El bandido - Robert Walse


Walser, Robert. El bandido
Madrid: Siruela, 2004 








Der Räuber 

Traducció de Juan de Sola Llovet
Libros del Tiempo, 176


>> Què en diu la contraportada... 
Escrito en el verano de 1925, poco antes de que Walser abandonara para siempre la escritura, El bandido cierra el ciclo novelístico del escritor suizo y constituye la prueba irrefutable de la modernidad de su obra. Concebido como experimento literario –Walser jamás previó publicarlo–, El bandido es la historia de un pobre diablo enamorado de una camarera, de sus trifulcas, sus desplantes y todos los intentos que emprende con el fin de atraer para sí la belleza de su amor. Hasta aquí nada nuevo. Sin embargo, el genio de Walser va más allá y pone en tela de juicio buena parte de las convenciones de la novela tradicional. La distancia entre el narrador y el personaje se va diluyendo conforme avanza el relato, se nos prometen datos que no se nos darán y escenas que quedarán en el aire, se nos pide que colaboremos y que seamos condescendientes con el bandido, ese «inútil», ese «desecho» incapaz de atenerse a las leyes de una sociedad, la burguesa, que todo lo rige. Es éste un libro fascinante, único, en el que confluyen la ironía, la mordacidad y esa tímida melancolía tan típica de Walser.

>> Com comença... 
Edith lo ama. Luego volveremos sobre ello. Tal vez no tendría que haber trabado relación con ese inútil sin dinero. Parece que ella le envíe delegadas o, cómo decirlo, mediadoras. Amigas así tiene él en todas partes, pero nunca ocurre nada serio, y aún menos con la famosa historia de los cien francos.

>> Moments... 
(Pàg. 17)
A menudo vemos a los débiles presentarse como fuertes; a los enfadados, como alegres; a los humillados, como altivos; a los vanidosos, como humildes, como por ejemplo yo, que por pura vanidad no me miro nunca en el espejo, pues todo espejo me parece impertinente y descortés.

(Pàg. 20)
(...) se limitó a matar, en un café vienés y a los acordes de una orquesta húngara, la paz interior de una hermosa muchacha que estaba sentada a la ventana, con el penetrante rayo de su inocente mirada y con la insistente transmisión de sus ideas.

(Pàg. 24)
(...) En el vino hay como un derecho de superioridad. Cuando bebo vino, entiendo los siglos pasados, me digo que también estaban hechos de cosas contemporáneas y de las ganas de acomodarse a ellas. El vino nos convierte en expertos de los estados del alma. Uno lo aprecia todo y a la vez no aprecia nada. En el vino reluce el tacto. Si eres amigo del vino, también eres amigo de las mujeres y protector de lo que éstas quieren (...).

(Pàg. 34)
En una ocasión, alguien aquejado del mal del orgullo me llamó impertinente. Con suma facilidad atribuimos nuestros defectos a nuestros conciudadanos, quienes no están ahí precisamente para eso.

(Pàg. 39)
(...) la excelencia no es duradera. No hay superioridad cuya importancia permanezca. Las cosas de importancia se suceden las unas a las otras. La gente habla un día de una cosa y al día siguiente de otra. Lo que perturba la alegría de seguir adelante es nuestra sensibilidad. En muchos aspectos nuestros sentimientos son nuestros enemigos; no así nuestros rivales.

(Pàg. 45)
El mero hecho de que le gustara tanto leer la publicidad, ¿no era eso algo en sí poco menos que inmoral?

(Pàg. 46) 
¿En qué consiste entonces las persecución? Intentan ablandarlo , ponerlo de mal humor, sacarle de quicio, irritarlo. Han intentado, en una palabra, inculcarle una moral. Si se saldrán con la suya no se sabe a ciencia cierta, pues él sigue con al cabeza bien alta sin querer por ello fastidiar. No parece que esté orgulloso de sí mismo. Sencillamente ha sabido permanecer alegre. Eso es todo.

(Pàg. 58)
¿No habría que advertir en nuestro pueblo, por lo demás tan estimable, la manía de moralizar sin necesidad? Si éste fuera el caso, por culpa de esta particularidad habría que bajar la cabeza casi hasta el suelo, pues la moralina inoportuna, sin razón, puede provocar el mal y de hecho lo ha avivado y propagado en reiteradas ocasiones. Pero cada pueblo tiene su manera de ser.

(Pàg. 59)
Gracias a Dios, aún existe gente insegura y demás que siente el impulso de la duda.

