Stoner - John Williams





"Tenía cuarenta y dos años y ante él no veía nada de lo que deseara disfrutar y había poco de lo pasado que le importara recordar."


Williams, John. Stoner
Ediciones Baile del Sol, 2010

Stoner. Traducció de Antonio Díez.
Col·lecció Narrativa, 121 i





è Com comença...
William Stoner entró como estudiante en la Universidad de Missouri en el año 1910, a la edad de diecinueve años. Ocho años más tarde, en pleno auge de la Primera Guerra Mundial, recibió el título del Doctorado en Filosofía y aceptó una plaza de profesor en la misma universidad, donde enseñó hasta su muerte en 1956. Nunca ascendió más allá del grado de profesor asistente y unos pocos estudiantes le recordaban vagamente después de haber ido a sus clases.

è Moments...
(Pàg. 9)
Los colegas de Stoner, que no le tenían particular estima cuando estaba vivo, ahora raramente hablaban de él; para los más viejos, su nombre era un recordatorio del final que nos espera a todos, y para los más jóvenes es meramente un sonido que no evoca ninguna sensación del pasado ni ninguna identidad con la que ellos pudieran asociarse ni a sí mismos ni a sus carreras.

(Pàg. 24) 
"(...) ¿Pero no lo sabe, señor Stoner?", preguntó Sloane. "¿Aún no se comprende a sí mismo? Usted va a ser profesor".
De repente Sloane parecía muy distante y los muros del despacho se alejaron. Stoner se sentía suspendido en el aire y oyó su voz preguntar: "¿Está seguro?".
"Estoy seguro", dijo Sloane suavemente.
"¿Cómo lo sabe? ¿Cómo puede estar seguro?"
"Es amor, señor Stoner", dijo Sloane jovial. "Usted está enamorado. Así de sencillo".

(Pàg. 29)
A veces, inmerso en sus libros, le venía a la cabeza la conciencia de todo lo que no sabía, de todo lo que no había leído y la serenidad con la que trabajaba se hacía trizas cuando caía en la cuenta del poco tiempo que tenía en la vida para leer tantas cosas, para aprender todo lo que tenía que saber.

(Pàg. 33) 
"(...) ¿Quién eres tu? ¿Un sencillo hombre de campo, como te finges? Oh, no. Tú también estás entre los enfermos, tú eres el soñador, el loco en el mundo de los locos, nuestro Don Quijote de El Medio Oeste sin su Sancho, retozando bajo el cielo azul. Eres lo bastante listo -más listo al menos que nuestro mutuo amigo-. Pero tienes el mal, la vieja enfermedad. Crees que hay algo aquí, algo que encontrar. Bueno, en el mundo lo aprenderías rápido. Tú también estás destinado al fracaso; no es que te vayas a enfrentar al mundo, dejarías que te masticara y que te escupiera y te quedarías pensando qué salió mal. Porque siempre esperaste que el mundo fuera algo que no es, algo que no deseó ser. El gorgojo en el algodón, el gusano en el fríjol, el insecto barredor en el maíz. No podrías mirarles a la cara y no podrías enfrentarte a ellos porque eres demasiado débil y eres demasiado fuerte. Y no tienes a donde ir en el mundo".

(Pàg. 38) 
"Debe recordar lo que es, lo que ha elegido ser y el significado de lo que hace. Hay guerras, derrotas y victorias de la raza humana que no son militares. Recuerde eso mientras decide qué hacer".

(Pàg. 70)
Al mes él sabía que su matrimonio era un fracaso, al año dejó de esperar que mejorara. Aprendió a callar y no persistió en su amor.

(Pàg. 93) 
Al principio estaba muy orgulloso del libro, lo había sostenido en sus manos, acariciando su sencilla cubierta y pasando sus páginas. Parecía delicado y vivo, como un bebé. Lo había releído ya publicado, ligeramente sorprendido de que no fuese ni mejor ni peor de lo que había pensado que sería. Al cabo de un rato se cansó de mirarlo, pero nunca pensó en él, ni en su autoría, sin un sentimiento de asombro e incredulidad sobre su propio arrojo y la responsabilidad que había asumido.

(Pàg. 103) 
Sospechaba que comenzaba, con diez años de retraso, a descubrir lo que era y lo que veía era, más o menos lo que se había imaginado que sería. Sentía por fin que empezaba a ser profesor, lo cual era simplemente ser un hombre a quien el libro le dice la verdad, a quien se le concede una dignidad artística que poco tiene que ver con su estupidez, debilidad o insuficiencia como persona.

(Pàg. 158)
Había llegado a ese punto en el que le asaltaba, con intensidad creciente, una cuestión de una simplicidad tan aplastante que carecía de recursos para afrontarla. Se empezó a preguntar si su vida merecía la pena, si alguna vez la había merecido. Era una duda, sospechaba, que le llegaba a todo el mundo tarde o temprano. Se preguntaba si a los demás les sobrevenía con la misma fuerza impersonal que le llegaba a él. La cuestión le sumía en la tristeza, pero era una tristeza general que -pensaba- tenía poco que ver con él o con su particular destino, ni siquiera estaba seguro de que la cuestión naciera de las causas más recientes y obvias que habían trastornado su vida. Provenía, pensaba, de su mayor edad, de la cantidad de accidentes y circunstancia y de lo que había logrado entender sobre ellos. Hallaba un gusto siniestro e irónico en la posibilidad de que, con la poca formación que se había procurado, se las había arreglado para llegar a una certeza: que a la larga todas las cosas, incluso el conocimiento que le permitía saber esto, eran fútiles y vacías y que al final empequeñecían hasta convertirse en una nada donde ya no cambiaban.

