Amore - Giorgio Manganelli
Manganelli, Giorgio. Amore.
Madrid: Siruela, 2009
::: Que en diu la contraportada...
El amor, para Manganelli, más que un sentimiento, es un continente de ausencias, de lejanías, de despedidas, de desolación. Como él mismo dice: «No negaremos que esta jamás historia de amarnos, perseguirnos, negarnos, no pudiendo en modo alguno conseguirnos, es cuita, tormento, postración. […] En este bosque de amor tu ausencia ecuánimemente distribuida desata el furor, la postrada devoción, el llanto».
::: Com comença...
Amor, creo necesario nombrarte, más exactamente pronunciar tu definición, tu cometido, puesto que de ti ignoro nombre y existencia. Así pues, yo te nombro: un dedo fónico te señala en el centro de la noche. No rememoro tiempos en que no fuera de noche, de manera que no he tenido jamás forma distinta para señalarte que no fuera este distraído y atento juego de una mano que no diviso.
::: Moments...
(Pàg. 13)
(...) tú me ofreces un “aquí” inasible y no desleal pese a todo, así parto yo, no para perderte sino para buscarte; ya que en estos enigmas, juegos de palabras, palíndromos, desamores y amores, anfibologías de encuentros y simetrías de fantaseados abrazos, yo debo huir para buscarte, debo abandonarte para conseguirte, y darte la espalda para sorprender tu rostro.
(Pàg. 18)
Lo sé, es irrazonable intentar el acceso a los sueños, pero no hay otro lugar en el que merezca la pena penetrar; un lugar del que no se quiera, no se desee ya huir. Un lugar terminal, una nocturna sede de llegada, algo que no sea ya un recorrido.
(Pàg. 26)
La noche, y más exactamente las tinieblas, consienten, inducen, constriñen a interpretar y a distinguir.
(Pàg. 27)
(...) el desierto es el lugar de los infinitos posibles (...).
(Pàg. 28)
Te lo ruego, obsérvame: mi perorata es solemne y enfática, camino con pasos compuestos y largos, soy rey, ejército, fragor de armas, destellos de lanzas; lo que quiero domar y capturar me es ignoto y necesario; yo recito el asalto ante ti, y exhibo valeroso dolor e ímpetu temerario; estoy listo para transformarme en los caballos, en el carro del triunfo; pero sé que acabaré siendo traspasado por puñal, y moribundo silabearé palabras que sólo tú podrás rectamente, acaso escarneciendo, interpretar; por último, decapitado, seré pasto de los chacales; espero que me aprecies al menos como chacal de mí mismo.
(Pàg. 35)
El cielo invade de tinieblas, la aldea es abolida. El lugar del reposo se consume, ni tan siquiera las voces sobreviven a tanta noche, este lugar, lo reconozco, es el infierno.
(Pàg. 39)
En definitiva, no sin estupor, e incluso con una lagrimosa gratitud, yo vengo a saber que he vivido, y me hallo anotada en los puños de la camisa la apresurada ironía de una biografía.
(Pàg. 43)
Taciturno desde siempre, con mil ojos y ciego, enmarañado en su propio abrazo, su boca de hembra está incluida en su boca de hombre.
(Pàg. 49)
Ése, ningún otro, es en verdad tu trono: inexhausto cúmulo de deshechos, y estiércol, mucosidad, ciénaga seminal, sueño custodiado por una armadura de sueño.
(Pàg. 51)
Si sintiera por ti un respeto didascálico, académico, podría redactar una esmerada, pedante introducción a lo inexistente, bibliografía, notas, estado de la cuestión; ya que me ha sido sugerido que la filología, en ocasiones, puede entrar en negociaciones con lo Inexistente.
(Pàg. 52)
Verás, es vulgar ese insistir en el no existir para eludir la vulgaridad del existir. Es vulgar no ser nunca vulgar. Es trágico no ser trágico.
(Pàg. 75)
(...) tú eres el mensaje que yo escribo, letra a letra, por lo que ya has dado tu consentimiento, eres mi misma invitación, te mantengo ignaro, y mi petición es tu respuesta.
(Pàg. 77)
(...) este dilema de hoguera y hielo; enciéndeme como una luminaria miserable –aunque luz-, dame fuego, acepta el ardor de la canícula, para que, de esa manera, ardiendo, yo te vea, amor.
(Pàg. 86)
(...) ya sabes tú cuánto amo yo lo repugnante, lo excrementicio, lo deshumano; tus ojos triangulares ocultan significados que no pertenecen a nuestro mundo; pero no hay mundo donde tú vivas que no conozca yo desde siempre, te veo según tus orígenes, fango y tibia agua, bullicio de insectos sobre tu rostro.
