por mucho que el patrón gritara con todas sus fuerzas, por mucho que no parara de pegarles cuando pasaba junto a ellos, no contestaban y se mantenían tranquilos.

(Pàg. 117)
“¿Podríamos hacer eso nosotros?”, se preguntaban. Y, efectivamente, podían.
Cuando se dieron cuenta, su situación no les pareció tan horrible. El sentimiento de rebeldía penetró en sus corazones. El hecho de que hasta ese momento los hubieran exprimido en aquel trabajo tan cruel se había convertido en la mejor de las motivaciones. Llegados a ese punto, el patrón era simplemente “una mierda”.

(Pàg. 121)
(...) el trabajo en el buque factoría había logrado justo lo contrario: los trabajadores se habían agrupado y estaban a punto de organizarse. Hasta el capitalista más astuto no había podido imaginar que las cosas sucederían de ese extraño modo. Irónicamente, les habían hecho el favor a aquellos trabajadores desorganizados, borrachos e inútiles, de enseñarles a agruparse y organizarse.

(Pàg. 144)
- (...) Nuestros únicos aliados somos nosotros mismos. Ahora lo he entendido- dijo uno de los obreros.
- Los barcos de la Marina Imperial parecen algo grande, pero no son más que subordinados de los más ricos. ¿Aliados de los ciudadanos? ¡Qué tontería! ¡Y una mierda! –dijo otro.
Por si acaso, los infantes de marina se quedaron destacados durante tres días en el barco. Todo ese tiempo, los oficiales se emborrachaban cada noche con el patrón en el salón. “Así son ellos, así son.”
Hasta los pescadores –por fin-, habían entendido, al sufrirlo en carne propia, quiénes eran los enemigos, y cómo estaban relacionados entre ellos.

::: Què en penso...
Kanikosen ens narra de forma detallada i realista l'embrió, la maduració i finalment l’esclat del motí d'una tripulació sotmesa a condicions infrahumanes en un vaixell factoria als mars glaçats de la península de Kamtxatka. 

No us enganyaré. La novel·la és dura, certament colpidora. Les condicions de vida que descriu fan estremir i més d’una vegada posen el pels de punta. Ara bé, no s'ha d'oblidar que l’impuls inspirador de Kobayashi per escriure Kanikosen s’origina en un context històric i econòmic molt determinat i els seus motius també són molt clars: la denúncia i la mobilització.

Així, Kanikosen és transparent. No dona peu a dubtes. Tant evident és la voluntat de denúncia del sistema capitalista que fa com el relat propagandístic sobre l’assambleisme que proposa. Ho aconsegueix intercalant argumentacions filosòfiques i polítiques en el grapat d’històries petites de descontentament i penúries protagonitzades per individus aïllats i sense capacitat de fugida (l’infern deu ser això mateix).

Totes aquests històries petites, totes aquestes individualitats, composen un gran relat sobre les desigualtats que genera el capitalisme en aliança amb l'exèrcit -braç repressor de l’estat- i amb l’oligarquia dominant. Però també destaca un nou protagonista: el col·lectiu enfront de l'individu. I és que Kanikosen és una novel·la coral.

Alhora, amb un estil descriptiu, però sec, fred i colpidor, Kobayashi vesteix una prosa de frase curta inesperadament prenyada de sentiment i generadora d’empatia. Així l’autor japonés desgrana, un a un, els pètals de la rebel·lió i formalitza el seu relat utilitzant el vaixell factoria com una mena de laboratori, com una al·legoria de les relacions que s'estableixen en un sistema econòmic pervers.

Però la realitat del lector s’acaba imposant. Malgrat l’heroïcitat narrada i la reivindicació social proclamada, tot el que ens explica queda molt lluny en el temps (i en l'espai). A la societat actual i amb les condicions que gaudim- la lectura de Kanikosen s’assimila més a l’observació d’un fòssil -que ens permet recordar (rellegir) el passat- que no pas a una presa de postura ideològica. I no és una crítica; només un sentiment. 

::: Altres n'han dit...
Palabra de GatsbyEl placer de la lectura, PaperBlog (J. Varela), Luís Sora, Página 12 (G. Saccomanno), Escrito en el viento, En el Levante de las páginas, Koratai, Revista de Letras (J.A.Muñoz), Japonistas Chile, Un libro al día,

::: Enllaços:
Takiji Kobayashi, context històricpunts claus narratius a tenir en compte, l'home de les 400 cares, l'efecte Kanikosen (o, s'estan fent les coses molt malament), obra històrica, obra literàriaversió manga, el beriberi, la pesca del cranc de Kamtxatka, la tensió ruso-japonesa, literatura proletaria a Japó,

::: Llegeix-la:
Japonès (html)
Japonès (facsímil ed. 1953)

::: Mira-la:
Japonès (Streaming. Dir. Hiroyuki Tanaka, 2009. Subtitolada en anglès).


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