(Pàg. 64)
Una pluma prefiere escribir algo improcedente a tener que descansar siquiera un instante. Tal vez sea éste uno de los secretos de la mejor escritura: no hay que escribir según el impulso.

(Pàg. 69)
A quienes conservan su sano juicio les hago el siguiente llamamiento: no leáis siempre y de manera exclusiva esos libros sanos; acercaos un poquito a la llamada literatura enfermiza, de la cual tal vez podáis sacar un consuelo vital. La gente sana debería arriesgarse siempre de una u otra manera. ¿Para qué demonios, si no, conservar el sano juicio? ¿Para morir un día saludablemente? Vaya un futuro desolador...

(Pàg. 71)
Está claro: no hay inteligencia sin una pizca de maldad. A aquellos que son buenos porque sí los consideramos necios.

(Pàg. 81)
¿No ha pensado nunca que podría tener cosas mejores que hacer que hundirse en los mares de la buena educación?

(Pàg. 108)
(...) la mujer es más realista, se podría incluso decir que más sensata, que se anda sin rodeos como en la escuela, donde dos por dos son cuatro. Para el hombre, la mujer es algo así como un cinco resultado de la misma operación, algo ilógico, supralógico, algo que a menudo, sin reconocerlo, necesita para fines más altos.

(Pàg. 110)
(...) que su padre fuera pobre, eso, eso era algo imperdonable. Le hubieran podido perdonar cualquier cosas, pero no ésta, que era sencillamente espantosa. En un época de empobrecimiento, la pobreza es algo espeluznante. En tiempos como ésos no hay mayor delito. Y las miserias, es decir, los pecados de los padres, pasarán a los hijos de generación en generación hasta no sé qué número, pongamos que cien. Si el bueno del padre lo hubiera sabido, no, mejor que no digamos nada. Pasemos a otra cosa.

(Pàg. 113)
(…) Entonces él dejo la revista que había estado leyendo y entró a paso ligero en una habitación de techo alto y abovedado; frente a él, sentado, estaba el doctor, a quien dijo: “Le confesaré sin rodeos que de vez en cuando me siento muchacha”. Tras estas palabras, esperó a ver qué opinaba el doctor. Pero éste se limitó a decir en voz baja: “Prosiga”.

(Pàg. 117)
¿Acaso no es tremendamente cómodo creer en alguien? Uno se puede dejar arrastrar por la fe sin el menor esfuerzo. Uno puede ser la deshonra en persona y creer firme y piadosamente en cualquier hombre bueno o valeroso.

(Pàg. 118)
Decididamente, sólo se cree en silencio. Hablar de la fe significa asesinarla.

(Pàg. 121)
Una dama lleva en sí lo intacto, y no necesita, por lo demás, ser la pulcritud en persona; le basta con distinguirse de otras mujeres por el brillo de cierta nobleza, y lo más noble es precisamente, dondequiera y comoquiera, ser útil o divertirse, vivir tranquilamente la vida y madurar lentamente como el fruto en el árbol, al amparo de las hojas, y la gente que pueda ver a una mujer como ésta adquirirá sin quererlo una cierta nobleza, aprenderá sin quererlo, y con sólo verla, ciertas cosas, será enseguida capaz de expresar respeto con un gesto o una mirada, pues el respeto es la base, el pilar, digamos que el fundamento en el que se sostiene la sociedad.

(Pàg. 128)
Nos pasamos el día pensando que nos han robado algo. Pequeñas almas que somos.

>> Altres n'han dit...

Comentaris

  1. Así que usted también tiene los libros subrayaos a muerte, ¿no? Eso marca un estilo de vida.
    Y Walser, gran descubrimiento. Peeeeeero tengo que decir que me gustó más Jakob Von Gunten que éste.
    Y otra cosa que mola de los libros de Walser es que, hasta elmomento, todas las ediciones que he tocado son una delicia al tacto.

    Y de propina, curiosidad al canto. El otro día estaban hablando de él en la RNE y contaron que en un relato suyo, uno de los personajes muere en la nieve, solo, con la mano en el corazón... Bueno, pues nuestro amigo Robert murió tal cual,años después.

    Un saludo y mantenemos el contacto...

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  2. Creo que todas las ediciones son de Siruela, no?
    En todo caso, el próximo de Walser, será el que tu me recomiendas.
    Con Walser te acercas a un mundo interior bastante críptico, misterioso y, sobretodo, muy fluido. Lo que tu comentas es una de las muchas cosas que conforman una personalidad magnética pero reservada. ¿Y qué me dices de sus microescrituras?
    En fin,... nos leemos.

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