(Pàg. 92)
Hay algo de siniestro y trágico en este almacén del amor, las hogueras amorosas ardientes de ficticias y consumantes llamas, dibujadas con probidad infantil, y símbolos de manos unidas, un universo de tumbas nupciales, de tartas marriage, de dúplices sarcófagos con sábanas de diaspro, ojos vítreos a causa de flechazos, besos y saliva, preservativos, sonetos, dildos, puñales para gargantas infieles, epistolarios ya escritos en espera de enamorados, corazones perspicazmente hechos añicos, besos de camas solitarias, cervigales alagrimados e insomnes, sueños, insistentes, reiterados, obsesiones de sueños, encuentros desesperados con la amada disuelta en el aire, destripados lechos, sábanas anudadas para la fuga hacia la felicidad, vitrinas de anillos para toda posible mano, fetos en formalina, montoncillos de anulares apenas putrefactos. Olor a sudor, decrépita suciedad, vil y dilecta intimidad del cuerpo, genitales y alma.
(Pàg. 94)
Ignoro si estos indicios demuestran que, de algún modo inaccesible, perfecto, intraducible, tú a fin de cuentas existes; o que todo no ha sido más que un delirio mío, una sofisticada alucinación mi vida entera.
(Pàg. 104)
B (...) aquel que ama es hoguera que camina, tizón que mortecino se consume en las tinieblas de una constante noche, encadenado en carrera, herido po estilete que sangrando sonríe, blanco de sierpes o flechas. Todo son celos, miedos, ansias, esperas, temblores.
(Pàg. 110)
Todo es irrelevante, y acaso incluso más: está dotado de una inutilidad que es imposible manejar sin perder consistencia.
(Pàg. 111)
Así pues, ¿habrá de ser considerada mi vida como un fracaso, una derrota irremediable? Por el mero hecho de haber amado, no podía dejar de ser una derrota; y al mismo tiempo no puede serlo (...).
(Pàg. 128)
¿Ya sabes, pues, que ésta es la descripción de nuestro amor, que yo no esté jamás donde estás tú, y que tú no estés jamás donde estoy yo?
::: Què n'opino...
A Amore Manganelli es llença de cap a una cerca vana i paradoxal sobre les causes de l’amor. Vana perquè per l’autor milanès, l’amor –l’amore- és un abisme que, indefugiblement, condueix a la foscor i a la soledat. A la constatació que l’amor és una abstracció desoladora que afecta tant a l’amat com a l’amant.
De fet, si hi ha una constant a la literatura de Manganelli –una constant més enllà de l’elocutio i la compositio característica de l’italià - és la dèria que té amb l’eros i el thanatos. I és que no concep l’amor sense la mort. Com a gènesi o com a conseqüència, però un sempre és efecte de l’altra en una espiral de degradació orgànica i de putrescència emocional.
I és que, en aquesta ocasió també, la proposta literària de Manganelli no dona treva. L’estil literari de l’autor –barroc, recarregat, complex, pesat (en el sentit físic), però riquíssim- és el vehicle idoni per posar negre sobre blanc el viatge interior que endega l’italià; un itinerari estructurat a partir d’una successió d’escenes que –també marca de la casa- tenen molt d’ideològic/filosòfic i poc de trama o acció.
De fet és així com Manganelli concep (i ens ofereix) la seva literatura. Una Literatura del Subconscient en diria jo. Una mena de literatura meditativa on no importa tant l’acció argumental sinó la disquisitio intel·lectual davant d’una sèrie d’hipòtesis que l’autor va desgranant de manera detallada, sovint inquirint-se ell mateix per trobar-ne validacions. Tot plegat digressions més pròpies d’una al·lucinació continuada que no pas d’una trama novel·lesca. Però és aquí on radica la grandesa de la proposta manganelliana. És justament aquí on la seva literatura transcendeix la prosística per adoptar un temperament poètic, una mena de miratge líric.
I és precisament això el que es frueix de la literatura de Manganelli. Perquè malgrat la seva prosa no descriu cap acció evident, és en ella mateixa acció que incita i encoratja al lector; perquè malgrat no desenvolupa cap història, és a la vegada mitjà i missatge; perquè malgrat els seus personatges siguin fantasmes, visions o records, és el propi autor (i el seu alter ego, el lector), els que protagonitzen la seva literatura i sobrevolen inferns i purgatoris sense fi.
I acabo aquesta ressenya amb un bravo per Giorgio Manganelli però amb un bravíssimo pel traductor Carlos Gumperi.
::: Altres n'han dit...
No (ha) lugar, Lecturas del Rey Mono, El Mundo (Alejandro Gándara).
::: Enllaços:
Giorgio Manganelli, l'autor parla del llibre i del (seu) concepte d'amor, ho explica ell mateix, l'amor a la vida de l'escriptor.
Comentaris
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