(Pàg. 160)
Tenía cuarenta y dos años y ante él no veía nada de lo que deseara disfrutar y había poco de lo pasado que le importara recordar.

(Pàg. 170) 
En su año cuarenta y tres de vida, William Stoner aprendió lo que otros, muchos más jóvenes, habían aprendido antes que él: que la persona que uno ama al principio no es la persona que uno ama al final, y que el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra.

(Pàg. 172)
En su tierna juventud, Stoner había pensado en el amor como en una manera de existir absoluta a la que podría acceder, si se era afortunado; en su madurez había decidido que era el cielo de una religión falsa hacia el que se debía mirar con sosegado descreimiento, benévolo y crónico desprecio y vergonzante nostalgia. Ahora, a su mediana edad, empezaba a entender que ni se trataba de un estado de gracia ni de una ilusión; lo veía como un acto humano de conversión, una condición inventada y modificada minuto a minuto y día a día, por la voluntad y la inteligencia del corazón.

(Pàg. 182)
"En teoría, tu vida es cosa tuya. En teoría, tienes la posibilidad de cepillarte a quien quieras, hacer lo que quieras, y no debería importar mientras eso no interfiera con tus clases. Pero, maldición, tu vida no es tuya. Es...oh, demonios. Sabes lo que quiero decir."

(Pàg. 188)
"(...) No es ni Edith ni siquiera Grace, o la certeza de perder a Grace, lo que me mantiene aquí, no es ni el escándalo ni lo que me dueles, no son los obstáculos que tendríamos que superar, ni siquiera la pérdida del amor que tendríamos que afrontar. Es simplemente la destrucción de nosotros mismos, de lo que hacemos".
"Lo sé", dijo Katherine.
"De manea que pertenecemos al mundo a pesar de todo, deberíamos haberlo sabido. Lo sabíamos, creo, pero teníamos que retirarnos un poco, para poder así..."
"Lo sé", dijo Katherine. "Lo he sabido todo el tiempo, supongo. Incluso fingiendo, sabía que en algún momento, en algún momento, nosotros... Lo he sabido". Se detuvo y le miró fijamente. Sus ojos brillaron de repente con lágrimas. "¡Pero maldito todos, Bill, malditos todos!".

(Pàg. 192) 
(...) en julio de 1936, cuando Franco se rebeló contra el gobierno de España y Hitler alimentó dicha rebelión para convertirla en una guerra mayor, Stoner, como muchos otros, sintió asco al ver cómo la pesadilla invadía los sueños del mundo.

(Pàg. 237)
Desapasionada y objetivamente, examinó el fracaso que, aparentemente, había sido su vida. Había buscado amistad, la amistad más cercana que pudiera acercarle a la raza humana. Había tenido dos amigos, uno de los cuales había muerto sin sentido antes de conocerle; el otro se había alejado ahora tanto por avatares de la vida que... Había buscado la singularidad y la tranquila pasión conjunta del matrimonio, Había tenido eso también, no supo qué hacer con ello y murió. Había buscado amor y había tenido amor, y había renunciado a él, lo había dejado marchar en el caos de la potencialidad. Katherine, pensó. "Katherine".
Y había querido ser profesor, y lo fue, aunque sabía, siempre lo supo, que durante la mayor parte de su vida había sido uno cualquiera. Había soñado con un tipo de integridad, un tipo de pureza cabal, había hallado compromiso y la desviación violenta de la trivialidad. Se le había concedido la sabiduría y al cabo de largos años había encontrado ignorancia. ¿Y qué más?, pensó. ¿Qué más?
¿Qué esperabas?, se preguntó.

è Altres n'han dit...
Tot és una mentida, Xiuxiueig, Nosaltres llegim, Viu i llegeixUn libro al díaEntre montones de librosJauría Lectora, Con L mayúsculaCosas que mueren bajo el sol, El simio lectorMetales pesados libros, Parientes de estanteLa Tormenta en un Vaso, Asylum, The contextual life,

è Enllaços:
John Williams, libro sutilmente cabronazo, capacidad de quebrar la bravura del lector, però... què dimonis té aquest llibre?, què?, Stoner i les dones.

Comentaris

  1. Hola,
    finalment he pogut llegir aquest llibre. L'he llegit seguint l'estímul que ha sortit d'aquest blog. Així moltissimes gràcies per recomenar aquest llibre que és molt bo!
    De totes maneres, la meva valoració de la vida d'en Stoner no és tan negativa, crec que ha tingut les seves satisfaccions i els seus moments feliços. Però va pagar un preu molt alt per unes decisions on es va decantar per ser honest, sencer i incorruptible.
    Recomanable!! Jo.chen

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